Gato por liebre

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Dar gato por liebre es una frase que en principio fue utilizada con sentido culinario ya que una vez desollados, dichos animalitos tenían mucha similitud y de manera deliberada el consumidor era engañado por vivales que cobraban por un servicio de comida y servían otra.  

El presidente Andrés Manuel López Obrador es el mejor exponente de dicha práctica y ejemplos sobran de cómo se ha aprovechado de la confianza que el electorado le entregó en las urnas, para hacer lo contrario a lo que ofreció; para chafear al tratar de cumplir lo comprometido y hacer de su presidencia un ejercicio que tiene al país postrado y a los mexicanos en la incertidumbre, confrontados y en la espera de cosas peores.  

La cereza del pastel de la engañifa presidencial el Aeropuerto Internacional Felipe Angeles, ahora el gato de la liebre ofrecida cuyo sello es la opacidad al ser construido con todo y ser una obra inconclusa, en la opacidad y por “dedazo”, pues prácticamente el 100 por ciento de los contratos fueron por asignación directa o por invitación restringida a proveedores elegidos por los mandos militares, cuyos términos ha sido resguardada por ser de seguridad nacional.  

Está documentada la opacidad en el gasto del nuevo aeropuerto con un altero así de irregularidades denunciadas en la adjudicación de contratos a empresas fantasma, de reciente creación o simplemente boletinadas como simples fachadas para el lavado de dinero.  

Entrega del gato en lugar de liebre

Aún ya que se logre concluir tanto que le falta en infraestructura de pistas, carretaje, terminal, plataformas, torre de control, puertas de embarque, salas de espera, aduanas, entrega de equipajes, hotel y muchos más faltantes, el evento de este día fue solo para cumplir con un cronograma efectista y obviamente muy forzado, que deja dichas instalaciones como un aeropuerto muy modesto para tan elevado costo que requirió construirlo, que dicho sea de paso, fue el 56 por ciento más de lo presupuestado.  

Se supone que el propósito de dicha obra era para resolver la saturación actual del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, objetivo inalcanzable en los próximos 20 años, al arrancar con solo 12 operaciones diarias, doce puertas de embarque y un flujo de pasaje menor a las dos mil personas diarias.  

La magnitud de la engañifa solo se advierte mediante comparaciones. En el actual aeropuerto de la Ciudad de México realizan mil 340 operaciones diarias; tiene 99 posiciones de embarque; 84 salas de espera, 3 pistas; moviliza 100 mil pasajeros diarios de y hacia 100 destinos del mundo.  

En medios de la pandemia, en el 2021 movilizó casi 40 millones de pasajeros a través de 31 líneas aéreas y 12 de carga, y lo más importante, el aeropuerto que lo sustituiría y que ya estaría en operación, pero que fue cancelado, prácticamente doblaría dichas capacidades e incluso dejaría en desuso el AICM.  

Ambulantaje en lugar de franquicias

Ese costosísimo gato por liebre podría alcanzar su equilibrio financiero en más de 10 años y por lo pronto deberá operar con subsidios, período que podría ser más prolongado ya que según expertos en estos asuntos, tardará mucho para que reciba la certificación de seguridad que exigen los vuelos de las principales aerolíneas del mundo y porque contrario a cuando en otros países se inauguran nuevos aeropuertos, las aerolíneas no parecen disputar lugares para estrenar y se muestran muy reacias para operar desde ahí.  

Incluso, de toda esa gran superficie para el mercadeo, centros de comida, bebidas, venta de souvenirs y demás de todos los aeropuertos, al AIFA luce desolado con el 95 por ciento de los espacios de renta sin haberse contratado, ya que nadie con dos dedos de frente rentaría un espacio comercial sin expectativas de clientela a quien vender sus productos o servicios, incluso solo hay servicio de 20 taxistas.  

A falta de franquicias que por lo regular compiten para ocupar los mejores espacios, los pocos comercios que operan lucen como tiendas de abarrotes; hay tenderetes de baratijas en los mismos pasillos, así como la venta de tacos al pastor, fritangas, pollos rostizados servidos sobre el llamado papel despacho, entre otras rusticidades.      

Otro gato por liebre es el INSABI, ese que iba a poner los servicios de salud en México al nivel de los existentes en Dinamarca o en Canadá, pero que en realidad dejó sin servicios médicos a millones de mexicanos que apenas disfrutaban recibir atención médica a pesar de ser población abierta a través del Seguro popular, en al marco de una decisión que ha costado muchas vidas y que a la postre, en implícito reconocimiento del fracaso, gradualmente el IMSS asume responsabilidades que eran de ese bodrio que encabeza Martha Patricia Jiménez Oropeza.  

Se fue el presidente y quedó solo

Ante la pandemia el Covid-19, el presidente hizo el activismo más extremo a nivel mundial para evitar alarmismo sobre una enfermedad que aseguraba no era peligrosa ni mucho menos mortal; aseguraba que la emergencia duraría a lo máximo tres meses; recomendó seguir con normalidad la vida diaria, renegó del uso del antibacterial y del cubrebocas, para un saldo mortal oficialmente reconocido de más de 322 mil decesos y como la crisis sanitaria no era para tanto, dejó en la indefensión de millones de pequeñas y medianas empresas que al cerrar dejaron sin empleo a millones de mexicanos.  

