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PRIMERA LECTURA (Éxodo 16,2-4.12-15)

«Este es el pan que el Señor les da por alimento», ¿Qué es esto? Es la expresión de los israelitas al contemplar el milagro que Dios ha realizado para ellos, es el “Maná”, el pan que les servirá de alimento en su travesía por el desierto. Dios no ha abandonado a su pueblo, aún en medio de las penurias y trabajos del desierto. El pueblo ha tenido hambre y el Dios que los ha liberado de la opresión de Egipto les proporciona carne y pan para que se alimenten. El “Maná” se convertirá para el pueblo de Israel en un signo de la providencia divina y una manifestación por excelencia de su elección como pueblo de Dios. El “Maná” es promesa y una imagen lejana del verdadero Pan del cielo, Jesucristo, que se ofrece como alimento de vida en abundancia en la Eucaristía. El “Maná” fue dado al pueblo mientras caminaron por el desierto, pero, llegado el momento despareció y se quedó como un recuerdo de la inmensa misericordia divina, para nosotros la Eucaristía es un “alimento” que no se agota y que es nuestra fortaleza para el camino de nuestra vida y que nos lleva al Reino de los Cielos.

SEGUNDA LECTURA (Efesios 4,17.20-24)

«Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad», Pablo invita a los efesios a que no vivan en la apariencia sino por el contrario, a crear profundas convicciones ancladas en la vivencia del Evangelio de Jesucristo. No podemos permitir que nuestra fe se reduzca a una mera vivencia de ritos que no nos dicen nada; el encuentro con Jesucristo en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía, deben transformarnos desde dentro para que podamos dar un testimonio de Aquel en quien creemos. La caridad en nuestras relaciones cotidianas con los demás debe ser el signo por excelencia de nuestra adhesión a Cristo.

EVANGELIO (Juan 6,24-35)

«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed», en este mes de agosto la liturgia nos lleva a dejar nuestra lectura semi-continuada del Evangelio de Marcos, que nos ha acompañado en este ciclo litúrgico, y nos propone reflexionar en el capítulo 6 del Evangelio de Juan, más específicamente en lo que se conoce como el “discurso del pan de vida”, situado en Jn 6,22-59. Este largo discurso es una profunda reflexión acerca de la Eucaristía. Juan ha decidido en el contexto de la última cena obviar la institución de la Eucaristía, su lugar lo ocupa el lavatorio de los pies como una invitación al amor servicial. El acontecimiento de la cruz, que podemos entender a la luz del presente capítulo, es el culmen de lo que puede significar la entrega generosa pues allí como en un altar, Jesús entregará su vida para que nosotros pasemos de la muerte a la vida. Jesús se vacía totalmente para que nosotros podamos ser llenados con el amor misericordioso del Padre.

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