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Primero fue el borrón que se llevó al cesto de la basura la autonomía universitaria en el texto constitucional, descubierto durante la discusión de la reforma educativa; luego vino el recorte presupuestal a las universidades.

En ambos casos, tuvo que salir el propio presidente de la República a aclarar que se trató de “errores de dedo”, antes de rectificar y meter reversa frente al alud de críticas que se dejaron sentir de parte del sector universitario, donde se concentra buena parte de la inteligencia nacional y de donde Andrés Manuel López Obrador consiguió millones de los votos que lo llevaron a Palacio Nacional.

Es difícil pensar que se trató de errores de dedo. Entre las cosas que no cambian en el sistema político mexicano, es que el presidente sigue siendo el hombre más informado del país. 

O fueron actos deliberados de López Obrador en los que no calculó la dimensión de las protestas, o sus más cercanos le están mintiendo, engañando con la verdad o escamoteándole información y al señor, con una agenda cargadísima y de gravedad extrema como es la de conducir el destino del país, no le alcanzan las fuerzas para revisar a profundidad cada documento que debe firmar. 

Cualquiera de esos escenarios es ominoso.

En los últimos días, Andrés Manuel ha abierto frentes importantes: primero con el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro a quien le peló el machete y lo acusó de ser parte de la mafia del poder, títere del PRI y de Salinas, en un discurso aceptable como candidato, pero no como Jefe de Estado. 

Luego con los universitarios: rectores, docentes, estudiantes, investigadores. Y al mismo tiempo con intelectuales y artistas que tomaron las calles para protestar por el recorte presupuestal al sector que les atañe, el de la cultura y las artes. En el caso de Alfaro se entiende por tratarse de un adversario político, pero con los otros es incomprensible, considerando que de ese sector vinieron muchos apoyos incondicionales a su candidatura.

Algo está pasando en la cuarta transformación, que no suena bien, como dijo hasta el actor Diego Luna, uno de los más activos promotores de la candidatura de López Obrador que hoy levanta las cejas con extrañeza frente a la ausencia de una política vanguardista en temas medioambientales. 

Lo cito a él por tratarse de un famoso, pero a lo largo y ancho del país comienzan a levantarse muchas cejas frente a otros temas.

Nada menos que la diputada federal Tatiana Coluthier increpó ayer al secretario de Seguridad, Alfonso Durazo Montaño por el desplante de soberbia con el que prácticamente amenazó al país entero (no a los diputados), con regresar el ejército a los cuarteles si los legisladores no aprobaban la Guardia Nacional.

Con perdón pero no estamos hablando de un tema menor, sino uno de los principales ejes del gobierno federal. Un tema en el que también se han venido dando traspiés y rectificaciones. Si en campaña hablaron de sacar al ejército de las tareas de seguridad pública, al llegar al gobierno se dieron cuenta de que no podían sólo con las corporaciones policiacas. Apelaron entonces a la figura de la guardia nacional, que es una suerte de militarización disfrazada.

“¿Por qué quitarle los contrapesos a la Guardia Nacional o al Ejecutivo quitando o eliminando el artículo 76 y 78 constitucional con una redacción, incluso distinta, en donde quisiéramos dejar todo el poder en un hombre o en una persona? Eso es antidemocrático y es en contra de lo que votamos los mexicanos este pasado primero de julio…Sí quiero una Guardia Nacional, pero no como la estamos planteando”, le reclamó la diputada federal.

Este asunto se tendrá que resolver en la Cámara de Diputados este mismo mes.

Pero el hecho es que ya son varias veces en que les ha tronado la reversa.

Aplaudir la rectificación bajo el argumento de que a diferencia de sus antecesores el presidente reconoce sus errores y es capaz de dar marcha atrás, es una buena maroma distractora para sacar de foco la posibilidad de que este hombre, capaz de encabezar la épica hazaña de sacar al prianismo de Los Pinos, ya como presidente no esté rindiendo al cien.

Quiero pensar que todo se trata de los naturales traspiés que se explican cuando se toma un camino inexplorado y que las cosas irán tomando su nivel conforme pasen los meses. Seguir abriendo frentes dentro y fuera de la coalición no es el escenario más promisorio.

Si la sobre exposición de López Obrador durante el interregno del 1 de julio al 1 de diciembre fue un ejercicio novedoso, pero desgastante, hay que considerar que el ejercicio de gobierno lo es mucho más. 

Y hay que considerar también que el bono democrático, en tiempos de las benditas redes sociales, tiene fechas de caducidad cada vez más breves. Ojo con eso.

II

Para no ser un mensaje político el que envió ayer Ernesto Gándara, estuvo cargado de connotaciones que el más bisoño de los wanabes podría interpretar como tal: “Estamos de pie, echados pa’ delante y hay mucho proyecto”, dijo ante una nutrida concurrencia que se dio cita en la tradicional “Borregada”, un encuentro de amigos que comenzó hace muchos años y que congrega a quienes han acompañado desde entonces al menor de los hermanos Gándara Camou.

También anunció que en lugar de hacer un solo encuentro en el rancho familiar, en esta ocasión y por así habérselo solicitado sus amigos de otras partes del estado, se llevarán a cabo varias “Borregadas”; la siguiente tendrá como sede Magdalena de Kino y se presume que el organizador será Ernesto de Lucas Hopkins, presente en la de ayer.

Este encuentro había sido suspendido en los últimos dos o tres años por cuestiones familiares (la primera vez que se canceló fue por el fallecimiento de doña Marcela Camou, su madre) y en otras ocasiones por agenda política.

A diferencia de otros años, esta vez no se llevó a cabo en el rancho de la familia, en las cercanías de Querobabi, sino en la finca campestre del fallecido profesor Héctor Parra Enríquez quien le pidió al ex senador hacerla sede del encuentro.

Como siempre, Ernesto Gándara estuvo acompañado de sus hermanos Martín y César, y al menos unos doscientos amigos y amigas que convivieron por varias horas en una tertulia donde inevitablemente el tema político estuvo presente en todos los corrillos y mesas.

“El Borrego” es, junto con Ricardo Bours los dos que han levantado la mano para competir por la candidatura del PRI al gobierno del estado en 2021, aunque el primero reiteró ayer en una conversación en corto, que no le corre prisa y que aún falta esperar todo lo que tenga que suceder en el escenario nacional y en el estatal de aquí al año 2020, cuando deberá tomar la decisión.

Entre los muchos invitados cuente usted a David Palafox y Ulises Cristópulos, que reaparecieron después de una larga ausencia tras la derrota del pasado uno de julio; el prestigiado abogado y virtual delegado de Gobernación Andrés Montoya (al menos lo han manejado en algunas listas); dirigentes sindicales y campesinos, empresarios y hasta el presidente de la Unión Ganadera, Héctor Platt, aunque mayoritariamente fueron amigos sin cargos en el gobierno o en partidos políticos.

Veremos si esto marca el inicio del relanzamiento del “borreguismo” que en dos ocasiones ha pugnado por llevar a Ernesto a la candidatura y se han quedado en el camino, aunque él dice que “la tercera es la vencida”. 

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