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Arturo Soto Munguía

Lo de ayer fue una carnicería en Hermosillo.

Cinco asesinatos violentos, entre ellos el de un comandante de la policía municipal y un hombre al que ejecutaron mientras estaba acompañado de dos mujeres, y a su espalda, unos niños se estremecían por los disparos, se tapaban los oídos y buscaban refugio debajo de la mesa.

La inocencia perdida, el olor a pólvora y el estruendo de muerte. El horror está aquí, en las calles y los parques, en los espacios reservados para la convivencia familiar. El miedo se respira en el pesado, húmedo, caliente viento del verano hermosillense, en el que flota densamente la pregunta: ¿dónde está la Guardia Nacional?

Es tan irresistible como lamentablemente inútil, la tentación de repartir culpas entre los tres niveles de gobierno, una dinámica inevitable sin embargo, entre líderes de opinión, periodistas, opinólogos y comentócratas que pueblan las redes en una fiera disputa por los “likes”.

Una dinámica ociosa considerando los resultados que ofrece, y de dudosa redituabilidad política si se considera que en este tema, todos estamos de alguna u otra manera, involucrados.

Citamos el caso de la Guardia Nacional porque hace un par de semanas todavía se le mencionaba como la gran apuesta en la lucha contra el crimen organizado y en la búsqueda de la pacificación del país, pero evidentemente la tarea los rebasa.

El hombre al que asesinaron en el restaurante había sido detenido hace algunos meses, cuando participó junto a otros sujetos en la ejecución de un policía municipal. El convoy fue detenido sobre el bulevar Progreso casi llegando al Morelos y los implicados fueron puestos a disposición del Ministerio Público Federal.

Por alguna razón que todo mundo se pregunta, y todo mundo se responde por lo bajo, la Fiscalía General de la República no pudo acreditar elementos suficientes para mantenerlo preso. Ayer fue asesinado y su muerte, grabada por las cámaras de seguridad del establecimiento, se viralizó en redes sociales, pese a las muchas advertencias y exhortos a no difundir ese tipo de escenas.

Y con ello se aportaron nuevos motivos para documentar el pesimismo; más elementos para alimentar la zozobra, el horror, el sentimiento de saberse presa del azar que, inopinadamente, puede poner a cualquiera en el momento preciso y el lugar exacto para ser salpicado de sangre, cuando no de plomo.

El recuento de víctimas fatales lo encontraremos en la página roja. El de las víctimas políticas en todos lados.

Inevitable mencionar el mal timing de la alcaldesa Célida López, quien por la mañana subió a su cuenta de Twitter una arenga descalificando adversarios políticos (mafia del poder, les llamó) y advirtiendo que Morena los volverá a derrotar en 2021.

“Ni el PRI ni el PAN juntos lograrán derrotar al movimiento que está más fuerte y vivo que nunca. A todos aquellos hombres y mujeres de buena fe les invito a renunciar a sus partidos que ya no le sirven al pueblo y los convoco a apoyar a nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador”, escribió a eso de las nueve de la mañana.

Horas después, un sujeto encapuchado, de acuerdo a versiones de testigos, acribilló y dio muerte a José Antonio Zepeda, comandante de la Policía Municipal que estaba asignado a la movilidad del jefe de Tránsito, Manuel Enrique Cabanillas.

Los hechos, en la banqueta de la casa del comandante, ubicada en un fraccionamiento popular del sur de la ciudad. La colonia Villas del Sur, un complejo habitacional de clase obrera, despojado de lujos y pletórico de problemas.

Pero en el tuit de la alcaldesa llamó la atención una referencia a “esos que se reúnen en cafés acordando alianzas de facto”. Alianzas de facto es un concepto que manejó Ernesto Gándara un día antes, en un encuentro con periodistas en conocido restaurante del sur de Hermosillo, como una opción para apuntalar su eventual candidatura al gobierno del estado en 2021.

El timing de la alcaldesa no fue el mejor, pues precisamente el día en que decidió subirse al ring de la sucesión gubernamental, con una agenda eminentemente político-electoral, fue el día que la muerte escogió para irrumpir sin tocar ni pedir permiso, dejando una estela de sangre y horror en el imaginario colectivo.

La indirecta alusión al Borrego Gándara fue además, desafortunada. Me tocó estar en ese encuentro y el ex alcalde hermosillense se refirió en muy buenos términos a la alcaldesa.

Habló de la urgencia de trabajar en la gobernabilidad a partir de alianzas electorales, legislativas y de gobierno, destacando entre estas últimas lo que están haciendo Célida López, Claudia Pavlovich y Andrés Manuel López Obrador, que han privilegiado las coincidencias en el diseño y operación de las políticas públicas en beneficio de sus representados, por encima de las diferencias político-partidistas.

A la cortesía de El Borrego, Célida responde con una bofetada.

Pero eso no fue todo. Ayer domingo se llevó a cabo la toma de protesta de Luis Ernesto “Güero” Nieves como dirigente municipal del PAN en Hermosillo. Un evento desangelado, considerando que el Güero es un tipo carismático, polémico y con buena presencia en medios; se desenvuelve bien en redes sociales y cualquiera supondría que sería un día de fiesta por todo lo alto.

No fue así. Más bien se trató de un acto protocolario en el que fue como candidato único, validado en una asamblea menos nutrida que la de cualquier sociedad de alumnos en una secundaria marginal.

Pero sirvió de foro para que el dirigente estatal, Ernesto Munró le arrimara leña a la alcaldesa de Hermosillo, y lo siguiera haciendo en el transcurso del día a través de sus redes sociales. Normal, si se considera que Munro fue uno de los artífices del bloqueo a Célida en la definición de candidaturas el año pasado en el PAN. Ambos rocaportenses tienen una agenda de agravios cuyas dimensiones sólo ellos saben.

Lo notable es que a las críticas de Munró a Célida se sumó también el Güero, cuando apenas unos días atrás era uno de sus más cordiales opositores-apoyadores.

O algo se rompió ya entre el PAN de Padrés, encabezado por Munro-Nieves y el panismo sumado a Morena, o se trata de una jugada política con alto grado de perversidad, inaprehensible para mi despolitizada ingenuidad.

Como sea, insisto en que no se debería cargar la mano a la alcaldesa. Era imposible que ella supiera que, justo el día en que decidió subirse al ring sucesorio y asumir el papel de activista político-electoral, el crimen organizado desatara una carnicería en las calles de la ciudad que gobierna.

Es un poco lo que le sucede al Güero, un político forjado en la batalla, echado pa’delante, experimentado en tareas legislativas y de gobierno, pero con una base social diezmada por la realidad cruel, y esperanzado en un coro de merolicos que le venden la luz del ocaso como si fuera del amanecer.

En fin. Veremos cosas peores en adelante.

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