Plutarco Riesgo Vásquez
Hace unos días, tuve oportunidad de ver en una muy popular plataforma de streaming, una entretenida comedia romántica titulada Pared con Pared (Patricia Font, España, 2024), que no es otra cosa que el refrito español del film Un peu, beaucoup, aveuglément (Clovis Cornillac, Francia, 2015), que en nuestro idioma se tituló Me quiere, no me quiere. Ojalá tengan oportunidad de ver ambas, y decidir cual de las dos les gustó más… aunque también podría decirse, cual de las dos les pareció mejor… o expresado el asunto en forma de antónimo, podrían decir cual de las dos fue la que menos les gustó o les resultó más mediocre.
En estos casos, la resultante es de escasa importancia, pues en gustos, se rompen géneros. Esa opción dicotómica implícita en la nominación que en español se le dio a la película francesa, o el título que lleva este escrito que ahora pongo a su consideración, es un ejercicio cotidiano del hecho de elegir: los maderos de San Juan que se debaten entre el queso y el pan, o bien, cuando estamos expectantes entre si será melón o será sandía. Sucede también en el día a día de la adolescente inerme ante la disyuntiva de ponerse falda o pantalón, o ante el dilema si comerse una cochinita con pan (la torta imprescindible) o con tortilla (como en las taquizas familiares). El conflicto resulta a veces, ser notable: ¿me caso por amor o por conveniencia?… y aquí la decisión,
-probablemente- ya no resulte ser tan sin importancia.
Como les comentaba al inicio, la comedia española que menciono, hizo que recordara otras dos películas, ambas dramáticas, que resultan indispensables para adentrarse en el tema de elegir entre dos (a veces más) opciones. La primera de ellas es una producción norteamericana: The Turning Point (Herbert Ross, 1977), que en nuestro idioma recibió el título de Momento de Decisión, película que junto con The Color Purple (Steven Spielberg, 1985), ha sido el film con mayor cantidad de nominaciones a los premios de la academia, once en total…, sin que ganara ninguno. Además de esta triste numeralia, la película vale la pena de verse por el agarrón que se dan Shirley MacLaine y Anne Bancroft, lo que les valió que ambas fueran nominadas como mejor actriz principal en una misma película, pero que al final se quedaran con las ganas, porque la estuatilla fue para Diane Keaton por Annie Hall (Woody Allen, 1977). En esta película, el dilema consiste en elegir entre la vida familiar y la vida profesional. El tema no es menor, porque si contabilizáramos la cantidad de divorcios o matrimonios infelices que la elección ha determinado, la cifra sin duda tendría más de tres ceros.
La segunda película no canta mal las rancheas. Se trata de Sophie’s Choice (Alan J. Pakula, 1982), que para exhibirse en México se tradujo literalmente: La decisión de Sophie. Esta producción angloamericana, es la adaptación al cine de la novela homónima de William Styron (1979). Un peliculón que le valió a Meryl Streep, ganar ese año ocho premios como la mejor actuación femenina, incluidos el Oscar y el Globo de Oro. Y aquí, ¿Qué era por lo que había que optar? Pues nada más ni nada menos que por la vida de uno de sus hijos. Los hechos ocurren en la Polonia de la II Guerra Mundial y la historia narra las consecuencias que se desprender de tan tremenda
decisión. Si tienen oportunidad de disfrutar estas dos joyas cinematográficas, no la dejen pasar. Les aseguro que no se van a arrepentir.
Y así como la película de Patricia Font, hizo que recordara lo anterior, estos recuerdos evocaron a su vez otros, pero de mi vida estudiantil. Cuando cursaba el fellowship en epidemiología clínica, en un seminario sobre el uso de las teorías bayesianas en el análisis de decisiones, un ocurrente colega propuso una clasificación “orgánica” de las decisiones que tomamos de manera cotidiana. El concluyó cuatro categorías: a) las cerebrales, b) las cardiacas, c) las hepáticas, y d) las glúteas. Las primeras, son las decisiones racionales, las que se toman como resultado de la reflexión y análisis de las evidencias. Las segundas, ya no son racionales, son emotivas. Como su nombre lo dice, se toman con el corazón. Lo mismo pasa con las otras dos. La tercera resulta peligrosa porque saca de nosotros pasiones como el rencor, la venganza y el odio. Y que decir de la cuarta, la más primitiva de las cuatro por ser instintiva, pero que tiene a su favor el contribuir diariamente al crecimiento de la población mundial.
Decidir con la cabeza y con el corazón eleva a las personas a las cumbres más elevadas a las que la humanidad puede aspirar; decidir con el hígado o con los glúteos, nos reduce o de plano, nos elimina.
En el futuro inmediato en unas semanas más los mexicanos habremos de tomar decisiones. Para los ociosos o para quienes tienen la fortuna de tener tiempo de sobra, sugiero la lectura (o relectura), de algunos (o todos) de los siguientes libros, los que no me cabe duda, por su seriedad y objetividad, contribuirían
positivamente a tomar decisiones con mayores elementos de juicio.
· La República de Platón (siglo IV a.c.)
· Los Hechos de los Apóstoles de San Lucas (Siglo I d.c.)
· El Manifiesto del Partido Comunista de K. Marx & F. Engels (1847-1848)
· Sobre la libertad de John Stuart Mill (1859)
· La sociedad abierta y sus enemigos de Karl Popper (1945)
· El Pequeño Libro Rojo de Mao Zedong (1964)
· Del populismo de los antiguos al populismo de los modernos de Guy Hermet, Soledad Loaeza y Jean-François Prud’homme (2001)
· La socialdemocracia de Ludolfo Paramio (2009)
· Siete ensayos sobre el populismo de Luciana Cadahia y Paula Biglieri (2021)
La lista, en ningún momento pretende ser exhaustiva. Si deciden entrarle, tienen todo el mes de mayo para darle vuelo a la hilacha. Los lean o no, no echen en saco roto la clasificación orgánica de las decisiones humanas a la que mi colega llegó en uno de sus muchos momentos de lucidez. El primer domingo de junio, acudan a las urnas, usen las dos primeras modalidades y las otras dos, pónganlas ese día debajo de la almohada.
Salud y paz.