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DOMINGO IV CUARESMA (MARZO 31 DE 2019) 

PRIMERA LECTURA (Josué 5,9.10-12)

«Los israelitas ya no volvieron a tener maná, y desde aquel año comieron de los frutos que producía la tierra de Canaán», después de este largo viaje por el desierto Josué y los israelitas se encuentran ya en la tierra prometida al otro lado del Jordán. Durante el tiempo del desierto Dios los acompañó y les proveyó de lo necesario para su sustento; les dio de comer cuando tuvieron hambre y de beber cuando tuvieron sed. Ahora han completado su tiempo de purificación y es tiempo de empezar su nueva vida y de hacerse responsable de ella, Dios estará con ellos de una manera distinta pero no por ello menos fuerte, tendrán que trabajar para sacar los frutos de la tierra. Muchas veces pensamos que quizá Dios nos ha abandonado porque no nos da todo lo que queremos, generalmente caprichos, sin embargo, nos da siempre lo que necesitamos. Aprendamos a dar gracias siempre por todo, nos hará mejores personas.

SEGUNDA LECTURA (2 Corintios 5,17-21)

«Al que nunca cometió pecado, Dios lo hizo “pecado” por nosotros, para que, unidos a él, recibamos la salvación de Dios y nos volvamos justos y santos», este es el regalo más grande que hemos recibido; no tenemos que hacer nada o hacer méritos, lo que hace que todo suceda es que nos dejemos amar por Dios. El solo reflexionar y profundizar en el misterio de nuestra salvación tendría que abrirnos a la gracia divina. Dios nuestro Padre ha dado por nosotros, su Hijo a quien ha engendrado y amado volcando sobre Él todo su ser, se ha hecho uno de nosotros compartiendo todo lo que somos para volvernos a la comunión con Dios. Este es el motivo para estar felices, hemos sido reconciliados por puro amor, no lo hemos merecido y sin embargo lo único que tenemos que hacer es «dejarnos reconciliar con Dios», es decir, dejarnos amar por Él y no oponer resistencia.

EVANGELIO (Lucas 15,1-3.11-32)

«Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado», este texto tiene un especial significado para mí, fue el texto que profundicé en mi tesina para recibir el título de licencia después de “descubrir” la Sagrada Escritura. Muchas veces pensamos que conocer a Dios pasa necesariamente por el conocimiento que aprendemos con nuestros esfuerzos en un salón de clases. El gran descubrimiento, el que nos salva, es que Dios no es un conocimiento abstracto, no podemos recibir una nota de calificación por lo que sabemos de Él, si nos conformamos con eso, tarde que temprano nos quedamos sin nada. Jesús no vino a enseñarnos cosas, más bien vino a enseñarnos a vivir y, vivir en plenitud. Lo más triste es cuando pasamos toda una vida adorando a un “ídolo” que premia si nos portamos bien y castiga cuando nos portamos mal, qué diferencia hay entonces entre Él y un Juez, creo que ninguna. Jesús nos invita a enamorarnos de Dios, a descubrir a un Padre lleno de amor por nosotros, que solo nos pide dejarnos amar y salvar. Ese es Dios nuestro Padre, ¿qué más podemos decir?

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