Con sinceridad ¿a quién le confiarías la seguridad pública?

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La encampañada lectora, el proselitista lector quizás no lo recuerden, pero cuando inició la administración municipal de Ernesto Gándara en Hermosillo, se registró una de las peores crisis de seguridad de las que se tenga memoria, porque involucraba directamente a la corporación municipal.
Todo comenzó cuando apareció un agente asesinado de fea manera, en un paraje al norte de la ciudad, por rumbos del Colegio Irlandés. La escena era dantesca. El agente vestía su uniforme, estaba tirado boca arriba, con una granada en la mano y sobre su pecho una cartulina con un ‘narcomensaje’. La cartulina estaba clavada a su cuerpo con un cuchillo.
A ese crimen le siguieron otros, que desataron la sicosis entre la población, pero especialmente entre los agentes de la policía municipal, y de manera más específica aquellos que estaban relacionados con grupos criminales desde años atrás, un tema que escaló en la administración anterior y que muchos recuerdan por el tristemente célebre caso de ‘El cuarto pasajero’, un misterioso pasaje de la historia en la que un detenido abandonó las ergástulas de la Zona Centro, y salió como un fantasma ante la mirada de los agentes de guardia y las lentes de las cámaras de seguridad.
El apodo le vino porque se trataba de uno de cuatro hombres que fueron detenidos por escandalizar en un antro de la ciudad, y en la revisión de rutina los agentes encontraron en el auto en que viajaban un arsenal de armas de grueso calibre.
La leyenda urbana entre los agentes cuenta que para salir de la comandancia, el sujeto soltó algo así como 200 mil dólares, en un episodio que junto con los tandeos, sería lo más memorable entre los negativos de la administración de María Dolores del Río, entonces panista, luego ‘emecista’ y hoy flamante coordinadora de la precampaña de Alfonso Durazo.
Como colofón de esa negra historia, se sabe que meses después, en un café internet de Tijuana cuya paradójica razón social era “El Balcón”, fue acribillado un hombre al que se identificó por una tarjeta de circulación expedida a nombre de Juan Zavala Márquez. Posteriormente se descubrió una segunda identidad como Eduardo Márquez Fragoso, y finalmente se supo que su verdadero nombre era Irene Enríquez Parra. 
Sirva el breve recuento para ilustrar el grado de penetración del crimen organizado en la policía municipal de aquel entonces, una situación que le fue heredada a El Borrego Gándara y que a la postre derivara en los asesinatos de policías municipales al inicio de su administración.
La crisis, hay que decirlo, duró unas cuantas semanas, dramáticas por cierto. Con mano firme y una nueva mística de servicio que incluyó mejoras sustanciales a las condiciones de vida y de trabajo de los agentes; seguros de vida, programas de vivienda y el reforzamiento en equipo, armamento y vehículos, se pudo regresar a la normalidad.
Es claro que la infiltración del crimen organizado en las corporaciones de todos los niveles es un tema estructural que persiste hasta nuestros días en el ámbito municipal, estatal y federal, pero al menos en Hermosillo no se han vuelto a registrar episodios como aquel en que murieron varios agentes. Al menos, no de manera sistemática.
El hecho cierto es que El Borrego supo gestionar esa crisis heredada, lo que me vino a la memoria ayer que sostuvo un encuentro virtual con representantes de la sociedad civil de Navojoa: doctores, hoteleros, gasolineros, comerciantes, agricultores entre otros, para bordar sobre el tema de la seguridad.
Allí destacó lo relevante que resulta que los gobiernos se ganen la confianza ciudadana para fortalecerlos. Y eso aplica no sólo para seguridad pública, sino para todas sus acciones, pero en el caso concreto de la seguridad, debe complementarse con incentivos, becas y prestaciones para los agentes, así como con la capacitación, el equipamiento y la búsqueda constante de las innovaciones tecnológicas y científicas para la profesionalización de su trabajo.
II
Y como una cosa lleva a la otra, es evidente que a Alfonso Durazo, el precandidato de Morena a la gubernatura se le está complicando cada vez más el tema de la seguridad. No hay un post alusivo al tema, que no desate una oleada de comentarios recordando su paso por la Secretaría del ramo, donde nunca pudo domar la pandemia de homicidios dolosos. 
El ‘Culiacanazo’ y la liberación de ‘El Chapito’ Ovidio Guzmán siguen siendo referencias obligadas a la hora de revisar su gestión. 
Su discurso sigue fincándose en endosar el desastre en que se ha convertido la inseguridad en los municipios más importantes de Sonora al gobierno del estado, pero lo cierto es que el tema rebasa las fronteras estatales y en todo el país siguen registrándose masacres y crímenes ligados al narco.
La radicalización de su discurso, ahora centrado en el tema de la corrupción (hoy hará un juramento contra ese cáncer) parece ir de la mano del nerviosismo. El abierto activismo de funcionarios públicos de gobiernos municipales de Morena y del gobierno federal, involucrándose directamente en su precampaña indica que el camino por la gubernatura no está del todo despejado.
Paralelamente, ha tenido que lidiar, por un lado con la molestia de morenistas que se sienten desplazados de la precampaña por el arribo de ex priistas, ex panistas, ex emecistas, y por el otro, con las complicaciones que representa la fallida coalición con el PT y con el PVEM, señaladamente.
Al parecer, finalmente se impuso la convicción de que la alianza de 2018 con el PT y el PES le resultó bastante cara a Morena, que puso haber ganado en Sonora sin necesidad de ir juntos y tener que compartir con ellos curules y gobiernos municipales.
Ahora, ya sea porque no pudieron o porque no quisieron, dejaron que se venciera el plazo para no registrar la coalición y tendrán que ir solos en la mayoría municipios y distritos. 
Esto tendrá repercusiones importantes, pues si por un lado están sumando liderazgos (algunos muy endebles y cuestionados) de otros partidos, por el otro están enfrentando la fuga de algunos aliados, sobre todo del PT y del Verde, a los que harían mal en minimizar.
Veremos en qué termina todo esto.
III
Desde el 1 de marzo del año pasado, cuando se registró en México el primer deceso por coronavirus, suman ya 141 mil 248 muertes por esa causa.
En las últimas 24 horas fallecieron mil 803 mexicanos víctimas de la pandemia, y en los últimos días hemos tenido cifras similares, rompiendo los propios récords para muertes en México.
Desde la mañanera, sin embargo, la agenda que se impone, y en la que infinidad de incautos caen es otra: ya George Clinton, ya Don Gato y su pandilla; ya el panismo de Twitter, ya cualquier cosa que desvíe la atención de los temas verdaderamente urgentes.
En ese sentido (y en algunos otros) la oposición si está bien pinche pedorra.
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