Bernardo Elenes
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Poema de domingo.- Sólo llevo conmigo las palabras. A veces se convierten en espiga amotinada. Agua fresca del río, senderos que me gusta recorrer entre la resolana de mi origen…

Sólo llevo conmigo las palabras. Cuando la oscuridad me sorprende en los recodos del camino, las froto como pedernales. Las hago arder como antorchas. Las dejo que me guíen hasta encontrar el alba…

Sólo llevo conmigo las palabras, mi único bagaje, la heredad de mis padres, mis abuelos, la sierra, el mar, el viento, la distancia…

Sólo llevo conmigo las palabras. A veces me abandonan, vuelan de mis manos llevándose el poema… 

Bernardo Elenes Habas

Te escribo desde el fondo

de mi sangre,

julio 2 2022 3

cuando las sombras

se vuelven densas

como un grito.

Te escribo y te revelo

que ha sonado el tambor

crepuscular

de nuestra raza

después de cinco siglos

de silencio,

y su ¡tam! ¡tam! ¡tam!

desciende como 

una llamarada

desde la agreste

sierra Bakatete,

se convierte en revuelo

de pólvora y anhelos

en la mitad intrincada

de los montes;

sacude los desiertos,

bebe su voz de arena,

poniendo en los dedos

prodigiosos del sahuaro

un mensaje preciso

para que el cielo

intente descifrarlo…

Tú eres el dueño

de la tierra,

la escrituró a tu nombre

el viento

en las actas geológicas

del tiempo.

Tú eres el de los pies

descalzos,

el que tiene corazón

de águila,

el que sueña la canción

dormida de los ríos,

el que graba en el aíre

símbolos de eternidad,

como las aves…

Reconstruiste tu imagen

en el polvo,

la soledad te hizo andar

como un fantasma,

la injusticia acumulada

te dio el soplo de odio,

te levantaste

cargando sobre ti

miles de muertes,

ya no tenías que perder,

tenías congelada

tu existencia…

Y al medio siglo

resucitaste entre los vivos,

entre los que se repartieron

las riquezas,

los que abrieron el pecho

a las montañas

para llevarse el oro;

los que extendieron

cercas más allá de la lluvia

y su arco iris,

los que construyeron fincas

y fábricas y emporios,

dictando balances

inalámbricos,

enajenando el hambre

y las angustias,

sepultando en sus discursos

la palabra justicia.

Yo sé que mañana,

cuando el sol

esté en su punto

madurando la fruta,

te volverás a erguir,

vestirás tus andrajos,

llenarás tu morral

con algún Padre Nuestro,

y serás nuevamente

la sombra del camino,

el dueño del dolor,

el propietario anónimo

de todo el horizonte,

el que toca el tambor

para que Dios

lo escuche…

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