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Con todo y no ser de las más intensas que se hayan registrado en Hermosillo, la tormenta del pasado revivió un tema que suele aparecer cada vez que una lluvia extraordinaria azota la ciudad y deja al descubierto las carencias de infraestructura urbana, especialmente una: la del drenaje pluvial.

 

Las pocas obras de esta naturaleza que existen, por si fuera poco, tienden a colapsarse por la basura que arrastran los arroyos en que se convierten las calles, tapando las alcantarillas y detonando el caos vial y provocando daños y pérdidas en casas y negocios.

 

Se ha vuelto un lugar común decir que los gobiernos evaden hasta donde pueden, invertir en obras que no se ven, acaso por el poco impacto mediático que tienen en las proyecciones electorales y, antes bien, se traducen en fuertes molestias para el tránsito cotidiano que a su vez, se traduce en mentadas cada vez que se cierran vialidades por los trabajos propios de esas obras.

 

La presente administración municipal comenzó a trabajar desde hace 18 meses un estudio para conocer a detalle la situación que hay en la capital sonorense en materia de infraestructura pluvial.

 

Este informe fue mostrado ayer por la alcaldesa Angelina Muñoz Fernández y en él se detallan las obras que se requieren para poner a la ciudad en condiciones de soportar precipitaciones fuertes, y por lo visto no estamos hablando de un asunto menor.

 

Se trata de 140 obras prioritarias que implican una inversión por el orden de los dos mil millones de pesos que, obviamente, no provendrían del presupuesto de un año o un trienio, sino que tiene una proyección de un plazo más largo que correspondería a varias administraciones municipales y que requerirán de un intenso trabajo de gestión de recursos propios, estatales y federales.

 

El estudio consigna hasta un histórico de precipitaciones en esta región, un análisis del tipo de suelo, el comportamiento de las corrientes de agua y el tipo de vegetación, en lo que constituye el primer paso de un proyecto en el que las próximas administraciones habrán de poner manos a la obra, si realmente se quiere resolver en definitiva un problema que todo indica, tenderá a agravarse con los impredecibles caprichos de la naturaleza que nos depara el calentamiento global y el cambio climático.

 

Ojalá que este proyecto no se archive en el polvo de las inercias ancestrales de no continuidad que suelen aparecer de una administración a otra, sólo por el hecho de que las autoridades provienen de diferentes partidos políticos (y casos ha habido de proyectos que se desechan aunque la transición sea entre autoridades del mismo partido).

 

Lo importante es que ya se ha dado el primer paso con la elaboración de este estudio y ya dependerá de la administración entrante y las subsecuentes, aplicarse en la solución de este problema. Hermosillo, que ya linda el millón de habitantes y concentra buena parte de la actividad productiva y de servicios, se lo merece.

 

II

 

Y a propósito de temas hidráulicos, nos tocó conocer ayer al virtual director del organismo operador en la capital, Elliot Romero Grijalva, perfilado por la alcaldesa electa, Célida López para ocupar ese cargo y al que le ha tocado desde el día de su mención pública, conocer el cálido sabor de la grilla política mezclada con el interés económico.

 

Y es que un grupo de integrantes de la Junta de Gobierno y el Consejo Consultivo de Agua de Hermosillo difundieron una carta dirigida a la alcaldesa electa para que considere dejar en el cargo al actual director, Renato Ulloa, advirtiéndole incluso que una de las facultades de la Junta de Gobierno es la de designar o remover al titular del organismo.

 

Romero Grijalva se observa un tipo determinado aunque dice que su principal activo como abogado es la apuesta por la conciliación en los conflictos.

 

No es un improvisado. Su primer trabajo en el servicio público, fuera de los juzgados lo obtuvo en el gobierno de Eduardo Bours Castelo, a donde lo llamó el entonces director jurídico Wenceslao Cota Montoya para reforzar el área de amparo. En 2009 fue ratificado en el cargo por el sucesor de Cota Montoya, Carlos Espinoza y desde allí le tocó sudar todo el complicadísimo proceso jurídico para validar el acueducto Independencia.

 

Sin embargo, asegura, nunca ha militado en el PRI ni en el PAN. Al único partido al que se ha afiliado, sostiene, es a Morena, al que se acercó por un amigo llamado César Yáñez, nada más y nada menos que el responsable de prensa en la campaña de Andrés Manuel López Obrador. Yáñez fue quien lo presentó con Alfonso Durazo, con quien trabajó a lo largo de toda la campaña.

 

Elliot Romero se dice consciente de la dimensión de la responsabilidad que tendría una vez que se haga oficial su nombramiento, algo en lo que está confiado.

 

Asegura que el acueducto Independencia tiene viabilidad a largo plazo y plantea que debe concluirse, aludiendo al llamado Ramal Norte, suspendido en 2015 por carecer de autorización de uso de suelo y de impacto ambiental. Esa obra llevaría el agua desde la presa Abelardo L. Rodríguez hasta el norponiente de la ciudad, rodeándola por el norte.

 

Parte de la polémica en aquellos años pasaba por el cabildeo con los propietarios de los terrenos en ese sector, un tema que se tendrá que negociar y sacar adelante en aras del desarrollo de la ciudad, dice.

 

Sabe que en Agua de Hermosillo coexisten múltiples intereses, hay muchas inercias y no pocos problemas que van desde la contratación de servicios, la comercialización, las tarifas, la obra pública, las deudas, la relación con el sindicato, la cultura del agua…

 

Para ello está armando un equipo de profesionales que tienen la consigna de hacer las cosas bien, con honestidad y transparencia. “Es tan sencillo como eso. Imagínate que llegue alguien que haga las cosas bien, que en lugar de recuperar 15 centavos de cada peso recupere 80”.

 

Le comenté que en el organismo los problemas vienen desde hace décadas, y que en todos esos años se han sucedido gobiernos tanto del PRI como del PAN y aunque se han registrado avances, subsisten muchos de esos problemas. Le pregunté cómo garantizaría que alguien de su equipo no resistiera la tentación de sucumbir al proverbial cañonazo de 50 mil pesos.

 

Respondió con una lacónica, lapidaria frase:

 

“Al primero que salga con eso, me lo chingo”.

 

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