Bernardo Elenes
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Mañana, cumple 94 años Cajeme Municipio.- Su nacimientos como solitaria Estación de Bandera, se extiende a 115 años.- Comunidad y autoridades encabezadas por el alcalde Javier Lamarque Cano, celebran fecha tan importante con el festival artístico-cultural Tetabiakte, escenario donde entregarán las preseas de Ciudadanos Distinguidos a la licenciada María del Rosario Oroz Ibarra y al doctor Teodoro Bojórquez Durán.

Bernardo Elenes Habas

La idea deslumbrante de convertir la comisaría de Cajeme, dependiente de Cócorit, en Municipio, maduraba desde antes de 1925 en los proyectos de un grupo de políticos afines al General Álvaro Obregón.

Éste, el General de mil batallas, vislumbraba el crecimiento de Cajeme, desde los años 20, cuando fue socio del primer molino arrocero en la naciente comunidad.

Posteriormente fue presidente de la República (1920-1924), y al concluir su mandato decidió venirse con su familia a Sonora, específicamente a la región del Mayo, en 1924. Pero a los pocos meses fincó su residencia en Cajeme, donde ya invertía en algunas empresas y se constituía, también, en voz decisiva en aspectos políticos y económicos, desde que el asentamiento humano tenía categoría de Congregación.

Fundó, como su hogar, la Hacienda Náinari en terrenos ubicados al poniente del núcleo poblacional, en las cercanías de la hondonada natural de lo que sería, con el transcurrir de los años, laguna del Náinari.

Desde ese tiempo el grupo de políticos, comerciantes, productores afines a Obregón Salido, es decir, Ignacio Ruiz (quien sería, al paso de los años primer comisario y primer alcalde de Cajeme), Eduardo Gaxiola, Ignacio Mondaca, Carlos Mízquez, Alejandro Méndez Limón, planeaban convertir Cajeme en Municipio, alentados por el General, quien hacía gestiones a nivel nacional con el presidente de la República Plutarco Elías Calles, y por supuesto, en la Entidad, donde su palabra era definitiva.

El objetivo no era fortuito, tenía un claro trazo hacia el futuro inmediato, al que se sumaban la empresa del Ferrocarril Sud Pacífico en sus programas encaminados a expandir sus ramales hacia el sur, y la Compañía Irrigadora del Yaqui, que ya nacionalizada trazaba el vertiginoso futuro de los extensos llanos donde, otrora, tenían grito y galope las partidas de yaquis rebeldes que defendían heroicamente su Nación, acechada desde siempre por los yoris.

Así, llegaron a la región gente de otros países, como Estados Unidos y Alemania, pero también hicieron raigambre familias de algunos Estados y de la sierra sonorense: Quiriego, Nuri, Tesopaco, Sahuaripa, como alguna vez me lo platicó don Melchor Soto Galindo, en junio de 1977:

“Bajamos de todos los pueblos de la sierra, de todo Sonora, por ejemplo El Quiriego, Nuri, Sahuaripa, Tesopaco, Bacanora, Ures, Hermosillo. Nosotros los Soto Galindo de Bacanora; Luis Antillón de Nuri; los Parada y los Bórquez del Quiriego. Toda esa gente con las mismas intenciones, con los mismos sueños y ambiciones. ¡Y se fajaron muy macizo!”.

En los albores de1900 y antes, el horizonte primario lleno de sol y soledades de lo que sería con el tiempo Cajeme, lo constituía un viejo camino de herradura, por donde transitaban agricultores y trabajadores del campo, desde Cócorit, Bácum y poblados de la sierra, con rumbo al Valle del Yaqui.

Quizás, nadie de los que diariamente utilizaban ese rústico sendero, llegó a imaginar que las extensas llanuras que inundaban sus ojos con cielo y el perfil de la sierra al oriente, se convertiría, alguna vez, en asentamiento humano.

En los años 1906, 1907, asomaron las vías del tren, provenientes de ramales del norte, creando Estación Corral y Estación Esperanza, porque sobre rieles, en furgones movilizados por los poderosos motores de vapor del ferrocarril, llegaba el progreso, como decían los antiguos pobladores de esas latitudes.

