Cajeme tiene en su trazado histórico, personajes excepcionales, líderes de gran valía que se convirtieron, por su honestidad, espíritu justo y libertario, en símbolos del pueblo. Uno de ellos, el de más alto rango en el alma de la comunidad, es Maximiliano R. López, El Machi.
El martes 26 de noviembre se cumplen 71 años del asesinato del Machi López, cometido por personajes que lo traicionaron cegados por la ambición y quienes, a pesar de que los gobiernos de esa época no hicieron justicia sobre ellos, el tiempo y la historia fue despejando los nombres y la radiografía cobarde de los autores materiales e intelectuales del crimen, colocándolos en el paredón del repudio y el señalamiento implacable de la sociedad, ayer y ahora.
Fue una fantasmal noche cubierta por una densa neblina del 26 de noviembre de 1953, cuando las balas asesinas arrebataron la vida del líder agrarista, quien desde ese día se convirtió en símbolo de fortaleza y determinación para los desheredados del campo y la ciudad.
El próximo martes 26, a partir de las 8:30, tendrá efecto la ceremonia luctuosa organizada por el Ayuntamiento de Cajeme a través de Valores Cívicos y la familia de El Machi, en el que fuera su hogar, calle Coahuila entre 6 de Abril y Jesús García.
Ofrendo aquí mi Elegía Rural por El Machi López, que publiqué hace 41 años en la sección literaria de Diario del Yaqui, espiga de versos donde prevalece el testimonio profundo de mi admiración por el líder campesino -Conciencia Agrarista del Valle del Yaqui-; texto que hoy rescato y lo entrego a las nuevas generaciones, con la emoción de quien ama sus raíces y a mujeres y hombres de bien.
Bernardo Elenes Habas
Precanto-. La sangre del Machi López, no admite jaulas ni alambres,/ ni sirve para peldaños de reaccionarios infames,/ porque su sangre es del pueblo, ¡es de todos y de nadie!
Por los caminos del Yaqui/ bañados de sol caliente,/ Maximiliano R. López,/ sembrando sus pasos viene./ En la mano izquierda lleva/ papeles, blancos papeles,/ donde resaltan los nombres/ de quienes tierra no tienen.
Sobre el corazón del Valle/ su sombra roja se mece,/ señalando latifundios/ de caciques que le temen./ Se alza su voz solidaria/ como furioso torrente,/ Machi López marcha firme/ comprometiendo su suerte.
Ahí viene Maximiliano,/ el del Yaqui, el de la gente,/ el del paño colorado,/ el de huaraches corrientes./ Sueña con desalambrar,/ con que se expropien los bienes/ de traidores reaccionarios/ que el valle completo quieren./ Y la espiga amotinada/ de su conciencia rebelde,/ desgrana entre los humildes/ la semilla combatiente.
Ladran nocturnos los perros,/ los perros que todo sienten,/ cuando llaman a su puerta/ con voces y golpes fuertes/ los oscuros mercenarios/ mensajeros de la muerte./ ¡Ay Machi, Maximiliano,/ el del Yaqui, el de la gente,/ el del paño colorado,/ el de huaraches corrientes,/ quieren acallar tu voz/ los caciques de Cajeme,/ y te han mandado matar/ creyendo así detenerte!
¡Maximiliano R. López,/ no saben que tú no mueres,/ que tu nombre va sin tregua/ y en nuestra sangre se mete;/ que una mañana de julio/ cuando podamos ser jueces,/ temblarán quienes pusieron/ armas en manos tan crueles,/ y el Valle latifundista/ -propiedad de los de siempre-/ será plural, colectivo;/ el pueblo te lo promete!
¡Ay Machi, Maximiliano,/ no saben que tú no mueres!/ ¡Que tu nombre va sin tregua/ y en nuestra sangre se mete! ¡Que tu nombre es llamarada,/ bandera que el pueblo quiere!/ ¡Los caciques no lo saben!/ ¡Los caciques de Cajeme!
Le saludo.