DOMINGO III DE PASCUA (MAYO 5 DE 2019)
PRIMERA LECTURA (Hechos 5,27-32.40-41)
«Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen», ¿Es posible ahogar y callar lo que Dios ha hecho por nosotros? ¿Podrá haber alguna ley o autoridad impedir la expresión de nuestra fe de una manera libre y espontánea? Los apóstoles no lo creen así y, aunque su decisión pueda traerles consecuencias, simple y sencillamente no están dispuestos a obedecer una orden que atente contra lo que es la expresión de su propia identidad. En la actualidad se busca hacer creer que la fe es algo eminentemente privado y que sus expresiones deben estar consignadas al ámbito de la casa y de los templos. El cristiano no puede callar lo que es, no puede vivir una vida pública sin “testimoniar”, especialmente con sus obras, su fe en Jesucristo. Vivir y proclamar nuestra fe en nuestro día a día no puede estar en contra de una sociedad laica, mientras alejemos de nuestras relaciones cualquier signo de intolerancia.
SEGUNDA LECTURA (Apocalipsis 4,11-14)
«Digno es el cordero, que fue inmolado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza», himno que proclama la victoria de Cristo sobre la muerte. El Padre ha constituido a Cristo como cumplimiento y promesa, cumplimiento porque Él ha consumado con su sacrificio la promesa que Dios había hecho a los hombres que, heridos por el pecado, se habían apartado de Él; y promesa porque al contemplar a Cristo victorioso Dios nos convoca a alcanzar en Él, la plenificación de nuestro ser. Por eso, nuestra vida toda, debe ser una continua alabanza al Dios uno y Trino por quien hemos sido salvados.
EVANGELIO (Juan 21,1-19)
«Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero», Simón se ha entristecido profundamente por la triple pregunta que Jesús le ha hecho y que parecería cuestionar su fidelidad; muchas veces vemos esta triple pregunta como la justa compensación ante la triple negación de Jesús durante la pasión y, aunque no descartemos del todo esta interpretación, es interesante explorar otras posibilidades. De lo que no podemos tener la menor duda es que Jesús conoce muy bien el corazón de Simón, sabe que lo ama y también conoce sus limitaciones, aunque aún le falta dar el paso definitivo que lo llevará a su conversión definitiva. Un paso tan importante, que sin embargo obviamos y que es precisamente por eso que después de un tiempo el “calor” que ha producido nuestro encuentro que Jesús termina por “enfriarse” y transformarse en desilusión al no alcanzar lo que esperábamos. Jesús sabe que Simón lo ama, sí, pero ¿Simón sabe a ciencia cierta que Jesús lo ama? El “Bautismo” de Simón consistirá en experimentar que Jesús lo ama inmensamente, que no es necesario hacer absolutamente nada para ganarlo y aprender a vivir como un hombre nuevo. Pensamos que la conversión es un movimiento eminentemente moral, pero en realidad es un encuentro con la persona de Jesucristo que, tarde que temprano, nos lleva a vivir de otra manera.