PRIMERA LECTURA (Hechos 13,14.43-52)
«Yo te he puesto como luz de los paganos, para que lleves la salvación hasta los últimos rincones de la tierra», Jesús con sus palabras y obras invitó a sus hermanos de raza a volver a Dios, a regresar a los orígenes poniendo toda la confianza en el Dios que los había elegido y transformado en su pueblo en medio de todas las naciones; sin embargo, el pueblo de Dios se había estancado confiando únicamente en el cumplimiento de leyes y ritos que tranquilizaban su conciencia pero que alejaron poco a poco su corazón del Dios vivo. Su misión, como pueblo sacerdotal entre los paganos era, con su testimonio, llevarlos a conocer al Señor. Esa es la misión que Dios ha puesto, por Cristo, en nosotros, su nuevo pueblo, ser luz para nuestros hermanos y ayudarlos a salir de su pecado para ser liberados por su amor misericordioso. No se trata de hablar mucho sino de amar más.
SEGUNDA LECTURA (Apocalipsis 7,9.14-17)
«Yo, Juan, vi una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas», muchas veces señalamos a nuestros hermanos de otras denominaciones cristianas por basar su predicación en el dato de los 144000; siendo que el plan salvífico de Dios es exponencialmente ambicioso, pues quiere que “todos” los hombres de toda raza y lengua alcancen la salvación. Y, si bien es cierto, aunque entendemos esto, nuestra vida cotidiana no refleja necesariamente nuestra confianza en el amor misericordioso del Padre, pues vivimos en el temor de la condenación y eso nos impide amar al prójimo con libertad. Si buscamos día con día hacer el bien, aunque en ocasiones fallemos, viviremos confiando en que Aquel que nos ha llamado a la salvación siempre cumple sus promesas.
EVANGELIO (Juan 10,27-30)
«Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen», hoy celebramos el domingo del Buen Pastor. No tenemos duda que es Jesucristo nuestro Buen Pastor y nuestro Sumo y Eterno Sacerdote, pero, como dice la plegaria de ordenación «movido por el Espíritu Santo, se ofreció a ti como sacrificio sin mancha y habiendo consagrado a los Apóstoles con la verdad, los hizo partícipes de su misión; a ellos a su vez les diste colaboradores, para anunciar y realizar por el mundo entero la obra de la salvación.»; es decir, el Sacerdocio de Cristo se perpetúa en su Iglesia para continuar con la misión que Dios, nuestro Padre, le ha confiado. Por eso hoy también es el día de la oración por las vocaciones, el gran milagro del “sacerdocio” consiste en que “desde” y “a través” de la fragilidad humana se haga presente en medio de nosotros el ministerio y la santidad de Jesucristo. Vivimos tiempos difíciles pues el mal testimonio de “algunos” de los elegidos al sacerdocio han dañado y dado mal testimonio. Es tiempo de orar con más fe y rogar al “Dueño de la mies” por abundantes y santas vocaciones y por la fidelidad de los presbíteros que silenciosamente, que sin dudar son muchos más, trabajan y se desgastan por el Reino.