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Crónicas para la historia (No. 65).- Mario León Uriarte, poeta de la esperanza, desde las filas del magisterio.- Dos de sus libros, “Decires” y “Subasta de poemas”, rescatan su sensibilidad creativa.- Fausto León su sobrino, familiares y amigos, le rinden homenaje póstumo

Bernardo Elenes Habas 

Mario León Uriarte, era espectacular. Fuera de serie. Lleno de talento y de emociones. 

Se mostraba, sin reticencias, con toda su juventud de raíces rurales. Su perfeccionamiento académico. Su búsqueda incansable en los campos del conocimiento, especialmente la literatura, que le conferían un toque distintivo a su sensibilidad humana. 

Mario León Uriarte y Bernardo Elenes Habas

Convivimos mucho en los caminos de la poesía. Tejido en el que mostraba su capacidad natural para escribir con letra clara y luminosa sus versos en el pizarrón de la tarde. Pero también, para expresarlos con su voz educada de variados matices, porque era un excelente declamador. 

Maestro en varias escuelas del Valle del Yaqui, donde sus compañeros que fueron, desde las filas del magisterio, lo recuerdan bien; pero también lo hacen las generaciones de alumnos que abrevaron de su calidad de docente. 

Incursionó, igualmente, en la radio y la televisión, de tal manera que en la entonces Televisora del Yaqui, durante los inicios de esa empresa, tuvo un espacio de análisis y opinión política, literaria, social; de vida breve, cierto, porque sus discernimientos filosóficos no gustaban a muchos, como suele suceder cuando se tocan los lados oscuros de comportamientos hipócritas y egoístas. 

Colaboró ampliamente con la poeta Irma Arana en sus inicios literarios y como promotora cultural, cuando ella logró la edición de su primer poemario. Fue precisamente en ese tiempo, 1976, en que Mario le dio luz pública a su primer libro “Decires”, luego vendría “Subasta de poemas”. 

Un buen día de 1980, Mario se fue a radicar a la Ciudad de México, donde se promovía en el ámbito literario, ofrecía recitales y conferencias, entregando, con alta dignidad, muestras de la raigambre cultural de Sonora, que dimensionaba en su voz, sus letras, su personalidad. 

Vino a Cajeme a despedirse

Mario, el hermano de Fausto León Uriarte, tío del trovador Fausto León, enfermó en los años de 1990 sobreponiéndose a sus males, pero sin que lo abandonaran del todo, de tal manera que éstos se recrudecían durante el invierno, pero no permitía que le restaran tiempo y entusiasmo para sus actividades. 

Así, un día -16 de agosto de 1991-, regresó a Cajeme, prácticamente a despedirse de sus amigos, porque el 15 de septiembre de ese año, moriría en la ciudad capital. 

En ese proceso de despedida llegó a la Sala de Redacción de Diario del Yaqui, donde lo atendí, entregándome su libro “Subasta de Poemas” y la autorización para que los publicara en el “Taller de Literatura” que yo coordinaba. 

-La poesía –me dijo, citando a Octavio Paz, en la charla que quedó inmersa en las viejas paredes del Diario-, es la voz más antigua y al mismo tiempo más novedosa de la humanidad. 

Hizo una amplia exposición de su trajinar en la urbe de hierro. De sus luchas para que las sílabas afiladas de sus versos, trascendieran entre el smog y la lluvia. Recordó a Luciano, el sublime filósofo y cantor yoreme, precisando que era ya tiempo de que se conjugasen los esfuerzos para conferirle al cantor, al artista, al escritor, al poeta, al intelectual, el sitio valedero que le corresponde. 

“En breve –me anunció- regresaré a establecer contacto con los amantes de la poesía, para darle vida a un recital colectivo que haga renacer la voz de los juglares, en la eternidad de los sahuaros”. 

Se emocionó cuando le comenté que un compositor local, Alfredo Salinas Mora, le había puesto bellos acordes de guitarra a su poema “Tía”, de su texto “Decires”, cuyas coplas iniciales se desgranan llenas de ternura: “Tía, si mi mama no me puede/ comprar zapatitos nuevos,/ tía cómpramelos tú…/ 

Mario León Uriarte ya no pudo cumplir el anhelo de ese encuentro entre iguales con los poetas de Cajeme, porque el 15 de septiembre de 1991, trascendió horizontes con sus cantos, su luz y la amistad que supo prodigar. 

Homenaje de su familia

El próximo domingo 3 de marzo, está previsto un homenaje a la memoria de Mario, organizado por su sobrino Fausto León, familiares y amigos, al pie de su tumba en el panteón Del Carmen, a partir de 11:00 horas. 

Ahí estarán vivos, los versos de su bello poema “Mi Madre”, que un día publiqué en el Taller de Literatura que dirigí: “Mi madre es como la aurora/ que se levanta en el valle,/ entra a las habitaciones/ y recorre paso a paso/ los espacios siderales. 

Mi madre es el sol que abraza, es calor que se comparte,/ es entrega sin medida,/ es el péndulo del tiempo,/ principio y renovación. 

Mi madre es como la tarde/ que en su entrega sin medida,/ hace suyo el horizonte/ y roba espigas al viento/ para conformar el pan. 

Mi madre es como la noche/ que llora su letanía/ y sueña plena de amor,/ contando historias del tiempo/ de un tiempo que ya pasó. 

Mi madre canta una nana/ toda pasión y ternura,/ pone todo el sentimiento,/ mientras arrulla en sus brazos/ una pequeña esperanza. 

Mi madre está en la vigilia,/ en la alegría, en el llanto/ y en el pan de cada día./ Mi madre es el universo/ que rige las estaciones. 

Mi madre es tan especial/ que no cabe en un poema./ Auroras, tardes y noches,/ canto, vida y esperanza,/ todo lo llena mi madre/ con su presencia infinita…/¡Mi madre, sólo mi madre!”.

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