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Tradiciones de Cajeme.- Cuaresma y Semana Santa, marcaban una fuerte influencia en una comunidad que despertaba a la vida.- Muy poco queda en la actualidad, de ese misticismo religioso que la gente del pueblo profesaba con devoción en los inicios del Municipio…

Bernardo Elenes Habas

El viento de Cuaresma, generalmente marzo y abril, barría el silencio del pueblo. Levantaba el polvo de las calles desiertas y se concentraba en los llanos, que eran paisaje común, formando remolinos.

Pronto sería Semana Santa, con sus días grandes reverenciados por las familias de raíces campesinas, radicadas en los extremos de Ciudad Obregón, al poniente, y en incipientes colonias que se asomaban a la vida, como la Hidalgo (Los Cartelones, le decían), la Morelos, Quinta Díaz…

Se escuchaba aún, el silbido frío del invierno que se resistía a marcharse. Pasaban sus corrientes de aire por entre las ramas ariscas de los mezquites, o cercos de carrizo, arrancándoles murmullos extraños, haciendo rodar bolas grandes de chamizos secos, por las calles desiertas.

Chinames 2

En esos tiempos de horas somnolientas, cuando los días de los años 1940,1950 se marcaban en los almanaques de Helguera (bellas y coloridas estampas sobre papel, resaltando la mexicanidad, mismos que colgaban en las paredes interiores de carrizo enjarradas con barro, de los chinames), alguna vez bajaron desde los pueblos yoremes los chapayekas o fariseos, como narraba con voz pausada y suave, mi abuelo Nacho Habas.

Hombres morenos y espigados. Cubiertos sus rostros con máscaras de cuero, simbolizando grotescamente a soldados romanos y judíos, portando en sus manos los cútam (cuchillos y espadas de palos silvestres), sin utilizar tambores, sonajas, 

danzas, se acercaban a las casas, mostrando el guardián una cajita de madera con una cruz resaltada, ante las que se persignaban las familias visitadas, depositando su ofrenda, en su mayoría monedas de cobre con valor de veinte centavos…

Al llegar Semana Santa, el luto flotaba en el ambiente. Las mujeres –mi madre María y mi abuela Fina Armenta, lo hacían- cubrían los espejos con sábanas. No realizaban labores de costura. No utilizaban los cuchillos en la cocina. Hablaban, las familias, en voz baja. Nadie cantaba ni demostraba alegría durante los días de la Pasión y Muerte de Cristo, porque –le explicaban a los niños que no comprendían esas actitudes- no había Dios… y la “malhora” podía aprovecharse para sembrar tragedias…

Las radiodifusoras de la época, principalmente la XEAP propiedad de Emilio Manzanilla Siast, y XEOX de Felipe García de León Escobar, disponían en sus programaciones durante los días, música sagrada, como la identificaban los viejos…

En verdad, durante esos lejanos años, había fervor místico en cada hogar, y aunque muchas familias no asistían a las iglesias (la Capilla de Guadalupe mostraba su luto cubriendo las figuras y cuadros de santos y vírgenes, con lienzos color morado), cada hogar se constituía en humilde y respetuoso templo del dogma religioso…

Pero el tiempo y la dinámica del crecimiento de la ciudad, que todo lo cambia, desgastó principios y costumbres. Se hizo notoria la influencia de familias que provenían de otras entidades, borrándose, paulatinamente esas bellas tradiciones llenas de humildad campesina…

El crecimiento de la ciudad fue vertiginoso. Creció el comercio. Se multiplicaron las radiodifusoras, mismas que lanzaban al aire, además de la música mexicana, aportaciones de otros países, como Estados Unidos, con nuevos ritmos, el rock and roll entre ellos.

Los jóvenes de la época rompieron antiguos cartabones. Demostraron su rebeldía ante lo que consideraban lento y obsoleto. Cultivaron nuevas modas, hasta llegar a los tiempos actuales, con el predominio de una tecnología avanzada.

La comunicación relampagueante de los espacios cibernéticos y sus redes sociales, portadoras de una carga ambivalente de positivismo y negativismo, proporcionaron el timón virtual para una navegación asombrosa…

No obstante, a pesar de adelantos tan prodigiosos, aún no se arroja a los surcos vivos de la tierra generosa, la semilla del Hombre Nuevo…

Le saludo, lector.

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