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Plutarco Riesgo Vásquez

 

En 1980, el año en que era pasante y el mismo en el que me casé con la mujer de mi vida, Edmundo Valadez Mendoza, nacido el mismo año que mi padre, en la ciudad que lo hizo mi madre, publicó la primera edición de Solo los sueños y los deseos son inmortales, Palomita, bajo el sello de editorial Diana. Seis años después, el año en que me convertí en padre, vio la luz la segunda edición ahora bajo el sello de Océano, con prólogo de José Emilio Pacheco, año en el que también tuve la dicha de poder leerlo. La muerte tiene permiso, podrá ser su libro más famoso, publicado en el año que llegué a este mundo; pero por lo menos para mí, el libro que lleva como título la sentencia pronunciada a su Palomita, representa el encuentro con el autor, y que en adelante, le diera seguimiento a su legado en esa “Revista de Imaginación”, la que ganó el Premio Nacional de Periodismo y que dejó de publicarse en 1999. 

 

No soy nadie para hablar de Don Edmundo; solo un fan, de los muchos que tuvo. Hoy lo traigo a colación por el título elegido para su libro de cuentos, que al día de hoy, no deja de sorprenderme por la riqueza de su contenido, pero sobre todo, por lo atinado de la nominación.

 

Los sueños y los deseos, nos determinan. Y aunque pueden ser usados (y son usados) como sinónimos, el caso de rojo y colorado, su diferencia conceptual resulta significativa. Porque no es lo mismo huele a traste, que atrás te huele. Al preguntarles, algunos de mis alumnos me dirán que sueñan con ser médicos; otros me transmitirán el mismo sentimiento, pero lo expresarán como que desean ser médicos. Y es que una cosa es Chón y otra cosa es Chona(1-2).

 

Se vale soñar con ser joven e ir a una olimpiada y competir por México en el decatlón, o más recientemente, poder hacer menos de una hora en una marcha atlética de 10K. Se vale soñar con convivir un mes con Ray Cooper, RhaniKrija o Luis Conte y aprenderles todo lo que se pueda en esos treinta días. Se vale soñar con regresar el tiempo atrás y poder haber sido alumno de Alvan Feinstein, Alvin Tarlov, o Christine Cassell. Incluso, se vale soñar con hacerme acompañar en una fiesta por Irina Shayk o Emily Ratajkowski. Soñar con viajarmás que Marco Polo, soñar ser un nuevo Ricky Ricón, soñar ser joven y bailar como Chayan, o cantar como Marco Antonio Muñiz, hasta soñar estar sano. Puros sueños guajiros.

 

Porque operativamente, los sueños son historias e imágenes que nuestra mente crea mientras dormimos. Pueden ser entretenidos, divertidos, románticos, inquietantes, atemorizantes y, a veces, muy extraños. Y si soñamos despiertos… pior(3).

 

Pero cuando la perspectiva se centra en los deseos, la cosa cambia. La Real Academia de la Lengua Española define al deseo como el movimiento afectivo hacia algo que se apetece(4), pero el abanico conceptual resulta ser en realidad más amplio(5).

 

Los deseos a diferencia de los sueños, están determinados por el tiempo. Aun puedo soñarcon haber sido alumno de Feinstein, Tarlov o Cassell, pero ya no puedo desearlo más que con Cassell, porque los dos primeros ya están muertos. También, a los deseos los determina de realidad. Así, tampoco puedo desear ser discípulo de Casell, porque ella, aunque no ha muerto, está al día de hoy, retirada de las actividades preceptoras. 

 

Pero cuando deseo: quiero, anhelo, apetezco. El deseo puede ser, y es, un gran motivador. Hace unos días, se estrelló finalmente con pared, un sueño reiterado casi por 30 años. Veintinueve para ser exactos. El sueño pasó a mejor vida, porque ya no lo pude desear. La realidad se impuso. Un ejemplo: si para mí, la juventud tuviera un valor supremo, por más que yo quiera, no puedo desear tener 20 años de nuevo (a menos que, como en el cine, surgiera de la nada una substancia). Nomás me queda soñar que tengo de nuevo 20 años, o al menos, que puedo volver a tener esa edad. Y es que los sueños guajiros son frustrantes… porque no los puedes desear. 

 

Pero así como uno no tiene solo un sueño o un deseo, al deseo muerto hay que aplicarle la regla de Shakespeare: el Rey a muerto…¡Viva el Rey!. Si en el mundo laboral, a Rey muerto, Rey puesto, que lo mismo opere para los deseos. Hacerle caso a Miguel Gallardo y que otro ocupe su lugar. 

 

Hace mucho que tengo el sueño y el deseo de aprender a tocar el violoncello. Hoy, un buen amigo, hizo las veces de Santa Claus, y tocó a la puerta de mi casa con uno. Fue la enzima que catalizó la reacción. Si antes aquel deseo era un gran motivador, ahora este lo será. Ya no tengo pretextos. Si no pongo manos a la obra, me traicionaré a mí; traicionaré al amigo que confió en mí al ponerlo en mis manos, y traicionaré a todos los demás, cercanos y familiares que conocen en mí, éste deseo. El camino es probable que sea largo y sinuoso, pero sin duda, también será divertido. Tocar como Yo-Yo Ma… un sueño. ¿También un deseo?  ¿Un sueño guajiro?  Jajaja. Ya les platicaré.

 

Don Edmundo siempre tuvo razón: Solo los sueños y los deseos son inmortales, Palomita. 

 

Salud y paz. 

1. https://cdn.educ.ar/dinamico/UnidadHtml__get__b69c6036-7a09-11e1-8296-ed15e3c494af/index.html#:~:text=El%20sue%C3%B1o%20es%20un%20refugio,deber%C3%A1%20llegarse%20a%20un%20entendimiento.

2. https://www.danielcolombo.com/la-diferencia-entre-suenos-deseos-y-metas-por-daniel-colombo/

3. https://www.medicalnewstoday.com/articles/es/suenos

4. https://dle.rae.es/deseo

5. https://concepto.de/deseo/

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