Bernardo Elenes
Capturadepantalla2024-04-26alas192343
PrevencionEmbarazo
Lactanciapornostros4
Capturadepantalla2023-02-13alas213814
Capturadepantalla2023-02-13alas214531
Capturadepantalla2022-09-12alas043937
Capturadepantalla2023-02-13alas215907
Capturadepantalla2023-02-13alas220711
previous arrow
next arrow

Crónicas para la historia.- Laguna del Náinari, hondonada que concentraba el agua de las lluvias y sus avenidas.- El proyecto de convertirla en paseo surgió del alcalde René Gándara y de su director de Acción Cívica, el periodista Jesús Corral Ruiz.- El 14 de abril de 1957 inició su transformación con el llenado del vaso a través del Canal Principal.

Bernardo Elenes Habas 

La historia de la Laguna del Náinari de Ciudad Obregón, se pierde en el tiempo.

Su nacimiento, tiene la hechura mágica de la naturaleza, definida por la conformación de llanuras y montañas al influjo de lluvias torrenciales, con su trazado silvestre de arroyos desfogando el agua bronca desde los cerros que miran la salida del sol en la región, para bajar impetuosos al poniente.

Pero, a la configuración del acomodo de suelos, planicies y hondonadas, se suman, indudablemente, al paso del tiempo, la imaginación y la mano del hombre que transforma lo viable mirando hacia el futuro. Creando entornos agradables y llenos de belleza.

Tal es el caso de la concavidad situada al poniente de Ciudad Obregón, que nació sin corrientes subterráneas de agua que la alimentaran y la hicieran brotar en el devenir de los años como un lago natural. Por el contrario, surgió como una cuenca, o “bacerán” (vocablo cahita que significa donde se ve el agua, deduciéndose del nombre del municipio de Bacerac en la sierra de Sonora, habitado por indígenas ópatas, cuya lengua pertenece al citado grupo cahita como el yaqui y el mayo), así le llamaban antiguos habitantes de pablados aledaños, incluyendo a Cócorit y otros asentamientos de la sierra, que, efectivamente, como establecen algunos historiadores, en ese espacio se concentraba el agua rodada de la temporada de lluvias en la región, de junio a septiembre.

Laguna del Nainari

Bien lo comenta el doctor Jesús Noriega Vega, en un espléndido y documentado artículo sobre la historia remota de la Laguna del Náinari : “La realidad es que en el solar que lleva el nombre de Laguna del Náinari, a fines del Siglo XIX y principios del XX, durante la temporada de lluvias los pobladores de la región concentraban los hatos de ganado en celebraciones conocidas como ‘corridas’, en las cuales los vaqueros herraban y curaban bestias de engorda y carga, pernoctando en campamentos alrededor de los humedales que formaban las avenidas pluviales”.

Desde antes de 1907, cuando se inició el tendido de las vías del ferrocarril, primero con el trazo Estación Corral-Esperanza, y enseguida hacia el sur, en el gran llano que con el tiempo se convertiría en Ciudad Obregón, los habitantes del Municipio de Cócorit y de comunidades como Cumuripa y Buenavista, pasaban por un antiguo camino de herradura hacia el Valle del Yaqui, y ciertamente veían la concentración de agua de lluvia en dicho bajío durante el verano, mismo que disminuía hasta quedar convertido solamente en charcas, con vegetación chaparra y algunos mezquites, en el invierno.

Lo sé, porque me lo contaba con voz pausada de hombre de la sierra, mi abuelo Nacho Habas, quien había nacido en 1900.

Al comenzar a formarse el núcleo que daría vida a la actual ciudad, a partir de 1907 con la perforación de un pozo y construcción de una casita de madera para el encargado de suministrar agua a la locomotora desde la llamada Estación Bandera Cajeme, se vertebraron acontecimientos memorables, como la edificación de otra caseta cien metros al norte del pozo. La instalación en el área de un embarcadero para ganado. Federico Seaman abrió un expendio de bebidas y artículos de cuero: arneses, sillas de montar, riendas. Luego construiría un almacén de pasturas Rodolfo Scott Tobie (bisabuelo del reportero cajemense Jesús Antonio Tobie); y don Pablo Kuraica, perfilaría un almacén para la venta de empaques, en un local rentado, transformándolo al paso de los meses, en posada, raíz del hotel Kuraica.

