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Si se trataba de mostrar el músculo, Claudia Sheinbaum lo hizo en Cajeme como lo ha venido haciendo en cada plaza que visita en todo el país.

Obviamente, el ‘músculo’ incluye un impresionante despliegue de recursos de todo tipo para enviar un mensaje claro y contundente sobre su condición de puntera en la contienda interna de Morena para definir en quién recaerá la candidatura presidencial de ese partido y sus aliados en 2024.

A la precandidata se le podrán endosar cuestionamientos y críticas en el sentido de que no conecta con la gente, que se le dificulta salir del acartonamiento y hasta lo hosquedad y hasta que se ha mimetizado en su líder y mentor, el presidente de la República copiándole incluso el acento tabasqueño y los clichés más socorridos por el mandatario, pero para la base electoral de Morena esto, más que ser un pasivo constituye un activo, si se considera que en realidad, la locomotora que va a jalar el tren de la sucesión presidencial es el propio presidente.

Y a estas alturas, casi nadie parece albergar dudas sobre cuál es la preferencia del jefe del Ejecutivo federal en esta contienda interna.

No es gratuito que, de acuerdo con un listado de encuestas publicado por la propia Sheinbaum en su cuenta de Twitter, su ventaja sobre el más cercano competidor, Marcelo Ebrard vaya de los 10 a los 20 puntos. El resto de las ‘corcholatas’ simplemente no tienen nada qué hacer en esta contienda, salvo servir de coreografía validadora del proceso, con la expectativa de acompañar a la próxima presidenta en la continuidad del proyecto obradorista.

Veamos: Mendoza Blanco y Asociados da un 47.2% de preferencias a Claudia sobre un 25.1 de Marcelo; Covarrubias y Asociados da un 36 a 24; La Jornada, 42 a 28 y Polls.mx, 37 a 27.

A tres semanas de que inicie la siguiente etapa del proceso interno, que es precisamente la de aplicación de encuestas, el camino parece estar despejado para Sheinbaum y una buena parte de las expectativas de la oposición siguen fincadas en que Marcelo se inconforme con los resultados de las encuestas reglamentarias y rompa con Morena.

Ese escenario aparece remoto si se considera lo que está en juego, que es ni más ni menos que la continuidad de un proyecto de nación con el que todos los aspirantes están comprometidos y a cual más, cual menos, les convendría mantenerse institucionales.

Además, el Frente Amplio por México debería reconsiderar si una eventual ruptura de Marcelo con Morena los beneficiaría pues el excanciller parece concitar más simpatías fuera de Morena que dentro de ese partido.

Así, Ebrard fuera de Morena le quitaría más votos al PRI, al PAN y al PRD que al propio Morena, si fuera postulado, por ejemplo, bajo las siglas de Movimiento Ciudadano, que en los últimos días ha fijado posiciones que lo distancian más de la alianza opositora que de Morena, cuyo jefe nato, el presidente de la República ya destapó a Samuel García y Luis Donaldo Colosio Riojas como posibles candidatos presidenciales de MC.

El presidente anda con todo. No solo destapó a sus ‘corcholatas’, sino que se adjudicó el destape de Xóchtil Gálvez en el FAM y ahora ya metió la mano en MC para alentar, zorrunamente, a Samuel y Luis Donaldo sabedor de que todo aquello que divida a la oposición se traduce en beneficios para la causa de la 4T.

II

El ‘fenómeno’ Xóchitl Gálvez sin duda le movió el piso al oficialismo, pero aquí y ahora está lejos de significar una posibilidad real de alzarse con el triunfo presidencial. Quien opine lo contrario está viendo el árbol de Twitter pero perdiendo de vista el bosque de un poderoso aparato de Estado con toda su maquinaria -y dinero- volcada a favor de Claudia Sheinbaum.

Los eventos de la precandidata no dejan lugar a dudas. Sin pudor ni miramientos el funcionariato y la clase política en el poder se regocijan en el acarreo y el refrendo de convicciones tasadas en el legendario trinomio de la torta, la soda y el billete, una fórmula que por décadas le funcionó al PRI para encabronamiento del PAN, que muy pronto pasó a descubrir que sí funciona y que estaba mal cuando la usaban los priistas, pero se justificaba cuando la usaban ellos.

