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Todavía a finales de octubre nadie la veía venir.

La posibilidad de una alianza electoral entre el PRI y el PAN aparecía impensable. No las alianzas de facto que le dieron vida y fama al peyorativo epíteto de PRIAN, sino una alianza electoral en la que compartieran candidaturas y territorios rumbo a un gobierno de coalición.

El 5 de octubre, el dirigente estatal del PAN, Ernesto Munro declaraba: “Puedo garantizar a la militancia panista que no se pretende una alianza política con el PRI, con quien queremos hacer una alianza es con la sociedad, con organismos, cámaras, sindicatos, con el pueblo de Sonora”

Pero algo pasó en los días subsecuentes. El 10 de octubre, el PRI llevó a cabo su sesión semivirtual de su Consejo Político Estatal, en la que sus 582 integrantes aprobaron una solicitud a su dirigencia nacional para la búsqueda de alianzas con otros partidos para la gubernatura, ayuntamientos y diputaciones.

La aliancista lectora, el coalicionista lector recordarán que durante los meses previos, comenzó a tomar fuerza una versión, alimentada desde Morena, pero también desde algunos sectores del PRI y el PAN, en el sentido de que la elección en Sonora ya estaba pactada para entregar la gubernatura a Alfonso Durazo, el precandidato de Morena.

Se hablaba de acuerdos entre la gobernadora Claudia Pavlovich y el presidente Andrés Manuel López Obrador; se citaba incluso que el acuerdo pudo haberse dado en la primera gira presidencial por Bavispe, cuando la gobernadora lo acompañó durante más de cinco horas en el viaje por carretera hasta Hermosillo.

Aquello traía bastante jubilosos a los morenistas y apesadumbrados a los priistas. Los panistas, todavía hasta el día cinco de ese mes insistían en ir solos.

Pero insisto, algo sucedió porque cinco días después, en esa misma sesión del CPE del PRI, la gobernadora salió al paso de los rumores y en su papel de jefa nata de su partido sostuvo con energía que “la elección 2021 no está entregada ni pactada pues el partido viene más fuerte para dar la batalla; eso quisieran los enemigos de Sonora, eso quisieran los enemigos del progreso de la gente.

Sonora se compite, no se negocia; Sonora se gana, no se regala, Sonora se convence, no se concede”, advirtió.

A los tricolores les volvió el alma al cuerpo, y a Morena le pisó los callos, pues al día siguientes salieron a dar una rueda de prensa en la que estuvieron dirigentes partidistas, legisladores locales y federales y uno que otro columpio para condenar lo que consideraron una intromisión de la gobernadora en asuntos electorales.

Después de eso comenzó a tejerse la famosa alianza, que tuvo su momento climático el sábado pasado, cuando Ernesto “El Borrego” Gándara acudió a rendir protesta como su candidato a la gubernatura. Días antes lo había hecho en el PRI y esta semana lo hará en el PRD.

Climático, porque su toma de protesta en el PRI era natural, pero en el PAN resultó ser no sólo un evento inédito, sino sorprendente y abundante en motivos para el asombro, el chismorrreo, la desmemoria y la memoralia; las conclusiones de cliché y las explicaciones no pedidas; la arenga plazuelera de Neto Munro y la mesura de Ernesto Gándara.

Munro no tiene la voz completa cuando citó una serie de indicadores que muestran una caída en todos los rubros de la administración pública federal, pero tampoco dijo mentiras: el desastre en seguridad pública, lo grande que les quedó el manejo de la pandemia; la crisis económica y los ejemplos de corrupción, nepotismo, opacidad; las cuotas para los cuates.

Gándara, por su parte, en el tono conciliador que lo caracteriza sostuvo que el reto no es derrotar a un partido político en particular, sino hacer trascender a Sonora para convertir al estado en un gran polo de desarrollo regional y nacional donde las oportunidades se abran para todos.

La alianza, dijo, no es de los partidos políticos, porque en esta gran alianza tienen cabida todas las voces, todos los proyectos y todas las personas que piensan que Sonora es mucho más que un grupo o una sola visión.

El candidato común de la alianza no podía ser otro que “El Borrego”. Todo mundo tiene claro que si hay un candidato que le puede competir palmo a palmo la gubernatura al de Bavispe, es él, que el 5 de novimbre presentó su renuncia al PRI para estar en condiciones de allanar el camino para la coalición.

Sin embargo, por un mínimo de pudor político, podrían haberse ahorrado la pena de incluir entre los presentes, con mención y todo, al ex secretario particular de Guillermo Padrés, Agustín Rodríguez, un leperazo de siete suelas que mancha con su historia y su presencia cualquier intento por adecentar cualquier proyecto político.

Lo cierto es que ya han quedado configuradas las dos principales fuerzas que se disputarán la gubernatura, y ambas tienen claroscuros importantes que tendrán que resolver para posicionar sus ofertas políticas rumbo al 6 de junio, un tramo largo por recorrer y en el que todavía falta mucho por ver.

Del lado de la tercera fuerza en la contienda, Ricardo Bours como candidato de Movimiento Ciudadano, queda a deber los números que dijo tendría a mediados de la semana pasada, pero que no ha dado a conocer.

En la rueda de prensa virtual que ofreció al cierre de su precampaña, dijo que el miércoles o jueves de la semana pasada tendría números para apreciar cómo se movieron las tendencias después de ese lapso en el que recorrió todo el estado.

No los ha dado a conocer y probablemente no lo haga, pero las encuestas más recientes indican que los números no se movieron mucho; que los candidatos punteros siguen siendo Alfonso Durazo y Ernesto Gándara (en ese orden) y que Ricardo no ha llegado a los dos dígitos.

En un escenario donde votara un millón de sonorenses (que es más o menos la expectativa), 10 puntos representarían unos cien mil votos, que son muchos, pero muy lejos de ser relevantes en una elección que ganará quien rebase los 400 mil.

Faltan cuatro meses para el día de la elección, y todavía nos falta mucho por ver.

Las tendencias apuntan, luego de la configuración de la alianza Va por Sonora, a que las opciones se han atomizado en dos polos: uno que empuja a la instauración de la 4T en el estado, y otro que busca evitarla.

El tema no puede abstraerse del panorama nacional, donde la coalición Va por México lleva candidatos comunes en 171 de los 300 distritos electorales, y en 10 de las 15 gubernaturas en disputa.
Cierren las puertas, señores, que esto apenas comienza.

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