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Crónicas para la historia (No. 66).- Crece el temor entre agricultores del Valle del Yaqui.- Muchos de ellos recuerdan cómo empezó a gestarse el reparto del 19 de noviembre de 1976.- Yo no lo sé, de cierto, pero es imprescindible analizar los signos de los tiempos…

Bernardo Elenes Habas

Un síndrome inquietante recorre el campo mexicano. Por supuesto que el poderoso Valle del Yaqui no es ajeno a esas percepciones, provocadas por nuevas estrategias de gobierno, diferentes a las que han prevalecido por décadas, sólo quebrantadas en algunas ocasiones. 

Valle del Yaqui reparto

Es el mismo temor que comenzó a crecer en el alma y en la piel de los agricultores del Valle, desde meses antes de la invasión de predios en San Ignacio Río Muerto, suscitada el domingo 19 de octubre de 1975; cuyo desenlace –día 23- fue la muerte de 7 campesinos y 15 heridos, la caída del gobernador Carlos Armando Biébrich y, posteriormente -1976-, el reparto de más de 37 mil hectáreas, bajo el argumento de latifundismo. 

Eran los tiempos de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), quien, al final de su mandato, provocaba un movimiento ejidal inusitado en la región, mismo que los viejos agricultores ya presentían, pero también los campesinos de rostros curtidos por el sol y la labranza, donde se leían sus largas historias de abandono social y penurias. 

Reparto agrario 1937

Han pasado 43 años de esos hechos. Y, cuando ciertamente parecía que las heridas se habían cerrado entre quienes las habían padecido al haber perdido su excesivo patrimonio, de nuevo un viento inquietante recorre los valles de Sonora y Sinaloa, con las reformas a procesos sobre precios de garantía, en base a criterios compensatorios relativos a la cantidad de hectáreas que se poseen o se cultivan, de tal manera que los principales beneficios serían para aquellos que siembran menos de 20 hectáreas. 

Temor a flor de piel

Cierto, existe otro antecedente de reparto en el Valle del Yaqui: 1937, siendo presidente de la República Lázaro Cárdenas del Río, quien apoyado en la región por Jacinto López, Ramón Danzós Palomino, Machi López, Bernabé Arana León, entre otros líderes emanados de una concepción filosófica social progresista, lograron el reparto de grandes latifundios sustentados principalmente en manos extranjeras. 

Pero, la relatoría más reciente que se agita en la memoria de los productores regionales, es la referente al 19 de noviembre de 1976, cuando la mayoría de ellos sufrieron la intervención del Gobierno de la República en los predios que cultivaban, con un decreto expropiatorio. 

Y quizás, muchos de los expropiados en ese tiempo, tengan claro que los movimientos sociales profundos no se generan por encargo, ni espontáneamente cuando se le ocurre a cualquier partido político o grupo social, sino que tienen una semilla de maduración que se vuelve raíz y va generando un largo conflicto de intereses entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, lo que genera condiciones históricas concretas e inevitables, para transformar la realidad imperante. 

Renace la inquietud entre productores

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De hecho, no es una inquietud injustificada la que demuestran los productores regionales, porque reconocen una mala señal con el derrumbe los puentes económicos de subsidios federales, inmersos en los precios de garantía, lo que haría mermar su producción nacional de granos. 

Por eso dejaron muestra ya de su preocupación y unidad, llamando la atención de las autoridades federales desde los límites de Sonora-Sinaloa, con un plantón carretero realizado el miércoles 6 de marzo. 

Sin embargo, presienten que detrás de esas reformas propiciadas por las Secretarías de Agricultura y Hacienda, subyacen otras acciones que involucren el agua, su uso, y los límites para el usufructo de la tierra. 

Hace más de 50 años, dijo Bartolomé

Yo no lo sé, de cierto. Pero se vuelve imprescindible que cada quien perciba, sienta, interprete las señales de los tiempos. Que pongan sobre su propia realidad, sin egoísmos y sin desventajas, esos signos que traen las circunstancias y los comportamientos humanos y políticos. 

Por eso, tal vez, alcanza su dimensión premonitoria una columna del periodista y poeta cajemense Bartolomé Delgado de León, cuando hace más de 50 años convocaba a industrializar, sin temor, para generar una revolución histórica, el Valle; lo que daría seguridad colectiva y plural a la tenencia de la tierra: 

“un joven hombre de empresa –escribió Bartolomé-, llamado a pronunciar un discurso ante un auditorio integrado por señores con recursos de sobra, tuvo una frase medular: Señores, si ustedes analizan lo expuesto, aceptarán esta verdad: el mejor seguro que podamos comprar para nuestras actividades es crear nuevas fuentes de trabajo industrializando al Valle del Yaqui. Si no lo hacemos, no hay seguro posible. Desgraciadamente la frase no llegó a interpretarse. Pero allí está, con su verdad entera, para que la entiendan los deben entenderla. Los tiempos que hay y los que vienen, señores, son y serán muy difíciles…para ustedes. Entre más pronto lo entiendan será mejor para todos. Y basta”.

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