Bernardo Elenes
Capturadepantalla2024-04-26alas192343
PrevencionEmbarazo
Lactanciapornostros4
Capturadepantalla2023-02-13alas213814
Capturadepantalla2023-02-13alas214531
Capturadepantalla2022-09-12alas043937
Capturadepantalla2023-02-13alas215907
Capturadepantalla2023-02-13alas220711
previous arrow
next arrow

“Los rayos no les caen a quelites y verdolagas”.- La sabiduría popular del filósofo Luciano, tiene, por supuesto, aplicaciones políticas.- Tal vez los caciques del pueblo vislumbran el futuro electoral de Patricia Patiño en Cajeme, por eso ordenan una tormenta eléctrica.

Bernardo Elenes Habas

Los rayos, en las tormentas, no le caen a los quelites y a las verdolagas, sino a los árboles que sobresalen, me comentaba durante sus andanzas por Cajeme, en los años 70, 80, mi inolvidable amigo, el filósofo Luciano (Alejandro Román Rivera).

Alejandro había nacido en la región del Mayo, Navojoa, y adoptó el nombre literario de Luciano, porque se había autoparido, decía jubiloso, habiendo adquirido sabiduría en el monte, cuando fue vaquero.

Paty Patiño,, vocación

-Veía el agua que corría fresca y limpia en los arroyos –me platicaba mientras saboreábamos humeantes tazas de café en “El Negrito” del Mercado Municipal de Cajeme, propiedad de don Juan Cervantes-, y comprendía que era una lección gráfica de Economía, porque reflejaba esa estampa rural el progreso de los pueblos. Pero cuando me topaba a lomo de mi caballo con una ciénega o un brazo de arroyo sucio y maloliente, sabía que era el estancamiento social, sin riqueza ni progreso.

En una ocasión me comentó una chusca y chispeante vivencia de la que fue protagonista, cuando salía del callejón de los “Baños Julieta”, hacia la calle Galeana, elegantemente vestido con traje color azul Oxford, camisa blanca, corbata de seda y brillantes zapatos.

-¡Luciano, cómo nos defraudas así a tus amigos y seguidores! Tú eres el filósofo del pueblo y no debes abandonar tu pantalón de mezclilla, camisa de tela rústica y tu morral lleno de pensamientos y poemas –le reclamaba uno de los múltiples admiradores que tenía por estos lares.

-¡Manito –le respondí en el acto, recalcó-, si los toreros para lidiar a los toros se visten de luces, ¿qué indumentaria debe de llevar un filósofo como yo que tiene que enfrentar diariamente para subsistir a la peor de las bestias, el hombre?

Las anécdotas, las frases, poemas y canciones eran pan cotidiano, cuando Luciano compartía mesa con Rigoberto Badilla, José Antonio Ruiz, Jesús Antonio Salgado, José Manuel Franco y conmigo, mostrando su genio, hablando de la belleza de las mujeres de Bacabachi, de la historia indígena del Totoligoqui, de su estancia en París, donde dio cátedra de ignorancia a los sabios de La Sorbona y de sus encuentros, a veces ríspidos con otro escritor y poeta yaqui, Santos García Wíkit.

Recuerdo con admiración a Luciano, a su hermano Alfonso, iluminado con el mismo sino creativo del filósofo yaqui-mayo.

Por eso, retomo la primera frase de esta crónica, para reflexionar sobre el trazado político, social y humano de Patricia Patiño, quien, ciertamente, desde muy jovencita ya caminaba a ras de tierra mirando a los ojos de la gente, luchando por los más humildes en el campo y en la ciudad, manteniendo ardua trayectoria de la que, como reportero, fui testigo.

Y, ahora, cuando el talento de Patricia y su vocación humanista la colocan, inexorablemente en la venidera contienda electoral, como un proyecto madurado con decisión y entrega, comienzan los caciques del pueblo a ordenar soberbios ataques, ignorando que, como solía expresar Luciano, “los rayos no les caen a los quelites y a las verdolagas, sino a los árboles grandes que dan frutos”.

Le saludo, lector.

Bernardo Elenes
Comentarios