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Leyes que se ejecuten más allá de fueros.- Recuperación inmediata de bienes mal habidos por políticos perversos.- Que no sean los gobiernos, Congresos, Cabildos, campos de ambiciones futuras.- ¿Están trabajando en ese sentido, quienes llegaron a cargos públicos desde el voto popular?

Bernardo Elenes Habas

Cuando se pusieron en marcha las campañas electorales, asomaron los proyectos de candidatos de partidos e independientes, a diferentes cargos federales, estatales y locales.

Cámara de diputados 2018-2021

Unos, con mayor intensidad y claridad. Otros, con discursos incomprensibles -sin propuestas de cambios profundos-, para el grueso de la sociedad.

Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya Cortés, José Antonio Meade Kuribreña, Margarita Zavala Gómez del Campo, Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, buscaban las preferencias ciudadanas.

La presentación de propuestas por parte de los postulantes, prácticamente partían de cero, a pesar de las precampañas, con excepción de Andrés Manuel López Obrador, quien vertebraba su tercera intentona, con un ampliamente difundido Proyecto de Nación.

La mayoría de pretensos, se disponían, apenas, a tratar de sembrar en la conciencia de la gente su visión política, social, humana.

De tal manera que los repuntes reales comenzaron a delinearse conforme trascendían sus recorridos y acercamientos con la ciudadanía. Midiendo la acogida o rechazo a sus solicitudes vehementes de sufragios.

En Sonora, las fórmulas en pos del Senado, integradas por Sylvana Beltrones-Maloro Acosta, del PRI; Antonio Astiazarán-Leticia Cuesta, PAN; Alfonso Durazo-Lilly  Téllez, Morena, desplegaban sus estrategias, buscando la aprobación de la gente con credencial de elector, que era, en realidad, quien tenía la última palabra.

Lo mismo hicieron –en el caso de Cajeme- por el Distrito 06, Anabel Acosta, PRI; Terencio Valenzuela, Independiente; Javier Lamarque, Morena; el PAN, quien enajenó su franquicia y su calidad de segunda fuerza electoral en el Municipio, ante el MC y PRD, no tuvo abanderado azul.

Cabildos en conflicto

Los aspirantes, de entrada, se vieron obligados a poner los pies en la tierra. Caminar por colonias, barrios, comunidades rurales. Conectar con las familias. Demostrar su autenticidad. Su compromiso de convertirse en luchadores irrenunciables en pos de la justicia social. Definiendo su vocación política y humana a favor de la gente, porque sabían que la fortaleza, intensidad y viabilidad de las propuestas, los harían visible, sin importar siglas, colores, ideologías.

Ese elemental discurso, cargado de humildad, de vocación de servicio, les daría presencia, dimensión y respeto ante el electorado, porque se constituiría en su carta de presentación. Hablaría con verbos certeros sobre las raíces y principios que promovían: Acta de identidad que les conferiría, también, disposición a cumplir la palabra empeñada.

Y los candidatos, desde regidores, síndicos, alcaldes, diputados, presidente de la República, sopesaban un horizonte humano real, donde la violencia, la corrupción, desigualdad social predominaba en muchos aspectos, volviéndose evidente que la sociedad repudiaba esa marea negra, la que amenazaba –y amenaza- con contaminar, también, la actividad social, laboral, familiar y su núcleo de principios y valores.

Por eso se convirtió en premisa que los ciudadanos en general, quisieran ver rebasado fenómeno tan desgastante y peligroso, arraigado en la práctica política tradicional, para que no se perdiera el verdadero objetivo de desarrollo común, democracia, unidad, anhelos y trabajo compartido en comunidades que tenían puesta su esperanza en la piedra de toque del progreso.

Elecciones 2018

En virtud de ello, y no ciegamente como se afirma, le dieron el voto a AMLO, a Morena, porque el hartazgo obligaba a jugarse el todo por el todo, quizás en una última carta. Y arrasó el sentimiento popular. La ira y la impotencia reprimida en las entrañas del tigre.

Pero, desgraciadamente, el horizonte que comenzó a presentarse en algunos municipios, Sonora como ejemplo, no es el de unidad y democracia que anhelaban y anhelan los padres de familia, los trabajadores preocupados por salir adelante, los jóvenes, hombres y mujeres que sueñan con rebasar el comportamiento y la narrativa común que prevalece de todos contra todos.

Los ciudadanos, en realidad, siguen ansiando un horizonte de justicia social. De distribución equitativa de la riqueza. De leyes que persigan sin tregua y sin fueros a quienes incurren en corrupción. De aplicación estricta y ejemplar de los enunciados del Texto Constitucional, como el 123, sobre los idealizados salarios mínimos, que, a pesar de ligeros cambios positivos, no son suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe o jefa de familia, como expresa la Carta Magna; o bien, la creación de leyes estrictas, funcionales y de reacción inmediata, para que los bienes mal habidos por representantes populares, funcionarios y ex funcionarios ladrones, sean recuperados sin recovecos ni opacidades legaloides para bien de la sociedad en general, no como ha venido ocurriendo en los últimos tiempos, donde la impunidad se convierte en escupitajo sobre el rostro de la gente. Y esa blasfemia comienza a tomar forma para Sonora, con el casi perdón a la administración de bandoleros del sexenio que capitaneó el panista Guillermo Padrés.

Aquellos que fueron candidatos, pues, y ahora son representantes populares, están obligados a aceptar que la ciudadanía, el pueblo, tiene que ser el verdadero mandante, como quedó grabado en piedra desde el momento mismo de las campañas, tiempo en que los propietarios de los votos propusieron los cambios que les confiriera poder como mayoría, en contra de partidos, cofradías, cacicazgos; porque, históricamente está comprobado que aquellos que llegan a los cargos públicos, se olvidan de sus responsabilidades supuestamente irrenunciables, y convierten los gobiernos y el Poder Legislativo, los Cabildos, en nido de ambiciones futuras, en espacios para acomodar objetivos electorales de grupos, como se está percibiendo con la intencionalidad proyectada por diputados, regidores y hasta síndicos, quienes trazan líneas que creen nadie interpreta, pero que todos reconocen que lo hacen apuntando al 2021.

Preparan, pues, en forma consistente los supuestos legisladores y regidores rebeldes, los puentes para el arribo propio, de correligionarios, familiares, amigos y compadres, al escenario electoral próximo.

La ciudadanía tiene mucho que plantear, mucho que exigir con dignidad y respeto, para que lleguen los compromisos frontales y se logren los cambios prometidos sin concesiones, sin poner en subasta conciencias. Demostrando, quienes conforman los Congresos y los Cabildos, que son productivos, congruentes, leales con la dignidad y la democracia, y que no traicionan su compromiso popular, transformando positivamente lo transformable para bien de sus comunidades, no convirtiéndose en lobos de sus mismos partidos y de su gente, o en caballos de troya al interior de sus cabildos, parlamentos, o en los organigramas oficiales donde están incrustados.

¿Se atreverán a cambiar de actitud ante los ciudadanos, a quienes, mirando a los ojos solicitaron sus votos; o buscarán, como se está viendo, imponer proyectos dictados por grupos de poder y cacicazgos, votando en contra o absteniéndose, para cambiar, perversamente, el rumbo del progreso para sus comunidades, incluso desconociendo e intentando descarrilar las propuestas colectivas y de buena fe de los alcaldes?

Le saludo, lector.

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