Mi abuelo materno Nacho Habas, quien había nacido en 1900, llenaba mi imaginación infantil, con extensas narraciones, diciéndome que a los siete años de edad, al pasar con sus padres a lomo de caballo o en carreta tirada por mulas, desde Cócorit a trabajar al Valle, veía las carpas y a los obreros de la empresa Sud Pacífico extendiendo la “punta de fierro” hacia el sur. Excavando un pozo para abastecer de agua al tren a su paso. Construyendo una casa de madera. Generando una distracción en la soledad del monte.

En estos días, al celebrar con júbilo los 94 años de Cajeme como Municipio, vislumbro que su verdadera raíz, se extiende más de 20 años atrás del momento solemne en que el entonces gobernador de Sonora, Fausto Topete Almada, decretase la Ley Número 16 (noviembre de 1927), que lo transformó de Comisaría en Municipio, cuando aún la comunidad tenía aroma rural y por su cielo límpido cruzaban miles de aves que se convertían en espectáculo natural de sus moradores.

Los viejos fundadores lo recuerdan. En sus apuntes solariegos, historiadores y cronistas como Claudio Dabdoub Sicre, Oscar Sánchez Márquez, Miguel Mexía Alvarado, Rogelio Arenas Castro, Mayo Murrieta, José Escobar Zavala, dejan testimonio de que fue en 1906, 1907, cuando debido a los planes de extensión de los ramales del Ferrocarril Sud Pacífico, se propició el nacimiento de Estación Corral y de Esperanza, perfilando diez kilómetros al sur de esta última población, un pozo que abastecería de agua a las máquinas del tren, donde se construyó también una casita de madera que cumplía como oficinas del Jefe de la Estación de Bandera, denominada Cajeme, siendo sus primeros operadores Bert Cameron, Emilio Estrella, y posteriormente Lauro Servín de la Mora.

Cinco años después, personajes como Federico Seaman, Rodolfo Scott Tobie, y Pablo Kuraica, construyeron los cimientos de la comunidad, al abrir un embarcadero para ganado, comercios, hospederías, y expendios de bebidas e implementos de labranza, en torno a la Estación de Bandera, donde los habitantes de Cócorit, que era entonces cabecera municipal, al cruzar por la brecha de herradura hacia el Valle, se detenían para forjar sus sueños visionarios en los nacientes comercios, como me lo platicaba mi abuelo Nacho, quien ya adulto, fue mayordomo en la Hacienda La Realidad, frente al Campo 3, cuando era propiedad del norteamericano Jimmy Ryan.

Así, con el transcurrir de los años, de 1907 a 1912 y 1917, comenzaron a erigirse pequeñas casas, surgiendo los trazos de las primeras calles frente a la Estación, de tal manera que esta tierra antes inhóspita, por donde varios años atrás cruzaban, levantando polvaredas con sus caballos, partidas de yaquis rebeldes y soldados federales en franca guerra, se convirtió en Congregación.

El crecimiento del naciente núcleo de población –establece en su libro Historia de El Valle del Yaqui, Claudio Dabdoub–, fue vertiginoso, de tal manera que en 1925 ya contaba con 450 habitantes, y se forjaban nuevos negocios como un molino para arroz, instalado por los agricultores H. F. Brunk, Jimmy y W. A. Ryan (cuyas dos hijas, ya de la tercera edad, visitaron Cajeme hace más de veinte años, procedentes de Estados Unidos), bajo la razón social de “Yaqui Valley Rice Associattion”, que se convertiría posteriormente en Cía. Molinera del Río Yaqui.

Ese mismo año, como resultado del crecimiento inusitado que registraba la Congregación, se le dio nivel de Comisaría, en la que fungió como su autoridad principal Ignacio Ruiz Armenta, quien, de comisario, pasó a encabezar el Primer Ayuntamiento Constitucional de Cajeme, por decreto de la Ley No, 16 emitida el 29 de noviembre de 1927 por el gobernador Fausto Topete Almada, llevando como regidores a Joaquín R. Ibarra, Ignacio Mondaca H., Carlos H. Mízquez, Eduardo C. Gaxiola, Francisco J. Rodríguez y Alejandro Méndez Limón, rindiendo protesta ante el diputado local Alberto J. Moreno, el 1 de enero de 1928, comisionado para tan solemne e histórica ceremonia, por Topete Almada. Así, nació este pueblo…

María del Rosario Oroz Ibarra y Teodoro Bojórquez Durán, Ciudadanos Distinguidos 2021.

