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En el vasto repertorio de leyendas sobre el origen de las matemáticas y la sabiduría antigua, hay una historia que sigue maravillando a quienes la escuchan por primera vez. Se trata de la leyenda del ajedrez y el maíz infinito, una narración que pone en perspectiva el concepto de la exponenciación, pero que también nos deja una lección de humildad y respeto por el conocimiento.

La historia comienza en la antigua India, cuando el rey Sheram, quien se consideraba el hombre más sabio de su tiempo, ordenó a sus súbditos encontrar un juego que pudiera entretener su mente. Fue entonces cuando un joven sabio de nombre Sissa inventó el ajedrez, un juego de estrategia que fascinó al monarca con su complejidad y profundidad.

El rey, agradecido y sorprendido, le dijo a Sissa que podía pedir la recompensa que quisiera. El sabio, en lugar de pedir oro o joyas, solicitó algo aparentemente modesto: “Mi señor, deseo que me pague con granos de maíz, colocando un solo grano en la primera casilla del tablero de ajedrez, dos en la segunda, cuatro en la tercera, y así sucesivamente, duplicando el número de granos en cada casilla hasta completar las 64.”

El rey, confiado en que la petición era pequeña, aceptó sin dudarlo. Sin embargo, al iniciar los cálculos, los matemáticos del reino pronto comprendieron que cumplir con esta promesa era imposible. Para llenar el tablero de ajedrez de acuerdo con la petición de Sissa, el rey necesitaría 18,446,744,073,709,551,615 granos de maíz, una cantidad tan inmensa que superaba toda la producción de granos en el planeta.

La moraleja de la leyenda es doble. Por un lado, se evidencia el poder de la progresión geométrica, un concepto matemático que, aunque sencillo en apariencia, puede alcanzar dimensiones inimaginables. Por otro lado, la historia es un recordatorio de la importancia de no subestimar la sabiduría, de reconocer las limitaciones propias y, sobre todo, de valorar los conocimientos que nos desafían y enseñan a ver más allá de lo obvio.

Hoy, siglos después, esta historia sigue fascinando no solo a matemáticos, sino a cualquier persona que se acerque a la leyenda con mente abierta. Nos muestra cómo algo tan simple como un tablero de ajedrez y algunos granos de maíz pueden llevarnos a reflexionar sobre temas tan profundos como la humildad, la grandeza del conocimiento y la vastedad de lo que aún no comprendemos del universo.

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