Poema de domingo.-

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Bernardo Elenes Habas

Poema de domingo.- Por eso yo amo tus calles,/ tu rumor de campanillas,/ tu aroma de antigüedades,/ y me digo en mi nostalgia:/ ¿cómo no cantarte Guaymas/ con el amor que en mí vibra,/ si aquí nació Juan, mi padre,/ marinero de la vida?.- Así cantan los versos octosílabos del romance que dediqué a mi padre y con el que obtuve un reconocimiento en certamen de poesía convocado por Darío Galaviz Quezada, hace años, en el bello puerto.

Hoy, para fortalecer mi fe de sonorense, rememoro a quien me dio vida y nombre y recorro su trazado de marinero de la vida, del mar, de la sierra y del valle, bebiendo su humildad de hombre bueno:

Bernardo Elenes Habas

Eres presagio de tormentas.

Impasible precedes cataclismos.

Cargado de siglos y leyendas

agitas tus espigas

contra distantes geologías,

donde tatuaron sus raíces

las palabras.

Brotan destellos de sol en tu mirada.

El rumor del mar

lame la caligrafía de sal

de tu silueta.

Te diluyes estoico, en el incendio

sin fin del horizonte.

Navegas

sin más Oriente que tus sueños,

sin más distancia

que tu nombre,

lanzando tus redes a los astros.

La noche juega

con tus manos,

aves acribilladas de lluvias

y de sombras…

Tu barca es tan sólo

la esperanza.

En ella desafías tiempos secuestrados,

horizontes inéditos,

gaviotas bebiendo el infinito

donde las constelaciones

trazan tu ruta

hacia el principio o el final

de la nostalgia.

Escribes tus sueños sobre el agua,

mientras la niebla arropa

el insomnio de los muelles

con su tristeza fría,

llorando la orfandad de las guitarras.

El rumor nupcial

de la lluvia,

muestra la flor

de tus quimeras.

Late el mar

en la extensión morena de tu pecho,

corola líquida

nacida del asombro,

de las raíces cósmicas

donde duermen racimos de barcas

y de estrellas.

Profundamente solitario,

desgranas el resplandor de una canción

o una plegaria,

desafiando la furia del silencio.

Tu voz matiza todos los colores.

La garganta estremecida de las olas

suelen beberse tu arcoíris,

porque tu canto

surge desde el fondo de las grutas

donde anidan el viento

y sus espadas.

Tu torso es de bronce

y de salmuera.

En tus ojos,

se desmaya el horizonte

absorbiendo los últimos destellos

de la tarde,

espejos que juegan a incendiar

el velamen de tu barca.

Llegas al puerto de tu génesis

guiado por los cristales azules de la luz.

El árbol, el cielo, las estrellas,

muestran sus pétalos anónimos,

tienen mutilado su horizonte;

tus sueños inauguran 

la alborada.

La lluvia desgasta el muro de las sombras

borrando cicatrices.

Bautizan tus plegarias

el nuevo amanecer

del mundo…

—–o0o—–

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