El Grupo Cultural Ostimuri de Bartolomé.-

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El Grupo Cultural Ostimuri de Bartolomé.-Querían que la poesía, la narrativa, el teatro, danza, música, pintura, el rescate histórico comunitario tuvieran parcela, cielo, sol y agua para que germinarán.- Querían demostrar que Cajeme, el Valle del Yaqui, podía, también, darle vida a la espiga luminosa del arte, la cultura, no solamente al grano nutricio parido en los surcos…

Bernardo Elenes Habas

Era un puñado de soñadores.

Querían demostrar que Cajeme, el Valle del Yaqui, podía, también, darle vida a la espiga luminosa del arte, la cultura, no solamente al grano nutricio parido en los surcos.

Querían que la poesía, la narrativa, el teatro, danza, música, pintura, el rescate histórico comunitario tuvieran parcela, cielo, sol y agua para que germinaran.

Aquel grupo cargado de horizontes, le dio movimiento y fortaleza a la palabra. Comenzó a reunirse, en los albores de 1953, en la oficina contable de Carlos Mass Conant, espacio que se ubicaba en la planta alta del edificio de 5 de Febrero y Guerrero, donde ahora se encuentra Banamex (Despacho en el que laboró Bartolomé Delgado de León, al dejar truncos sus estudios de Medicina en la Universidad de Guadalajara y haber incursionado en el magisterio en la Escuela Secundaria José Rafael Campoy, quien, posteriormente, ingresó a Diario del Yaqui, descubriendo que la Literatura es, con mucho, raíz del Periodismo y de los ideales más depurados, cuando se tienen), ahí, hubo asomo, entre los contertulios, de sus aptitudes creativas. Aflorando, prácticamente, la semilla primigenia de lo que sería, al paso de los días, el Grupo Cultural Ostimuri.

Las reuniones fueron, a las pocas semanas, en el departamento de soltero de Miguel Sainz López Negrete, situado en el segundo piso de la empresa que fue 

Aceites Vegetales de Sonora, donde se desempeñaba como gerente, porque era propiedad de sus familiares españoles, de cuya nacionalidad descendía.

En ese departamento, al que bautizó Bartolomé como “El Castillo del Odio”, más que por la novela de A. J. Cronin (Archibaldo Joseph Cronin, médico y novelista escosés), “sino por la sencilla razón de que empezamos a reunirnos un grupo de bárbaros que hacíamos cera y pabilo del prójimo”, espacio donde conjugaban sus voces, ideas avanzadas, y la visión de que podían adelantar el reloj de la historia a favor de Cajeme, Miguel Sainz López Negrete, Bartolomé Delgado de León, Alberto Santana, Carlos Moncada, Jesús Grijalva, Manuel Burrola, Fausto Flores, Tiburcio Ibarra Morales, Humberto Rodríguez Durán.

Así nació el Círculo Cultural Ostimuri –comenta Bartolomé en su libro “Y Dígalo que yo lo Dije”, nombrando sus integrantes, presidente y secretario, respectivamente, a Miguel y Bartolomé. 

Se sumaron nuevos talentos, entre ellos Jesús Corral Ruiz, Alfonso Castañeda Sandoval, el doctor Gabriel Amézaga Irazoqui, Jorge Lara Castellanos, Héctor Navarrete Dondé, doctor Jorge García Sánchez, Profr. José L. Guerra Aguiluz, doctor Manuel Macías Parra, el poeta de altos vuelos Juan Eulogio Guerra Aguiluz, Carlos Enciso, Raúl Prieto, Eduardo Ganime, doctor Luis Farfán, doctor Jesús Alfonso Cadena, doctor Eustolio del Río, Hilda Esther Guerra.

Funcionó Ostimuri algunos años, hubo producción creativa abundante, que se publicaba en la sección cultural de Diario del Yaqui, coordinada por Bartolomé, 

periódico donde se desempeñaba como Jefe de Redacción. Fundaron la Revista Cultural Ostimuri. Promovieron recitales. Otorgaron becas a jóvenes estudiantes. Le dieron vida a la Biblioteca Ostimuri que se ubicó, por varios años, en la esquina suroeste de la Plaza 18 de Marzo, acogida su construcción de una sala por la sombra de frondosos árboles. Asimismo, sus integrantes obtuvieron reconocimientos en certámenes de poesía y cuento, promovidos por los municipios de Nogales y Guaymas; sobresaliendo el triunfo a nivel internacional en novela, convocado por España, de Sainz López Negrete, con “Cruces sobre el Teocali”. Incursionaron en la radio –XEAP- ofreciendo conferencias y lectura de poemas.

“Pero, desgraciadamente –señala Bartolomé en sus crónicas-, se cometió el error de volver solemne al Círculo, “se hicieron estatutos, se fijaron reglas, se establecieron sanciones… y Ostimuri se acartonó. Se volvió un grupito de siete sabios, al que se miraba con recelo y con desconfianza –para no decir otra cosa- y lógicamente murió en el ánimo de la gente. Después de todo, a nadie le caen bien los muy salsas”.

