Poema de domingo: Gilberto dice adiós.- Durante tres meses recorrimos Sonora, cubriendo la campaña del candidato a la gubernatura, Armando López Nogales, en 1997.
El fotógrafo de prensa Julián Ávila y yo fuimos asignados por Diario del Yaqui para esa misión. Ahí me reencontré con Gilberto Valenzuela El Sahuaripa, quien se constituía en avanzada por pueblos y ciudades, para ambientar con su voz, el proselitismo del abanderado priísta, previo a su llegada a los actos. Después, el 6 de julio, triunfaría en las urnas.
Una tarde de mayo de 1997, arribamos a Sahuaripa para pernoctar, porque al día siguiente nos esperaba una agenda ardua de actividades con López Nogales, a las que deberíamos dar cobertura. Pero en el hotelito donde acampamos junto con los compañeros periodistas de Hermosillo y de diferentes municipios (Arturo Soto Munguía El Chapo, debe recordarlo bien), descubrimos a Gilberto quien nos invitó a tomar bacanora y a recorrer las calles estrechas de su pueblo dando serenata a capela a “sus muchachas”, como llamaba a sus amigas, quienes asomaban a las ventanas de la medianoche al escuchar la voz privilegiada del cantante, a quien saludaban con emoción manifiesta.
Ese día, el cantor de Sonora Querida, nos comentó a Julián y a mí, luego de obsequiarnos unos casetes con sus éxitos, que cumplía 50 años galopando canciones y corridos, habiendo tomado la decisión de retirarse.
Durante la madrugada escribí un poema para él, que posteriormente puse en sus manos.
Pero Gilberto no se retiró. Porque el arte, la canción, la trova viva, no se jubila. Y siguió cantando con la misma tesitura, con el timbre prodigioso que la naturaleza otorgó a un ser excepcional.
Hoy, Gilberto dice adiós, pero su voz perdurará por siempre, porque es parte del paisaje, del canto sonorense.
Bernardo Elenes Habas
GILBERTO DICE ADIOS
Yo bajé de la sierra
a cantarle a la vida,
a darle a mi Sonora
Yo recorrí caminos,
escenarios, ciudades,
cargando las guitarras,
barcas para soñar…
Una mañana limpia
me llené de herraduras,
narré en mi tierra viva
carreras de caballos
donde el pueblo apostaba
monedas de oro y luz:
me bebí los corridos
sediento como un niño,
y en las noches del Valle
bajo el cielo infinito,
a todas las mujeres
dije cosas de amor.
Cincuenta años pasaron,
hoy regreso a la sierra,
al desierto y praderas
amando a mi terruño
con ternura y pasión,
y con la voz completa,
cantando, que es mi idioma,
me despido de ustedes
con palabras que brotan
desde el fondo del alma:
¡gracias por los aplausos,
Gilberto dice adiós!
(Hermosillo, Sonora. Junio 16 de 1997).
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