Fantaseó sobre todo lo que haría con la venta del avión presidencial; luego llevó a cabo fraudulenta rifa con fantasmales premios y finalmente esa aeronave sigue como al principio, faltando solo que ordene desarmarla para venderla por piezas.  

El eje de su larga campaña presidencial fue un discurso en contra del alza de las gasolinas, en los cuales aseguraba que como presidente reduciría su costo hasta 10 pesos por litro y no, porque dicho costo ya anda en casi los 25 pesos por litro y se espera un alza mucho mayor en los próximos días.  

López Obrador aseguraba que con los ahorros por el combate a la corrupción y medidas de austeridad, le permitiría desplegar millonarios programas asistenciales y emprender monumentales obras de infraestructura sin recurrir al endeudamiento y al estilo, todo lo contrario, porque la deuda nueva contratada desde diciembre del 2018 se ha incrementado en 2.4 billones de pesos, sustancialmente más de lo que endeudaron al país Calderón o Peña en seis años.  

Gato mortal presidencial

Dicho endeudamiento obedece a que esas monumentales obras de infraestructura como la inaugurada aeropista, el tres maña, la refinería dos bocas, el plan transístmico han resultado como barriles sin fondo, en tanto que en lo que respecta a los diversos programas sociales, sólo han sido instrumentos para dispersar pobreza y conformismo.    

Otro gato por liebre es que regresaría a militares a los cuarteles, pero ahora la presencia castrense es prácticamente generalizada y México puede ser considerado como un estado militar de facto, cuando él aseguraba que incorporar a la milicia a tareas de seguridad y en responsabilidades de gobiernos civiles, estaba causando daño histórico a nuestras fuerzas armadas y como ya se habrán dado cuenta, ahora las diversas ramas de nuestras formas armadas son el ajonjolí de todos los días.  

Como se sabe, la violencia criminal durante las presidencias de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto generó posicionamientos espectaculares de un López Obrador que decía tener la magia para acabar de una vez por todas con ese flagelo.  

También ya se sabe que tal magia resultó en estupideces –gato por liebre pues– como invocar por abrazos no balazos, amenazar con  acusarlos con sus abuelitas; pontificar sobre el respeto a los derechos humanos de los sicarios; ordenar la libertad de Ovidio Guzmán; crear una Guardia Nacional inoperante y ahora infiltrada por la corrupción y por el crimen organizado, para concluir que dicha sesuda estrategia se traduce en más de 114 mil homicidios dolosos en sus poco más de cuarenta meses de gestión y que regiones enteras del país estén bajo el control del narco.  

Ovidio Guzmán

Otra de las banderas fue la corrupción gubernamental y su compromiso de combatirla hasta erradicarla por completo barriendo de arriba abajo, aunque por los resultados, la escoba debe estar muy chiquita o los peldaños de dicha escalera son muy grandes, o simplemente el barrendero se convirtió en parte de esa basura.  

Porque ni en los gobiernos anteriores se habían dado a conocer tantos actos de corrupción de parte de altos funcionarios del gobierno federal; bien documentados sin lugar a dudas, como es el caso del mismo hijo del presidente, José Ramón López Beltrán; su hermano Pío, el director de la CFE, Manuel Bartlett; de Delfina Gómez, titular de la SEC; de su anterior titular de la función pública, Irma Eréndira Sandoval, entre otros muchos más casos que han convertido en un trochil al Palacio Nacional.  

Ahí están los trafiques triquiñuelas, machincuepas, propiedades e inmensas riquezas acumuladas de Alejandro Gertz Manero, Olga Sánchez Cordero y otros aristócratas que integran ese nuevo proletariado de la 4T, en un conjunto de realidades que permiten asegurar que López Obrador ya fracasó en dicha asignatura.  

Y no es cosa menor el que también López Obrador haya dado gato por liebre a los mexicanos cuando aseguraba no ser hombre de odios ni rencores; demócrata y respetuoso de la crítica y sobre todo que gobernaría para todos los mexicanos sin distingo de clases ni partidos, eso sí privilegiando a los pobres.  

José Ramón y la que tiene dinero

Pues a lo largo de su gestión ha resultado en todo lo contrario al ser el principal y cotidiano protagonista de una estrategia de odios y rencores en contra de comunicadores y medios de comunicación críticos a su administración; en contra de las clases medias, en contra de investigadores y científicos, en contra del movimiento feminista, en contra de enfermos con cáncer, entre otros odios y rencores que consumen la podrida alma, que en el caso de los pobres, solo ha incrementado el número de ellos, al desplomar la calidad de vida de las clases medias.  

Por esa irresponsable actuación, México vive una etapa de histórica polarización, de confrontación clasista que se extrapola en inestabilidad social alimentada a través de triquiñuelas legislativas; activismos políticos permanentes que van de elecciones constitucionales a un proceso de revocación de mandato amañado, sin futuro ni para que se queda ni para que se vaya, pero que cuesta varios miles de millones de pesos, solo para satisfacer el insaciable ego del inquilino de Palacio Nacional, ese quien además quiere dicha consulta para hacer pase de lista de sus leales y simpatizantes.  

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