Poema de domingo.-

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Poema de domingo.- Los Maestros tenían que verse como los segundos padres, inculcaban antes, en la mente infantil, desde casa. El respeto se hacía manifiesto hacia ellos, porque abrían senderos luminosos para los niños en los surcos del cuaderno, donde se sembraban las semillas de las letras, de la ciencia…

Hoy se viven tiempos difíciles de violencia desatada que debilita la capacidad de asombro de las nuevas generaciones, quienes ya no imaginan ni sueñan, sino que ven en las pantallas cibernéticas el vertiginoso transcurrir de los tiempos…

Hoy, ante lo positivo y lo negativo que arroja la tecnología, el Maestro, apelando al privilegio que le confiere conducir desde el aula a los niños hacia nuevos horizontes, jamás deberá pasar por alto el alimentar en ellos la sensibilidad, la humildad, el respeto a sus semejantes, para que nunca olviden que pertenecen a una familia denominada raza humana, la que podría extinguirse si prevalece la ceguera del odio que se empeña en apagar la luz que alumbra caminos…

Un abrazo emocionado para los Maestros que siguen llevando en el pecho la llamita encendida de la vocación, que nadie puede apagar…

Bernardo Elenes Habas

Te suplico, Maestro, 

con esta voz de tierra,

con este anhelo antiguo

que me viene de siglos,

con este sentimiento

de mi raza morena,

que cuides a los niños…

¡que cuides a los niños…!

Un tiempo de metal

golpea el horizonte,

cabalga despiadado

con su grito de muerte;

y los surcos se beben

la soledad del hombre,

y ya nadie lo siente…

¡y ya nadie lo siente…!

Enséñales la fe,

muéstrales la esperanza;

dale a los niños luz,

destino, paz, distancia;

una canción de amor

anida en sus gargantas.

Déjalos madurar

como fruta sencilla,

que nadie los lastime,

que nada los inquiete,

que recojan tu voz,

transparente, bendita…

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