
Yonaguni, Japón. – En el extremo más occidental del archipiélago japonés, a solo 110 kilómetros de Taiwán, se encuentra Yonaguni, una pequeña isla que combina paisajes paradisíacos con uno de los misterios arqueológicos más intrigantes del mundo.
Con apenas unos 1,700 habitantes, Yonaguni forma parte de las islas Yaeyama, en la prefectura de Okinawa. A pesar de su tamaño, esta isla se ha ganado la atención internacional no solo por su cultura única y su cercanía geográfica con Asia continental, sino por lo que yace oculto bajo sus aguas: el llamado “Monumento de Yonaguni”, una gigantesca formación de piedra sumergida que ha desatado debates entre arqueólogos y científicos durante décadas.
Un misterio submarino
Descubierto en 1986 por un buzo local, el monumento parece una ciudad perdida bajo el océano. Sus escalones rectangulares, plataformas y formas geométricas han generado teorías que van desde una creación natural hasta los restos de una civilización antigua, incluso comparándola con la legendaria Atlántida.
Mientras algunos investigadores aseguran que se trata de un fenómeno geológico, otros defienden que la simetría de sus estructuras no puede ser mera casualidad. Hasta hoy, el enigma sigue sin resolverse, atrayendo a turistas y exploradores de todo el mundo.
Belleza natural y cultura
Más allá del misterio, Yonaguni es famosa por sus caballos nativos, pequeños y robustos, que pastan libremente en la isla. También es un destino de buceo de primer nivel gracias a sus aguas cristalinas, arrecifes y la presencia del tiburón martillo gigante, que cada invierno se acerca a sus costas en espectaculares cardúmenes.
La cultura local mantiene un fuerte vínculo con Okinawa, con tradiciones, gastronomía y un idioma que se diferencia del japonés estándar.
Una joya en los confines de Japón
Visitar Yonaguni es adentrarse en un Japón distinto, remoto y casi secreto. Allí, donde termina el país del sol naciente y comienza el horizonte hacia Taiwán, se mezclan naturaleza, tradición y misterio en un rincón que invita tanto a la contemplación como a la aventura.

Foto representativa