Dejaron el departamento de Miguel y se trasladaron al “Callejón del Diablo”, a espaldas de la escuela Fernando F. Dworak (hoy Callejón Ecuador), y lo nombraron así porque no tenía ni un solo foco de punta a punta. El patio estaba cercado con alambre de púas y únicamente se contaba con dos habitaciones. Después se mudarían a la planta alta de Botica Nueva, del Profr. Guerra.

Pero llegó 1958 con el Movimiento Contrerista, y la política con el germen ambicioso de sus oficiantes, dividió a los ostimurianos como a todos los cajemenses. Bartolomé había salido del Diario debido a esa causa, y dirigía ahora el Heraldo del Yaqui, que se convirtió en bastión del “contrerismo”.

Años después, en los 60, le dio vida al periódico Claridades de corta vida. Bartolomé fue invitado a colaborar en Tribuna del Yaqui, periódico fundado el 5 de diciembre de 1965, coordinando las secciones editorial y literaria.

La Cultura en el Noroeste, fue el nombre que confirió a ese suplemento periodístico, donde muchos de los antiguos integrantes de Ostimuri se incorporaron a los domingos creativos. Ahí, las inquietudes del poeta lo llamaron a formar lo que denominó El Grupo, integrándose nuevos elementos como Ramón Iñiguez Franco, Magda Irma Palomares, Mario L. Partida, Rigoberto Badilla, José María Ibarra, Alí Sierra, Andrés Cevallos, entre varios narradores y poetas, y por supuesto sus antiguos amigos como Héctor Navarrete Dondé.

En 1973 (5 de mayo), con el nacimiento de la Biblioteca Pública Municipal, que funcionó inicialmente en el edificio que fuera sede de la Unión de Crédito Agrícola del Yaqui (UCAY), en la esquina de las calles Sonora y Guerrero, concebida, delineada e impulsada por su fundador, Ramón Iñiguez Franco con el respaldo de Rodolfo León Manzo, directivo en esos días de la Junta de Progreso y Bienestar de Cajeme y posteriormente alcalde (1973-1976), surgió el Grupo Cultural Siglo XX, conformado por Jesús Antonio Salgado, Bernardo Elenes Habas, Ricardo 

Nieblas, María Gloria Carbajal, Enriqueta Dingfelder, Javier Quiroz, Rigoberto Badilla, Daniel Delgado Saldívar, Luis Alfonso Othón, Ramón Cruz Cruz, Luis Alfonso Valenzuela Segura, José Manuel Franco, Antonio Fonseca Villa, Enrique Ramos, Luciano, Horacio Soto, José Antonio Ruiz, Carlos Alberto González Berlanga, Carlos Verduzco Meza, narradores, poetas, compositores, danzantes, gente de teatro, quienes ofrecieron ciclos de recitales de poesía, música, canción, teatro y pantomima, en la misma Biblioteca, incluso en Navojoa, Sinaloa y Nayarit, incursionando en la radio, principalmente en XEIQ, con Marco Antonio Muñoz Soto, locutor integrante del Grupo.

Actualmente existe una estructura oficial enfocada a la promoción de las actividades creativas, la que, ciertamente, perfeccionó en su forma y funcionamiento Enrique Espinoza Pinales, cuando estuvo al frente de dicha dependencia durante la primera administración municipal de Javier Lamarque Cano (1979-2000), hoy intenta hacerlo de nuevo, incorporado al organigrama de Javier..

Han aportado sus esfuerzos y visión de futuro en el transcurrir de la institución municipal, Gladis Félix, Martha Patricia Espinoza Casillas, Trinidad Ruiz, Becker García, Sergio Inzunza, Ismael Serna Hernández.

Temporales y mareas, ha hecho trascender más allá de los límites del Municipio y de Sonora el trabajo cultural, contribuyendo a que la inicial llamita de las actividades creativas se constituyan en fogata que alumbra los caminos de Cajeme.

Sin dejar por fuera, desde luego, el espléndido legado del escritor Luis Alberto Bojórquez, con su libro “Cajeme en la Cultura”, que se convierte en obra de consulta sobre tan importante quehacer, porque rescata los anhelos y la visión de hombres y mujeres, que a pesar de lo que se diga, no han sido voces, versos, canciones y narraciones, expuestas en el desierto, sino que florecen.

Luis Alberto -tengo el orgullo de decirlo-, es parte de mi trayecto en el periodismo cultural, cuando tuve a mi cargo por diez años el Taller de Literatura de Diario del Yaqui, donde hacíamos causa común un manojo de creadores deslumbrados por el crepúsculo del arte, y por el bien de Cajeme.

Le saludo, lector.

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