Con la izquierda sucedió lo mismo.

Toda una era quejándose de la abusiva y ventajosa utilización de los recursos públicos para inducir y coaccionar el voto a favor del gobierno en funciones; para retacar plazas, foros y estadios con los más pobres entre los pobres, y terminaron haciendo exactamente lo mismo.

Nadie con un mínimo de pudor político debería pasar por alto que un incuantificable chorro de recursos públicos están siendo utilizados, directa o indirectamente para llenar los mítines de la señora Sheinbaum. Priistas, panistas y perredistas se escandalizan hoy con ello, pero porque ya no están en condiciones de hacerlo; cuando estuvieron, lo practicaron con singular alegría.

En todos los casos hay una razón de Estado que se resume en la necesidad de darle continuidad a sus respectivos proyectos. Fue el argumento del PRI en 1986 para el fraude electoral en Chihuahua operado por Manuel Bartlett desde la Secretaría de Gobernación. Se trataba de no ceder el poder a la derecha, a la iglesia y al imperialismo yanqui. ¿Les suena?

Y de allí en adelante los priistas lo siguieron practicando. Se la aplicaron a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, y en 1994 mantuvieron el poder por medio del terror provocado por el asesinato en vivo de su candidato presidencial en Lomas Taurinas. El modelo no aguantó más y en 2000 vino la primera alternancia en el país con Vicente Fox, cuyos rebuznos siguen resonando en Twitter hasta la fecha, pero a quien mucha gente de izquierda apoyó bajo la consigna del ‘voto útil’.

Aquí en Sonora, uno de sus principales operadores y promotores fue Jorge Taddei, por citar un ejemplo.

La ‘razón de Estado’ se impuso en 2006 y en 2012 para que repitiera el PAN con Felipe Calderón y volviera el PRI con Enrique Peña Nieto, respectivamente.

Ya no se trataba de frenar a la derecha, a la iglesia y al imperialismo, sino a una izquierda que en 1988 les dio el primer susto y 20 años después, en 2018 terminara por arrebatarles el poder, así fuera aliada con una variopinta suma de voluntades en las que apareció lo mismo Manuel Espino, del Yunke y el mismísimo Manuel Bartlett, de retorcidísimo colmillo en eso de los fraudes electorales por ‘razones de Estado’.

Hoy, asomarse a un mitin de Claudia Sheinbaum es la recreación de la nostalgia para algunos y el descubrimiento de la ‘razón de Estado’ para otros.

Allí están los camiones rentados que recorren colonias populares, invasiones, barrios, pueblos y rancherías; ahí están los ‘siervos de la nación’ pasando lista a los acarreados; ahí están la torta y la soda, el billete que paga el viático, el auditorio lleno; la multitud vociferante que prefiere corear ‘Claudia’ que ‘Sheinbaum’ porque no lo pronuncian bien; las selfies con alcaldes, diputados locales, federales; senadores, funcionarios públicos y columpios infaltables en la placidez de la nómina de los ‘aliados’ (como por ejemplo el PVEM), o personajes que ayer se desvivían por la selfie al lado de candidatos y candidatas del PRI o del PAN y hoy son los más convencidos promotores de Morena.

El modelito le funcionó al PRI durante décadas, al PAN solo 12 años. Morena lo ha llevado a lo sublime y le está funcionando, ignoro por cuanto tiempo, aunque deben saber que el vernáculo mexicano ya lo previó desde el siglo pasado: “pero el cariño comprado ni sabe querernos ni puede ser fiel”…

Moraleja: el PRI y el PAN también creían que eso solo era una canción de José Alfredo Jiménez y no aplicaba en la política.

Cuando supieron que no, ya era demasiado tarde.

Hoy a Morena le toca mantener el cariño con la beca, el depósito, la torta y la soda, cuando no con la amenaza de perder todo si no pasan lista en el mitin de campaña. Aquí y ahora, está funcionando. ¿Cuánto tiempo? No lo sé, pueden ser seis más, 12, 50, 100, ¿cuántos les gustan?

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