Con ingresos anuales superiores a los cinco mil millones de dólares, BTS representa actualmente el 0.3% del Producto Interno Bruto (PIB) de Corea del Sur, consolidándose no solo como un fenómeno musical global, sino como un pilar estratégico de la economía y la diplomacia cultural del país asiático.
A pocas semanas del esperado regreso de los siete integrantes tras cumplir con su servicio militar obligatorio, el impacto de BTS vuelve a colocarse en la agenda internacional. Jin, Suga, J-Hope, RM, Jimin, V y Jungkook son considerados no solo ídolos del K-pop, sino embajadores culturales que han jugado un papel central en el auge del “Hallyu” o “ola coreana”.
La doctora Nayelli López Rocha, especialista del Programa Universitario sobre Asia, África y Oceanía (PUEAA) de la UNAM, explica que el éxito de BTS es el resultado de una articulación entre la industria del entretenimiento, la base de fans global (ARMY) y el apoyo directo del gobierno surcoreano.
“BTS ha sido clave en la expansión de la cultura pop coreana a nivel mundial. Han contado con una estrategia deliberada para posicionarse globalmente, en parte como respuesta a la necesidad de Corea del Sur de reinventarse tras la recesión económica de los años noventa”, comentó la investigadora, quien vivió más de una década en Seúl.
El fenómeno del K-pop, y en particular el liderazgo de BTS, es el reflejo de una política cultural que, desde 1994, ha priorizado los contenidos de entretenimiento como herramienta de desarrollo económico y proyección internacional. Ahora, con su regreso a los escenarios programado para 2025, se espera que BTS continúe reforzando esa sinergia entre música, identidad nacional y poder blando surcoreano.