Como eje central del jubileo de los 94 años de Cajeme, se reafirma la tradición de entregar la presea “Ciudadano Distinguido”, con la que se rinde homenaje a quienes han marcado con su vida, sus obras, su trayecto social y humano, el desarrollo de la comunidad, heredando valores, principios, por el terruño y sus habitantes, con acciones legítimas y desinteresadas.

Y de acuerdo al dictamen de la Comisión Evaluadora, ratificado y oficializado en sesión de Cabildo, el nombramiento de Ciudadanos Distinguidos 2021, congruente con la equidad de género, corresponden a la licenciada María del Rosario Oroz Ibarra y al doctor Teodoro Bojórquez Durán, cuyos perfiles, obras sociales y humanas en beneficio del Municipio y su gente, les hacen merecedores de esta histórica presea.

Chayito Oroz, de amplia trayectoria social en Cajeme, distinguiéndose su trazado humano a favor de la niñez, la educación, cultura, deporte, siendo parte activa de valiosos ciudadanos que con vocación humana y visionaria dieron vida a la Universidad La Salle Noroeste, ITESCA, Asilo de Ancianos, Casa Hogar María Madre, Escuelita de Beisbol Tomás Oroz Gaytán, edificio de la Benemérita Cruz Roja, mantenedora de becas para niños de primaria, catedrática del ITSON durante importante etapa de su vida. Labor a la que se integra su desempeño político como regidora, diputada federal, diputada local, espacios desde donde trabajó por la reforestación de la ciudad y generó importantes iniciativas encaminadas al fortalecimiento de la mujer y las familias, alternativas de emprendimiento, de respeto y atención para integrantes de la tercera edad. Asimismo es autora del libro “2+2, Matemáticas para el cerebro”.

Doctor Teodoro Bojórquez Durán: Médico cirujano, quien se ha caracterizado por su labor altruista a favor de familias humildes e integrantes de las etnias, donde sus servicios son valorados con especial respeto, misión que le ha conferido el nombramiento de Médico del Pueblo.

Hizo su carrera becado por la empresa Caterpillar, en la que se desempeñaba como cobrador. Realizó su servicio social en el IMSS y estuvo integrado al ISSSTE, donde su desempeño fue ejemplar.

Fundo la Asociación de Profesionistas y Ciudadanos A.C., en 1997, a través de la cual llevó y lleva atención médica y social en forma gratuita a colonias populares de Ciudad Obregón, y de otras comunidades, con énfasis a familias yaquis, mayos, guarijíos.

Durante el terrible azote de la pandemia del coronavirus, cuando la ciudadanía se sentía desesperada ante la inminencia de la muerte al contraer dicha enfermedad, abrió para todos las puertas de su consultorio por la calle Coahuila al sur, salvando miles de vidas a pesar de que exponía la propia, aplicando un coctel de medicamentos que él mismo conjugó hace 40 años encaminado a reforzar el sistema inmunológico de las vías respiratorias en pacientes, lo que despertó la confianza en las familias de la ciudad y de otros lugares de Sonora y del país, quienes buscaron sus atenciones. Incluso, la aplicación del medicamento por él descubierto salvó vidas también en países como Bolivia, Argentina, Perú, Estados Unidos, incluyendo a México, desde donde le solicitaban la fórmula.

En los días aciagos del coronavirus, cuando rondaba la muerte las calles de Cajeme, ahí estaba de pie el doctor Bojórquez, atendiendo a sus pacientes sin distinción entre quienes podían o no podían pagar los medicamentos que él mismo y su esposa aplicaban, hechos que anidaron en la conciencia y la sensibilidad de la gente del pueblo.

Ellos, la licenciada María del Rosario Oroz Ibarra y el doctor Teodoro Bojórquez Durán, son los Cajemenses Distinguidos 2021.

¿Cómo no profesar reconocimiento y admiración a una mujer y a un hombre, quienes sin pedir nada a cambio entregaron y entregan parte de sus vidas, su sabiduría, su vocación por servir a la gente, fortaleciendo a Cajeme, su desarrollo, su alma rural que mañana cumple 94 años como Municipio?

Le saludo, lector.

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