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Plutarco Riesgo Vásquez

26 de julio de 2024.

 

Para quienes somos idealistas, soñadores, románticos o sentimentales, cada cuatro años se nos presenta la oportunidad de vivir la fiesta serrateana, donde el noble y el villano, el prohombre y el gusano, bailen y se den la mano sin importarles la facha; apurarnos a llegar a ese lugar donde nuestras miserias se fueran a dormir,ya que estos festejos, como la mujer de Favero y Benedetti, son convenientes y hasta indispensables. 

 

Así lo entendieron los antiguos griegos, quienes durante los juegos olímpicos que se realizaban cada cuatro años, la vida pública quedaba paralizada durante las fiestas. Los juegos, eran una ocasión de acercamiento entre las ciudades-estado griegas. Uno de sus aspectos más destacados era la tregua sagrada que suponía el cese de toda actividad bélica que se extendía desde un tiempo antes hasta un tiempo después del desarrollo de los juegos.

 

Cuando 1894, el pedagogo francés Pierre Frèdy, barón de Coubertin tuvo la feliz idea de recuperar el espíritu de los juegos a través del deporte al fundar el Comité Olímpico Internacional, nunca imaginó lo que llegarían a ser: el mayor evento deportivo internacional con más de 200 naciones participantes. Mucho ha transcurrido desde los primeros juegos en Atenas en abril de 1896, al día de hoy en que estamos festejando en la ciudad luz, su XXXIII edición. Probablemente si volviera a nacer, moriría ipso facto al ver el monstruo en que se han convertido, donde variables de índole política, económica, y social han ido determinándolos con el paso de los años, haciendo prácticamente imperceptibles sus ideales originales. 

Pero como decía al inicio, los soñadores somos también percibidos como ilusos y a quienes así nos ven, no les falta razón. Es así que durante dos semanas cada cuatro años, seamos invadidos por el espíritu de los antiguos helénicos y el del barón de Coubertín, para que al final, como cita Serrat, por una noche se olvide que cada uno es cada cual y vuelva el pobre a su pobreza y el rico a su riqueza y sigamos viviendo entorno a la directriz de Honore De Balzac: La esperanza es el sueño del hombre despierto.

 

Es así que este viernes 26 de julio, me desperté ilusionado, y la expectativa se cumplió con creces… muchas, muchas creces. Confieso que la idea de sacar la ceremonia de inauguración fuera del estadio olímpico me movió de inicio el tapete. Siempre los cambios traen consigo una carga de incertidumbre; como diría el violinista en el tejado, la tradición… es la tradición. 

 

Pero hoy pude asumir la pertinencia de las siguientes cinco sentencias: 

 

«Francia no puede ser Francia sin grandeza».

Charles de Gaulle

 

«Francia no es una raza, no es una etnia, no es el derecho de la sangre, es una voluntad de vivir juntos y compartir los mismos valores».

Nicolas Sarkozy

 

«Todo hombre tiene dos patrias, la suya y luego Francia».

Henri de Bornier

 

«Un paseo por París proporcionará lecciones de historia, belleza y sentido de la vida».

Thomas Jefferson

 

«Solo hay dos lugares en el mundo donde podemos vivir felices: en casa y en París».

Ernest Hemingway

 

La ceremonia inaugural de los XXXIII juegos olímpicos, pasará a la historia como un evento único. Los parisinos han refrescado la fiesta de manera soberbia. A diferencia de la sede de los mundiales de futbol soccer (otro importante evento deportivo internacional), que se proporciona a un país, la sede olímpica se entrega a una ciudad, y hoy Paris como ciudad y Francia como nación, nos mostraron su tuétano, su historia, su evolución, lo que han sido ayer y lo que son hoy. El simbolismo de las ceremonias inaugurales en ningún momento fue trastocado, y a éste, se le sumó lo que Paris y Francia fueron y son: libertad, igualdad, fraternidad; su modernidad manifiesta a través de la inclusión, diversidad y equidad. 

 

Quienes no tuvieron la fortuna de gozarla en vivo, dense la oportunidad de hacerlo de manera diferida. Sobrarán las opciones para hacerlo (es un poco más de 3 horas y media). Motívense para disfrutar de sus deportes favoritos y empiecen a ilusionarse con lo que los parisinos nos tengan reservado para la clausura. 

 

Salud y paz.

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