
Poema de domingo.- Y aprendimos las reglas de la preceptiva literaria, no solamente en el viejo texto secundariano de Carlos González Peña, sino en el improvisado taller lírico y bohemio de Bartolomé Delgado de León, el periodista y poeta cajemense al que muchas veces me he referido, y a quien mi generación de juglares debemos tanto…
Supimos cómo construir un soneto, un romance, una décima. Le dimos alas y dimensión a los madrigales, la elegía, las baladas; manejábamos la rima, pero también el verso libre, sin ataduras silábicas, leyendo los poemarios de Neruda, declamando en voz alta, improvisando poemas en un juego alegre que incendiaba las noches… Desde ahí salimos al mundo a sembrar versos…
Creo, pues, que la poesía no ha cantado en vano…
Bernardo Elenes Habas
Traigo sol en las manos,
lluvia en mis ojos tristes;
ríos que se desbordan
en la selva de asfalto;
y silencio, silencio
de tardes fracturadas,
de lastimados cantos…
Así me trajo el viento
desde valles lejanos,
tatuó en mi voz de humo
una oración eterna,
desgranó sus espigas
con la emoción de un salmo,
y hubo paz en mi sangre…
se volvió mi alma buena.
Así me trajo el viento
con aullidos insomnes,
lavó mi piel oscura
con el agua del tiempo,
me bautizó poeta,
sencillamente hombre…
Hoy comienzo de nuevo,
reconstruyo el sendero,
una fogata cierta
ilumina mi vida,
traigo sol en las manos,
en el pecho, luceros…
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