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PRIMERA LECTURA (Sabiduría 1,13-15; 2,23-24)

«Dios creó al hombre para que nunca muriera, porque lo hizo a imagen y semejanza de sí mismo», es el corazón del hombre quien ha trastocado el plan divino y no es por la falta de fuerza o porque sea ineficaz sino porque pudiendo “decidir” estar con su creador, toma el camino de una falsa libertad abriendo la puerta al pecado que lo aleja de Dios y va desdibujando su impronta en la persona. Al igual que nuestro creador poseemos la libertad para decidir, pero el mayor de los regalos que hemos recibido se puede convertir precisamente en la causa de nuestra caída. La libertad humana solo alcanza su plena realización en Dios y en su voluntad, el Demonio nos da la ilusión de una libertad que tarde que temprano se transforma en esclavitud porque se agota en sí misma pues es egoísta y no piensa en los demás y al estar lejos de Aquel de quien somos el reflejo de su gloria, perdemos el sentido último de nuestra existencia y nos convertimos incluso en extraños a nosotros mismos. En Cristo, Dios nos ha restaurado, solo en Él y por Él podemos alcanzar nuestra plena realización.

SEGUNDA LECTURA (2 Corintios 8,7.9.13-15)

«Siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hicieran ricos con su pobreza», el misterio de nuestra salvación solo puede ser abarcado por nuestro corazón, no cuando contemplamos el sumo poder y gloria del Dios que nos salva sino cuando al contemplar la cruz descubrimos el inmenso amor que Dios ha tenido por nosotros en la humildad del sacrificio de su Hijo, esta “nada” del Hijo nos hace ser capaces de llegar a ser “todo” por Él. Cristo Jesús se ha despojado de todo para que nosotros, indigentes por el pecado, pudiéramos transformarnos en dignos herederos del Reino. El mayor poder de Dios se manifiesta en el amor y especialmente en el amor generoso de quien olvidándose a sí mismo, sirve a su hermano.

EVANGELIO (Marcos 5,21-43)

«No temas, basta que tengas fe», no es raro escuchar, especialmente de parte de los enfermos, el reclamo de parte de sus familiares de su falta de “Fe” para alcanzar la salud. Esto los hace entrar en una crisis profunda llegando incluso a dudar de ellos mismos y de su adhesión al plan de Dios. Quizá como acompañantes de enfermos deberíamos erradicar esta frase que tanto daño hace, aunque muchas veces la utilicemos para inyectar ánimo a nuestros seres queridos. La eficacia de la Fe no consiste únicamente en “creer en Dios” sino por sobre todas las cosas en “creerle a Dios”. Creer en Dios puede ser simplemente una respuesta refleja motivada por una tradición que no necesariamente vincula y produce frutos; creerle a Dios, por el contrario, es ir más allá de nuestras propias fuerzas, es como Jairo y la mujer mencionados hoy en el Evangelio, que contra todo y contra todos mantienen la confianza en la eficacia de la “palabra” de Jesús. La salvación no es solo “salud” física sino especialmente este «¡Levántate!» que nos constituye en hombres y mujeres nuevos…aunque sigamos enfermos.

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