Poema de domingo.- Era enfermera. En tardes de lluvia, subía a su auto la guitarra y repasaba los nombres -y la presencia- de Jesús Antonio Salgado y el mío, para soltar las amarras de los sueños en el refugio de poetas y cantores que había construido Miguel Serrano frente al ITSON, por la calle Chihuahua. Era amiga maravillosa, llena de luz, quien se despidió muy joven de la vida… Hoy la recuerdo con un canto emocionado que le dediqué hace tiempo…
Bernardo Elenes Habas
Sencilla como brisa que baña
las mañanas.
y le sonaba el alma
cuando abría su amor para besar
la tierra.
Se mecía en la lluvia
navegando una guitarra,
para luego volverse canto
de cristal en el cauce
difícil de la vida.
No le temía al odio brutal
de las pasiones.
Caminaba sin miedo
del brazo de los muertos
desafiando a la noche.
Caminaba sin ojos
bebiéndose el martirio.
Caminaba sin llanto
herida por el viento
cuando acudía al parto inesperado
de los sueños.
Caminaba sin nombre,
llevando en el pecho
campanarios,
donde anidaban palomas misteriosas
inaugurando primaveras.
Buscaba el corazón dormido
de los seres
para sembrar
los pentagramas de la luz
y sus plegarias.
Se obstinaba en descubrir auroras
como obsesivo huracán
coleccionando sueños,
presintiendo el encuentro
de sí misma
en la esquina sombría del silencio.
Desde entonces, su nombre
es mecido por el viento,
en los viejos caminos del recuerdo…
—–o0o—–