Poema de domingo.- El sol, parecía en el ocaso de primavera, una moneda reluciente cayendo en la alcancía de la tarde… Los niños de ayer hacían volar los papalotes de su imaginación en la inmensidad de la labranza. Oían las voces de sus padres, sus abuelos, sus tíos, regresando de las tierras que sembraban con esmero aunque no les pertenecían, donde, precisamente, habían visto que el sol escondía sus últimos rayos de luz, para que se encendieran las lámparas de petróleo en los chinames y apareciera el misterio de la noche, con sus estrellas y el murmullo infinito de las aves y los sueños…
Bernardo Elenes Habas
Tienen los ojos negros
El cabello oloroso
a vinorama y capomo.
Van persiguiendo
pájaros por entre
los breñales,
contemplando
horizontes paridos
por la tarde.
Creen que su corazón
es como una semilla,
que crecerá mañana
con las lluvias de julio,
florecerá en agosto
como revienta el día,
para ser fruto tierno,
y de nuevo semilla…
Al divisar que se alza
polvo desde lo lejos,
les invade el inquieto
sueño de la esperanza,
porque saben que vienen
de la labor, cansados,
campesinos de voces
como de monte y piedra,
y quizás de regalo,
traigan en sus morrales,
el sol, que claro vieron,
cayó en mitad del Valle…
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