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Ciudad de México — En la madrugada del pasado sábado, mientras millones dormían, un estruendo repentino y una luz intensa iluminaron el cielo de la capital del país. Se trató de la entrada de un asteroide —o meteorito— que explotó a gran altitud sobre la Ciudad de México, en un fenómeno que fue visible y audible en varias zonas del centro del país. Lo más inquietante: nadie lo vio venir.

El evento ocurrió alrededor de las 3:49 a.m., cuando el objeto celeste ingresó a la atmósfera terrestre y explotó entre los 20 y 40 kilómetros de altitud. La onda expansiva fue tan potente que fue detectada por sismógrafos, según reportes de redes de monitoreo sísmico. En redes sociales, cientos de usuarios compartieron videos de un resplandor en el cielo seguido de un retumbar que muchos confundieron con una explosión terrestre.

¿Por qué nadie lo advirtió?

Lo más sorprendente es que no hubo alerta previa de parte de agencias internacionales ni nacionales, a pesar de que México cuenta con instituciones como la Agencia Espacial Mexicana y colabora con redes globales de monitoreo espacial. Expertos explican que estos asteroides suelen ser pequeños (en comparación con los objetos que sí representan riesgo planetario), por lo que pueden pasar desapercibidos para los telescopios hasta que ya es demasiado tarde.

“Los objetos de menos de 10 metros pueden evadir fácilmente los sistemas de detección actuales si se acercan desde una dirección donde el Sol los bloquea o si no reflejan suficiente luz”, explicó un astrónomo de la UNAM consultado por este medio.

Una llamada de atención

Aunque el asteroide no causó daños en tierra, el evento ha encendido el debate sobre la necesidad de reforzar la vigilancia espacial. La falta de advertencia, sumada al hecho de que ocurrió sobre una de las ciudades más pobladas del mundo, pone en evidencia la vulnerabilidad ante estos fenómenos.

Este tipo de explosiones, conocidas como “airbursts”, han ocurrido antes. El caso más recordado es el de Cheliábinsk, Rusia, en 2013, cuando un asteroide similar explotó en el cielo y causó daños en edificios y más de mil personas heridas por cristales rotos.

En esta ocasión, México tuvo suerte. Pero la pregunta que queda es: ¿estamos preparados para cuando no la tengamos?

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