Poema de domingo.- El verso debe ser limpio, alto y claro, solía decir Bartolomé Delgado de León, el poeta y periodista cajemense que le cantó al Valle del Yaqui con estrofas rurales y bellas: “Te quiero, Valle del Yaqui,/ por mío: porque tu nombre/ se dice con voz de hombre/ ¡y porque vistes de ‘kaki’!/¡porque lloras con los yaquis/ que en tus entrañas, de hinojos,/ plantaron claveles rojos/ de su sangre sin añil!/ ¡Te quiero, porque en Abril/ lloras trigo por los ojos!”, como expresa una de esas décimas que se constituyen en un himno de luz que deben ser anidadas en el corazón y la memoria de las actuales y nuevas generaciones como acta de identidad. Por eso creo, como nos enseñara Bartolomé a los poetas que éramos en los años 70 y que acudíamos a su casita de callejón República de Cuba en Ciudad Obregón, a beber vino dulce y escanciar poesía durante las frías noches de invierno, que la palabra convertida en verso no debe ser sometida a pasiones políticas, y sí mantener su libertad para llegar al corazón del hombre, de la mujer, en los caminos de la vida…
Bernardo Elenes Habas
Poeta, no encarceles tu voz,
no le impongas cadenas.
Deja que tu palabra
vuele libre en el tiempo.
Que grite su verdad
en manojos de estrofas
que contagien amor,
auroras, horizontes,
que acaricien los días
de sol y sombra leve,
que gocen con la lluvia
germinando semillas,
definiendo el misterio
del fruto y sus delicias…
Poeta, deja que el verbo claro,
ardiente en las llanuras,
reviente sus corolas,
que se vuelvan guitarras
en las manos del viento,
que canten la esperanza
del valle, de la sierra,
del mar, de los desiertos.
Deja que tu palabra,
cuando sea necesario,
no por capricho y luces
que te llenen de gloria,
defienda la esperanza,
se vuelva aguda y firme
-machete campesino-,
cortando malas yerbas,
combatiendo ambiciones,
fulminando injusticias…
No escribas lleno de odios,
de envidias, de rencores,
versos secos, sin luz,
como mala simiente
que apunta contra ti,
volviendo tu alma estéril,
porque desde ese día
dejas de ser poeta…
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