DOMINGO III CUARESMA (MARZO 24 DE 2019)
PRIMERA LECTURA (Éxodo 3,1-8.13-15)
«He descendido para librar a mi pueblo de la opresión de los egipcios, para sacarlo de aquellas tierras y llevarlo a una tierra buena y espaciosa, una tierra que mana leche y miel», Moisés tenía nueva vida, después de huir de Egipto encontró un espacio donde había rehecho su vida y el lujo de su vida anterior había quedado atrás; aunque también se había perdido en su memoria la conciencia del sufrimiento del pueblo al que pertenecía. Dios lo había salvado de la muerte para que pudiera cumplir la misión de conducir a su pueblo hacia la libertad, pero su vocación había sido ahogada al acomodarse a su nuevo estilo de vida. Dios llegará a su vida para sacarlo de su letargo, no siempre es sencillo responder a su llamado, en muchas ocasiones significa sacrificios y la negación de un proyecto personal de vida y, sin embargo, el Dios que llama también dará los medios para responder. La fuerza consiste en creerle a Dios que en su “nombre” se actúa y que se es portador de su acción liberadora.
SEGUNDA LECTURA (1 Corintios 10,1-6.10-12)
«El que esté firme, tenga cuidado de no caer», nuestra única seguridad y confianza está precisamente en estar en la presencia de Dios, no hay otra fuerza que nos sostenga sino solo su amor misericordioso. Pablo nos invita a ver la Sagrada Escritura como la historia de hombres y mujeres, hermanos nuestros, que ante el llamado de Dios respondieron desde sus posibilidades y capacidades y que muchas veces le dieron gloria con sus acciones comprometidas, pero en otras, tristemente, traicionaron su amor y su confianza dejando que el pecado conquistara su corazón; no se trata que los veamos como sus jueces sino que aprendamos de su ejemplo para crecer en el seguimiento del Señor, de sus aciertos para edificarnos y de sus errores para no repetirlos.
EVANGELIO (Lucas 13,1-9)
«Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré», hay dos secciones bien definidas en la perícopa de hoy. En la primera parte, se presentan dos acontecimientos: un homicidio y una catástrofe, los dos conllevan pérdidas de vidas humanas; los interlocutores de Jesús ven lo sucedido como un castigo de Dios; Jesús, en cambio, invita a ver en los acontecimientos un espacio para aprender; es cierto que Dios no castiga, aunque muchas veces lo merezcamos, sin embargo, si ponemos atención en esos acontecimientos difíciles que vivimos podemos experimentar la presencia de Dios tan cercana que su amor misericordioso puede sanarnos, ayudarnos a ser mejores y volver a su presencia, eso es la conversión. La higuera estéril en el viñedo de la segunda parte parece referir a Isaías 5,1-7, y es una invitación a ver de otra manera la acción de Dios en nuestra vida. Es tiempo de dejar atrás la imagen de ese Dios juez pendiente de nuestros actos y listo para castigarnos. Dios es Padre y un padre bueno, siempre dispuesto al perdón, especialmente cuando arrepentidos volvemos a Él.