Comunidad de hombres y mujeres que no se han dejado abatir por el flagelo del derrotismo y la adversidad.- Desde su nacimiento como Estación de Bandera en 1907, ha enfrentado grandes retos dentro de la dinámica social, política, económica y humana y no ha sucumbido ni sucumbirá, porque sus familias tienen sentido de pertenencia y amor por su raigambre, identificando y combatiendo los embates interiores y exteriores contra su Casa Común, Cajeme.- Hoy, en el marco del Festival de Arte y Cultura Tetabiakte, el alcalde Javier Lamarque Cano, entrega las preseas de Ciudadana y Ciudadano Distinguidos 2024, a Nora Elisa Ojeda Parada y a Manuel Villaseñor Real.
Bernardo Elenes Habas
Así nació este pueblo:
Un viejo camino de herradura, por donde transitaban agricultores y trabajadores del campo, desde Cócorit, Buenavista, Cumuripa, El Realito, y otros poblados y rancherías, con rumbo al Valle del Yaqui, en los albores de 1900 y antes, es el horizonte primario lleno de sol y soledades, de lo que sería, alguna vez, Cajeme.
Quizás, nadie de los que diariamente utilizaban ese rústico sendero, llegó a imaginar que las extensas llanuras que inundaban sus ojos con cielo y el perfil de la sierra al oriente, sería, alguna vez, asentamiento humano.
En los años 1906, 1907, asomaron las vías del tren, provenientes de ramales del norte, creando Estación Corral y Estación Esperanza, porque sobre rieles, en furgones movilizados por los poderosos motores de vapor del ferrocarril, llegaba el progreso, como decían los antiguos pobladores de esas latitudes.
Mi abuelo materno Nacho Habas, quien había nacido en 1900, llenaba mi imaginación infantil con extensas narraciones, diciéndome qué a los siete años de edad, al pasar con sus padres a lomo de caballo o en carreta tirada por mulas, desde Cócorit a trabajar al Valle, veía a los obreros de la empresa Sud Pacífico extendiendo la “punta de fierro” hacia el sur. Excavando un pozo para abastecer al tren a su paso. Construyendo una casa de madera. Generando, todo ello, una distracción en la soledad del monte.
Hoy, al celebrarse con júbilo los 97 años de Cajeme como Municipio, vislumbro que su verdadera raíz, se extiende más de 20 años atrás del momento solemne en que el entonces gobernador de Sonora, Fausto Topete Almada, decretase la Ley Número 16 (noviembre de 1927), que lo transformó de Comisaría en Municipio, cuando aún la comunidad tenía aroma rural y por su cielo límpido cruzaban miles de aves que se convertían en espectáculo natural de sus moradores.
Los viejos fundadores lo recuerdan. En sus apuntes solariegos, historiadores y cronistas como Claudio Dabdoub Sicre, Oscar Sánchez Márquez, Miguel Mexía Alvarado, Rogelio Arenas Castro, Mayo Murrieta, José Escobar Zavala, dejan testimonio de que fue en 1907, cuando debido a los planes de extensión de los ramales del Ferrocarril Sud Pacífico, se propició el nacimiento de Estación Corral y de Esperanza, perfilando diez kilómetros al sur de esta última población, un pozo que abastecería de agua a las máquinas del tren, donde se construyó también una casita de madera que cumplía como oficinas del Jefe de la Estación de Bandera, denominada Cajeme.
Cinco años después, personajes como Federico Seaman, Rodolfo Scott Tobie, y Pablo Kuraica, construyeron los cimientos de la comunidad al abrir un embarcadero para ganado, rústicos comercios, hospederías, y expendios de bebidas e implementos de labranza, en torno a la Estación de Bandera, donde los habitantes de Cócorit, que era entonces cabecera municipal, al cruzar por la brecha de herradura hacia el Valle, se detenían para forjar sus sueños visionarios en los nacientes comercios, como me lo platicaba mi abuelo Nacho, quien ya adulto, fue mayordomo en la Hacienda La Realidad, frente al Campo 3, cuando era propiedad del norteamericano Jimmy Ryan.
Así, con el transcurrir de los años, de 1907 a 1912 y 1917, comenzaron a erigirse pequeñas casas, surgiendo los trazos de las primeras calles frente a la Estación, de tal manera que esta tierra antes inhóspita, por donde varios años atrás cruzaban, levantando polvaredas con sus caballos partidas de yaquis rebeldes y soldados federales en franca guerra, se convirtió en Congregación.
El crecimiento del naciente núcleo de población –establece en su libro Historia de El Valle del Yaqui, Claudio Dabdoub–, fue vertiginoso, de tal manera que en 1925 ya contaba con 450 habitantes, y se forjaban nuevos negocios como un molino para arroz, instalado por los agricultores H. F. Brunk, Jimmy y W. A. Ryan, bajo la razón social de “Yaqui Valley Rice Associattion”, que se convertiría, posteriormente, en Cía. Molinera del Río Yaqui.
Ese mismo año, como resultado del crecimiento inusitado que registraba la Congregación, se le dio nivel de Comisaría, en la que fungió como su autoridad principal Ignacio Ruiz Armenta, quien, de comisario, pasó a encabezar el Primer Ayuntamiento Constitucional de Cajeme, por decreto de la Ley No, 16 emitida el 29 de noviembre de 1927 por el gobernador Fausto Topete Almada, llevando como regidores a Joaquín R. Ibarra, Ignacio Mondaca H., Carlos H. Mízquez, Eduardo C. Gaxiola, Francisco J. Rodríguez y Alejandro Méndez Limón (padre del ex diputado local, ex agente fiscal del Estado y actual funcionario de Oomapac, Fructuoso Méndez Valenzuela, El Tocho), quienes rindieron protesta ante el diputado local Alberto J. Moreno, el 1 de enero de 1928, comisionado para tan solemne e histórica ceremonia, por Topete Almada.
Así nació este pueblo, que hoy cumple 97 años como Municipio. Comunidad de hombres y mujeres que no se han dejado abatir por el flagelo del derrotismo y la adversidad, considerando que desde su nacimiento como Estación de Bandera ha enfrentado grandes retos dentro de la dinámica social, política, económica y humana y no ha sucumbido ni sucumbirá, porque sus familias tienen sentido de pertenencia y amor por su raigambre, identificando y combatiendo los embates interiores y exteriores contra su Casa Común, Cajeme.
Hoy Cajeme, sus habitantes están de fiesta, saben que se acerca al centenario, viven los cambios proporcionados por la tecnología sin temor de abrirse a lo que deparan los tiempos venideros, porque el espíritu de unidad y confianza es más grande que los augurios de tormentas que predicen las pasiones políticas, y que el centenario será la entrada a la transformación del hombre nuevo, de una sociedad participativa, dispuesta a convertir a su pueblo de Estación de Bandera en Estación de Luz, avizorando el futuro.
Este día, el alcalde Javier Lamarque Cano, hará entrega en el escenario de un ceremonial republicano como se hace cada año, de las preseas de Ciudadana y Ciudadano Distinguidos 2024, a Nora Elisa Ojeda Parada y Manuel Villaseñor Real, por su filantropía y humanismo a favor de una comunidad donde pueblo y gobierno saben honrar a su gente de bien.
Le saludo.