Bernardo Elenes
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El INE se convierte en una metáfora, y la política en tianguis.- La llegada de Guadalupe Taddei al Instituto, está desmoronando paso a paso la estructura electoral que le confería seguridad a la ciudadanía a través de su credencial de elector, que era su arma cívica.

Bernardo Elenes Habas

Quienes conocemos a Guadalupe Taddei Zavala y fuimos testigos de su venturoso desempeño ante el Instituto Electoral de Sonora, creímos que su llegada a la presidencia del INE en el país, representaba el perfil idóneo para rescatar y darle trascendencia y fortaleza a dicho organismo, que vivía por razones políticas e ideológicas en los últimos años, tiempos de incertidumbre.

Guadalupe Taddei Zavala, presidenta del INE

Pero la realidad comenzó a mostrar su crudeza, rebasando, de entrada, las normas del INE, permitiendo sus consejeros el crecimiento como tumores de formas alternas e ilegales para elegir candidatos a la presidencia de la República, en una duplicidad impúdica de normas que se sobreponen a las ya existentes, desechando que oficialmente se instalará en septiembre próximo la plataforma que dará legitimidad constitucional al proceso 2023-2024, para abanderar postulantes.

Esas irresponsabilidades significan que los actuales movimientos que realizan Morena y sus aliados, y que también han echado a funcionar los partidos PRI, PAN, PRD que conforman la Alianza Opositora, son ilegales, pero que disimuladamente cuentan con la aprobación tácita del árbitro electoral.

Guadalupe Taddei se niega a reconocer esa elemental realidad, sin considerar que está entrando a la historia de los comicios de México, no por la puerta del respeto a su juramento de cumplir y hacer cumplir las leyes que emitió al asumir el cargo, sino por las formas ventajosas admitidas a favor de algunos partidos y una supuesta predominancia ideológica, sin atreverse a darle certeza y legalidad, principalmente, a los enunciados filosóficos que sustentan la institución que es de todos los mexicanos, no de facciones y grupos.

Todo indica que la historia del país en el ámbito electoral está dando un giro dimensional y regresando a la etapa de los hombres únicos y providenciales que ya se creía superada, luego de la etapa posrevolucionaria.

Es evidente que la parcialidad del INE se manifiesta como una herida por donde fluye la otrora respetada fortaleza de sus enunciados, por los que transitaron los últimos comicios presidenciales, incluyendo el de Andrés Manuel López Obrador, pero que, inesperadamente, a partir de este sexenio comenzaron los intentos para socavarlo y desbordarlo, tratando de demeritar su imagen, colocándolo como un grotesco y corrupto fantasma ante la conciencia ciudadana y el paredón de la historia, sin tomar en cuenta su funcionalidad y la credibilidad alcanzada en las décadas recientes.

Hace unos días la Comisión de Quejas y Denuncias del INE, rechazó un proyecto que proponía frenar por ilegales, las giras y actos públicos de quienes aspiran a convertirse en candidatos de Morena y sus aliados, a la presidencia de la República, bajo el señuelo de aspirar solamente a la Coordinación de la Defensa de la Cuarta Transformación.

En ese sentido, sería justo preguntar a quienes se mueven en el juego de las simulaciones, durante las conferencias de prensa que propician en sus giras de campaña que no son campaña, si en realidad su única búsqueda es lograr la Coordinación de la Defensa de la Cuarta Transformación y no pretender bajo tan grotescos y falsos ropajes, la bandera de su partido para relevar a AMLO en la presidencia; es decir, cuestionarlos sobre el ambiente inmoral e ilegal en que se desenvuelven con falsas premisas, para entender la magnitud de la metáfora en que han convertido al Instituto Nacional Electoral, y el tianguis que han hecho de la actividad política.

Le saludo, lector.

Bernardo Elenes
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