Al convertirse dicho asentamiento humano en Congregación durante 1923, con 450 habitantes, definiendo su rápido crecimiento, muchos de sus habitantes acostumbraban visitar el citado Bacerán o Bajío, como también lo nominaban, para cazar patos silvestres y liebres, o simplemente como distracción.

En 1925 esa Congregación alcanzó categoría de Comisaría, dependiendo del Municipio de Cócorit, nombrándose comisario a Ignacio Ruiz Armenta, quien en 1927, al decretarse el Municipio Libre de Cajeme por la Ley No. 16, promulgada por el Congreso del Estado y hecha saber por el gobernador Fausto Topete Almada el 29 de noviembre de ese año (publicada en el Boletín Oficial al siguiente día), se convirtió en el primer presidente municipal de Cajeme.

El legendario general revolucionario, Álvaro Obregón Salido, al concluir su mandato como Presidente de la República en 1924, se instaló en la naciente Congregación, fundando la Hacienda Náinari, al poniente de la laguna, adquiriendo dichos terrenos de la Compañía Richardson. Incluso, mandó dragar el lecho de la depresión donde se acumulaba el agua que bajaba por los arroyos que cruzaban el poblado de oriente a poniente, principalmente por las calles Galeana, Zaragoza, Seis de Abril, para contener las avenidas producto de las lluvias, quedando ahí embalsadas, y siendo utilizadas para riego de cultivos en su hacienda.

El general Obregón fue asesinado en 1928, en el restaurante La Bombilla de la Ciudad de México, cuando celebraba su reelección como presidente, y los que fueron sus terrenos logró adquirirlos el ingeniero Oscar Ortega Leite, como compensación por servicios prestados a la Compañía Richardson al entrar en liquidación. Luego, éste, accedió venderlos al Ayuntamiento de Cajeme, durante el ejercicio administrativo de René Gándara Romo (1955-1958), iniciador de la transformación de la Laguna para darle la dimensión de paseo natural, vocación que ya poseía.

La idea de dimensionar la laguna hacia el paseo natural que realmente era, fue del periodista Jesús Corral Ruiz, quien fungió como director de Acción Cívica Municipal, durante el trienio de René Gándara Romo, y transmitió al alcalde esa inquietud, entregándole el proyecto.

Visionario como era, el fundador en 1942 del periódico Diario del Yaqui, sopesó que la ciudad requería una piedra de toque que la distinguiera. Hizo volar su imaginación prodigiosa y se adelantó a los tiempos, sabedor que su generación construía para la posteridad.

Y el presidente municipal abrió los trámites para adquirir dicho espacio propiedad de Ortega Leite, reuniéndose de un equipo de ingenieros que diseñaron la proyección futura de la laguna, dragándola y construyendo un acueducto alimentador que partía de la curva del Canal Principal para que el agua tuviera sentido circulatorio de entrada y salida, poniéndose a funcionar el 14 de abril de 1957, fecha en que, simbólicamente, cumple años la transformación del bello paraje, al que el gastrónomo José Luis Preciado, propietario primero del Merendero Dina, luego del Merendero de José Luis, bautizara como La Novia de Cajeme, en una composición musical de su autoría.

Cierto, al paso de los años la Laguna se ha transformado. Han fluido inversiones para darle modernidad, pavimentación en la rúa que la circunda, alumbrado, bancas, depósitos para basura, atractivos muelles convertidos en miradores, reforestación, protección de la fauna y del ambiente.

En mayo de 2019, el Ayuntamiento a través de la Dirección de Cultura, con el respaldo del Itson y ULSA, abrió un espléndido corredor cultural con música, exposiciones plásticas, de fotografía y video histórico del área, talleres efímeros de pintura, muralismo y otras disciplinas creativas y artesanales. Cumpliendo la función de mantener en la memoria de la comunidad su bello y mágico espacio, conjunción de la naturaleza y de la aportación de generaciones de cajemenses para que la Laguna del Náinari continúe siendo remanso de paz, que se convierte en un referente del alma de la ciudad y sus habitantes.

Le saludo, lector.

Bernardo Elenes
Comentarios