Loreta Castró enfatizó: “nos seguiremos inundando (en la Ciudad de México), porque vivimos en un lago. Ese lago es poderoso y nos da mucha identidad”
El Centro Histórico de la Ciudad de México está ubicado en una zona muy especial. Se fundó en el centro del Eje Neovolcánico Transversal, es decir, en una cadena de volcanes que cruza del Pacífico al Golfo y que tiene en su centro una cuenca. “Cuenca significa un espacio que recibe el agua de las montañas y por el que pasan ríos y lagos”, explicó la arquitecta mexicana Loreta Castro en la sesión Mirada sobre el agua: infancias en acción, del IX Encuentro Libertad por el Saber: Agua y Vida, organizado por El Colegio Nacional.
La directora de Taller Capital, un despacho dedicado a proyectos arquitectónicos, urbanos y de paisaje, explicó que la Cuenca de México tiene la particularidad de ser una cuenca cerrada o endorreica, es decir, sin salidas de agua: “Funciona como un molcajete; toda el agua que escurre de las montañas se concentra naturalmente en la parte más baja. En el mundo existen alrededor de 10 cuencas endorreicas; es algo poco común, y una de ellas corresponde al centro de la ciudad”.
La investigadora de la Facultad de Arquitectura de la UNAM recordó que varias civilizaciones habitaron en esta zona, siendo la última la de los mexicas, quienes fundaron México-Tenochtitlán en 1325 en el centro del Lago de Texcoco y quienes desarrollaron un interesante sistema de chinampas. Además, señaló que “los mexicas tenían dos dioses del agua: Tlaloc y Chalchuitique”.
“En ese tenor, hemos vivido por muchos años en esta cuenca, pensando en una ciudad de agua. Pero en 1519, llegaron viajeros del extremo oriente, liderados por Hernán Cortés, y que acabaron con el imperio mexica por muchas razones. Con el cambio de ideología, se construyó una ciudad basada en el diseño europeo del Renacimiento. Los españoles usaron a Latinoamérica como terreno de experimentación para probar la ciudad en retícula: todas las ciudades latinoamericanas comparten la misma estructura, con una plaza central donde está la iglesia y el palacio de gobierno, y una gran retícula que se puede expandir al infinito. Así comenzó la expansión de la ciudad de México, tapando los canales, y secando los lagos”, explicó la especialista en el manejo de agua en las ciudades.
Detalló que los españoles comenzaron a construir infraestructuras para sacar el agua de la cuenca y, en 1604, perforaron la montaña para desviar el líquido fuera de ella. “Desde hace 500 años seguimos perforando túneles, pensando que nos libraremos de las inundaciones, pero la realidad es que eso no ha sucedido. La última gran inundación fue en Chalco hace un mes; el agua permaneció ahí un mes. Seguiremos inundándonos, porque vivimos sobre un lago. Ese lago es poderoso y, además, nos da mucha identidad”.
De acuerdo con Loreta Castro, la Ciudad de México es hoy una cuenca que ha reemplazado el agua con una gran capital abastecida por tuberías y que desvía el agua para traerla desde lejos. Además, señala una paradoja: “Vivimos en una ciudad de agua, pero no tenemos agua. Uno de nuestros principales problemas es la falta de agua, ya que la mayoría de las laderas están cubiertas, lo que impide la recarga de los mantos acuíferos”.
Sin embargo, pese al caos, señaló la experta, “en los lugares más problemáticos es donde hay oportunidades para actuar. Ustedes, como niños y jóvenes, deben estar conscientes de que hay muchas oportunidades para cambiar la manera en que habitamos y manejamos el agua hoy en día. Dependerá de su creatividad e inteligencia que logren ponerlas en marcha y difundirlas entre su comunidad”, concluyó la arquitecta.
Al tomar el micrófono, Jennifer White, directora del Proyecto Isla Urbana, compartió con los niños y jóvenes asistentes al Aula Mayor de El Colegio Nacional que lleva 15 años trabajando en México en la captación de agua de lluvia. Contó que desde los 10 años tuvo la fortuna de recibir talleres de reciclaje. Fascinada por la historia de Xochimilco y la ciudad más grande del mundo, Tenochtitlán, formada en lagos, supo que este era el lugar perfecto para captar la lluvia, usando una técnica antigua combinada con tecnología moderna.
“Empezamos con un grupo de cuatro personas y trabajamos en la instalación de sistemas de captación de agua de lluvia. Comenzamos en el Ajusco, al sur de la Ciudad, una zona donde llueve mucho, pero las comunidades no tienen acceso al agua. Mostramos los grandes impactos que un sistema de captación de agua puede tener en una vivienda. Con el tiempo, empezamos a recibir financiamiento, y ahora nos acompaña un ejército de cien personas, quienes todos los días instalan sistemas de captación para tener agua en escuelas, viviendas, industrias y varios tipos de edificios”, apuntó la especialista.
Agregó que los sistemas de captación de lluvia no sólo son tecnología, sino que también implican “un cambio de hábitos, ya que se debe adoptar como parte de nuestra vida cotidiana, para contar con abundante agua limpia en nuestras casas. Dondequiera que vamos, hacemos talleres con niños, porque sabemos que ellos llevan ese conocimiento a las casas, logrando que sus familiares lo adopten. Hemos visto que nuestro futuro sí puede cambiar, gracias al impacto que tienen en los niños para hacerlo”, concluyó la experta.
Al responder a la pregunta de una niña sobre ¿cómo se puede captar agua si no hay lluvia?, Jennifer White, apuntó que es un gran reto, porque hay zonas en las que hay mucha lluvia y después no hay. “Si en temporada de lluvias no extraemos agua de pozo y aprovechamos la que viene del cielo, permitimos que los acuíferos se recarguen en esos meses”.
Por su parte, Loreta Castro destacó la importancia de reciclar el agua residual. “Somos muy malos para hacerlo en este país, porque no hay gente preparada. Se instalan plantas de tratamiento, pero como no hay gente preparada, la abandonan. Si exigimos y nos preparamos para poderlas mantener y ponerlas a trabajar, entonces tendríamos otro gran capital de agua que serviría para el riego o lavar el coche, y si se pone un sistema muy bueno, podemos hasta lavar los trastes y bañarse, incluso podría volverse potable”.