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El experto en microexpresiones de la serie Lie to Me protagonizada por Tim Roth es el alter ego de Paul Ekman, de 86 años, un investigador de renombre mundial de la mentira y la emoción. No solo asesoró a los creadores del programa, sino que también ha sido llamado por numerosas agencias estadounidenses, como el FBI y la CIA. El credo de Ekman es que la verdad está escrita en nuestro rostro.

Esta idea tiene una larga tradición. Ya hay referencias en un antiguo texto indio de alrededor del 900 aC, y a principios del siglo XX también Sigmund Freud se hizo eco de la práctica. Desde mediados de ese siglo, los expertos en seguridad de EE. UU. han intentado separar la verdad de la ficción mediante el uso de detectores de mentiras. Los polígrafos registran cómo cambian el sudor, la frecuencia cardíaca y la respiración cuando se hacen ciertas preguntas. Pero en la vida cotidiana se utilizan los sentidos.

De 1971 a 2004, Ekman fue profesor de psicología en la Universidad de California, San Francisco, donde ahora es emérito. Desde antes de ese momento, se convirtió en el primer investigador en examinar, a gran escala, cómo los cambios observables en el rostro y el cuerpo reflejan la verdad o la mentira. En la década de 1960 formuló su teoría de las expresiones faciales universales para las emociones básicas: ira, disgusto, disfrute, miedo, tristeza y sorpresa. Ekman categorizó los músculos faciales involucrados en la producción de estas expresiones en lo que llamó el Sistema de Codificación de Acción Facial. Él y su coautor, Wallace V. Friesen, sentaron las bases de la popular teoría de las mentiras de Ekman en su artículo de 1969 “Nonverbal Fuga y pistas para el engaño”, que trataba sobre las señales no verbales de los pacientes. La idea central: las emociones que uno busca ocultar son a veces traicionadas por expresiones faciales y movimientos de brazos, manos, piernas y pies. Un buen ejemplo es una expresión facial momentánea que no dura más de un cuarto a medio segundo y es virtualmente invisible para un observador inexperto.

Sin embargo, estas microexpresiones que revelan emociones ocultas no ocurren con tanta frecuencia, según Ekman. Somos más propensos a observar emociones que están interrumpidas o incompletas. Por ejemplo, si intentamos fingir miedo o tristeza, es posible que los pliegues característicos de nuestra frente no se muestren. Y los músculos oculares pueden no estar involucrados en una sonrisa falsa. Ekman no cree que tales discrepancias sean prueba de falsedad. Simplemente piensa que son indicaciones de que algo podría estar mal. Por eso son necesarias pistas repetidas y variadas; una no es suficiente. En su libro Telling Lies, Ekman afirma que, en los experimentos de laboratorio, la verdad y la mentira se pueden distinguir solo con la expresión facial con una precisión de más del 80 por ciento, y que la cifra alcanzó el 90 por ciento cuando se incluyeron factores como los movimientos faciales y corporales, la voz y el lenguaje. en un análisis.

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