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La capital francesa posee decenas de museos pequeños, casi familiares, como el Museo del Chocolate, el del Abanico o el de la Absenta, que no tienen ni el músculo financiero ni la posibilidad de lograr patrocinios corporativos como las grandes instituciones, por ejemplo el Louvre o Pompidou, para sobrevivir a esta situación sin precedentes.

Uno de esos pequeños espacios es el Museo de las Lámparas de Aceite que dirige Ara Kebapcioglu, un armenio de 71 años, que en 1982 se trasladó a París al casarse con una francesa y abrió un pequeño taller de lámparas antiguas en una pequeña calle del distrito V.

En el año 2000 decidió abrir una pequeña exposición de lámparas de aceite en la trastienda del taller: una sala de unos quince metros cuadrados con unos doscientos modelos diferentes.

La afluencia a este espacio nunca fue muy elevada, unas tres personas al día, pero desde noviembre ni siquiera está abierto por las restricciones.

Kebapcioglu vive y paga los gastos del pequeño museo con la venta de lámparas restauradas y explica que, “sorprendentemente”, vendió muchas más en estos últimos meses: “la gente no puede viajar y el dinero que ahorra lo gasta en redecorar su casa”, explicó.

Este experto en iluminación unió a Instagram y a la venta por internet, y asegura que el momento es “complicado” pero que gracias a las ayudas del Estado, cerca de 3.000 euros en dos pagos, podrá salir adelante.