Una voz poderosa recorre los muros del Templo de la Purísima Concepción. Es una voz que parece salida de otro mundo, de una belleza inusitada, de un poder que roza lo sobrenatural. La gente que se ha dado cita en la Iglesia sostiene el aliento. En el pasillo central de la capilla que desemboca en el púlpito o altar religioso, se encuentra la soprano canadiense Othalie Graham.
Para hablar del Concierto Noche de ópera y canción a piano, primero deberíamos hacer un recorrido biográfico por la soprano canadiense: cantante wagneriana, intérprete del Turandot de Puccini y una de las voces más prominenten en Norteamérica; Othalie Graham abre su performance con Dich Teure Halle de la obra Tannhäuser del compositor alemán Richard Wagner. Mucho se ha hablado de lo que supuso la revolución wagneriana en el mundo de la ópera-y en general de la cultura europea-, pero es en ésta ópera donde se empieza a ver la verdadera intención conceptual y estilística de Wagner de subvertir al mundo de su época.
Der Männer Sippe sass hier im Saal de la ópera de Las Valquirias de Wagner, da una continuidad en el repertorio y nos permite seguir hurgando en el portal vocal, que presumimos infinito, de Othalie Graham. Para nadie es sabido que el interpretar las obras del compositor alemán es uno de los retos más demandantes para los cantantes; Brigit Nilsson, quizá la cantante wagneriana más importante del siglo XX, expresaba que no había obras más complejas y titánicas que las de Wagner. Mientras que la soprano dramática canta por encima de la orquesta, la soprano wagneriana suele describirse como una cantante de proporciones heroicas y musicalidad excepcional. Sentimos esa épica, esa furibunda emoción de la pasión, de la tragedia, de los grandes sacrificios en el Templo de la Purísima Concepción.
El concierto continúa, ahora es el turno de otra de las grandes obras icónicas: Aida, de Verdi. Aquí la voz de Graham se matiza y envuelve: Aída, la princesa etíope capturada por el imperio egipcio, encuentra su espejo de carne y hueso en la voz de la soprano canadiense. Sigue el turno de Liszt, de Ravel y concluye el concierto, con otra aria de Las Valquirias de Wagner. Un punto final de proporciones bíblicas para un concierto de tal magnitud.