♫ YO SOY MEXICANO…MUY ATRAVESA’O ♫… MI ORGULLO ES SER CHARRO… ♫VALIENTE Y BRAGA’O…

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Todos los años al llegar septiembre (el mes de la patria), no puedo evitar reflexionar sobre lo que para un mexicano de hoy en día significa “ser mexicano”. El patriotismo lo expresamos con comida, pachanga, tequila, cerveza y mezcal (bacanora para los que somos sonorenses). Cada vez menos acuden la noche del día 15 a la plaza del lugar a la ceremonia del grito; lo ven por televisión y en sus casas con amigos, echan gritos a todo pulmón: ¡Viva México, cabrones!  La pandemia, entre muchas de sus secuelas, exacerbó esta manifestación. No sé si esa sea la expresión más cabal de patriotismo que podamos tener.

Al respecto, el Gobierno de la República refiere lo siguiente: “Podemos  describir el patriotismo como el sentimiento que tienen los seres humanos por la tierra natal o adoptiva a la que se siente ligado por unos determinados valores, afectos, cultura e historia; es el equivalente colectivo al orgullo que siente una persona por pertenecer a una familia o también a una nación(i).”

El diccionario de la Real Academia de la Lengua, es mucho más parco. Patriotismo es: 1) Amor a la patria, 2) Sentimiento y conducta propios del patriota(ii).

¿Y si en vez de “patriotismo” dirigimos nuestra mirada hacia otro concepto: “nacionalismo?

La Real Academia de la Lengua es precisa, concisa y maciza. Nacionalismo: 1) Sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia; 2) Ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse como Estado(iii).

En diciembre de 1987, la Revista de la UNAM publica de Otto Granados Roldan, “El nacionalismo mexicano: una reflexión”. En ella hace patente lo siguiente: “En tanto fuerza ideológica, el nacionalismo puede entenderse, al principio, como creencia en la necesidad de pertenecer a un grupo identificable… Además el nacionalismo considera la existencia de metas comunes y superiores dentro de una nación y si surgiera algún conflicto, estos valores prevalecen y permiten que la decadencia de una nación pueda ser evitada…“. Para él, luego de la Constitución de 1917, “…ante la carencia de una imagen nacional precisa y definitiva, legisladores políticos y artistas inician un prolongado recorrido de aprendizaje y formación que logra, finalmente, organizar y comunicar los contenidos nacionales a la mayoría de la población…”(iv). Probablemente Granados Roldán nunca imaginó un escenario como el que la 4T provocaría en ésta nación después de la elección de 2018 y que ha puesto a México en un tanteo tanto axiológico como pragmático.

La CEPAL por su parte, en un documento publicado en agosto de 2020 titulado Nacionalismo y desarrollo: una alternativa para México” (Gaspar Núñez Rodríguez y José Antonio Romero Tellaeche), gravita en torno a la siguiente tesis: Los países más desarrollados han contado, generalmente, con una activa participación del Estado, un Estado impulsor, regulador, proteccionista, entre otros roles, aunque el concepto que más se ha consolidado es, al parecer, el de un Estado desarrollador. Se construye en este trabajo una matriz de contabilidad social de México para diseñar un modelo dinámico-recursivo de equilibrio general aplicado, a fin de analizar y cuantificar el impacto de políticas que serían impulsadas por el Estado; en particular, políticas dirigidas a un incremento del ahorro privado y subsidios al consumo de insumos nacionales. Se encontró que la aplicación de estas sencillas políticas tiene en general un sustancial impacto positivo, de lo que se desprenden importantes elementos de política económica para una estrategia de desarrollo(v).

Granados Roldán se mueve en torno al nacionalismo post-revolucionario cuya inercia nos llega hasta nuestros días, muy probablemente más en el discurso que en la cotidianidad. Núñez Rodríguez y Romero Tellaeche por su parte, sugieren un nuevo nacionalismo para los tiempos que nos toca vivir, que no necesariamente se mueve en el mismo sentido de la 4T(vi).

Alguien ha sugerido que otra forma de medirlo sería a través del porcentaje de ciudadanos que se expresan en las urnas los días de elecciones. En la pasada elección federal de 2018, si bien AMLO obtuvo el triunfo más holgado en los últimos 30 años, no fue la elección más concurrida: votaron dos de cada tres electores, si bien en 1994 acudió a votar el 77% de los que pudieron hacerlo(vii). Si damos como cierta ésta expresión patriótica, seríamos un país donde la tercera parte de los ciudadanos, no son patriotas. Nada para estar orgullosos. Y si lo anterior lo concretamos para Sonora, de acuerdo a la elección estatal del año pasado donde la participación fue menor del 50%, nuestra entidad sería un lugar donde para la mayoría el patriotismo sería una entelequia(viii).

Otra forma de manifestación de patriotismo/nacionalismo podría ser a través del porcentaje de mexicanos que participan en la construcción del día a día del país en organizaciones de la sociedad civil. Con éste indicador, tendríamos que ponernos a llorar hasta quedar deshidratados, pues hasta 2012, solo el 0.14% de la población económicamente activa participaba en ellas y cuando lo hacía como voluntarios, su participación era por un porcentaje muy pequeño de tiempo(ix). Las gráficas extraídas del documento original son contundentes:

Para los que quieran saber cómo está la situación al respecto en 2022, el sitio oficial para saberlo… está en reparación(x). ¿Estaremos igual, mejor o peor?

La duda está ahí, y cuando el mes patrio termine, entrará en hibernación hasta el siguiente año. Lo que sí les puedo decir es que año con año, mi nihilismo se intensifica. Probablemente ser mexicano al día de hoy signifique solo tener un acta de nacimiento de los Estados Unidos Mexicanos (o una de naturalización)… y con este tipo de patriotismo (o nacionalismo)… Dios dirá… ¡Viva México!

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