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Serrat, el indispensable, nos plantea en “Barquito de papel”, como puede cambiar la perspectiva con el paso del tiempo:

 

“Barquito de papel,

sin nombre, sin patrón y sin bandera,

navegando sin timón donde la corriente quiera.

Aventurero audaz, jinete de papel cuadriculado,

que mi mano sin pasado sentó a lomos de un canal.

Cuando el canal era un río,

cuando el estanque era el mar,

y navegar, era jugar con el viento,

era una sonrisa a tiempo,

fugándose feliz de país en país,

entre la escuela y mi casa,

después, el tiempo pasa

y te olvidas de aquel barquito de papel…”

 

Percibir un canal como un río, o un estanque como si fuera el mar, a todos nos pasó en nuestra infancia. Luego, con el paso de los años… y con los desengaños, entendemos que un canal no es el río y que la pequeñez de un estanque, es muy distinta a la inmensidad del mar y que el idílico barquito se torna en un simple trozo de papel que a ésta alturas del partido no tiene ya ningún significado. Para recuperarlo, sería necesario regresar en el tiempo hasta aquella condición primigenia que permitía que la magia operara; y que al no poder hacerlo, nos consolamos con la nostalgia, con los recuerdos.

 

Y de nuevo, es Serrat quien nos ubica:

 

“Los recuerdos suelen contarte mentiras.

Se amoldan al viento, amañan la historia;

por aquí se encogen, por allá se estiran,

se tiñen de gloria, se bañan en lodo,

se endulzan, se amargan a nuestro acomodo,

según nos convenga;…

Y por más que tiempos felices saquen a pasear de la mano,

los recuerdos suelen ser tristes hijos, como son, del pasado,

de aquello que fue y ya no existe.

Pero los recuerdos desnudos de adornos, limpios de nostalgias,

cuando solo queda la memoria pura, el olor sin rostro,

el color sin nombre, sin encarnadura,

son el esqueleto sobre el que construimos todo lo que somos,

aquello que fuimos y lo que quisimos y no pudo ser…”

 

El pasado domingo 11 de noviembre, se llevó a cabo la octava carrera/caminata Yo’o Juarade Ciudad Obregón a Cócorit, lo que me llevó a desempolvar una reflexión no publicada pero compartida con el comité organizador del evento y algunos camaradas, hecha exactamente seis años antes, el domingo 11 de noviembre pero de 2012, fecha en que se llevó a cabo la segunda edición.

 

La contrastación si bien tuvo algunas coincidencias, también resultó llena de contrastes. En aquella ocasión no participé, vi los toros desde la barrera. Ahora si lo hice, al igual que las anteriores contiendas, contadas desde la tercera jornada. Seis años más viejo, hoy recorrí la misma distancia en el mismo tiempo que un lustro atrás. Dos minutos menos, para ser exacto. En aquella ocasión se dijo que participaron aproximadamente mil competidores, hoy la participación rondó por los ochocientos.

 

La que en aquella ocasión debutó con una distancia de 5 kilómetros, no ha dejado de acudir, año con año y ahora, como el año pasado, completó el medio maratón (21 kms), demostrando que las pasiones seniles resultan ser muchas veces más intensas que las juveniles. Este año, si bien hubo menos cantidad de participantes, la calidad de los mismos aumentó mucho en relación a la de un sexenio atrás. En los años intermedios, ésta última variable ha presentado altibajos, motivados por múltiples razones que su análisis escapa a estas líneas; sin embargo, cabe mencionar aquí una muy notable.

 

Este año, la calidad aumentó porque en éstos seis años, Adonis cedió con mucho ante la contundencia de Vulcano. Pudieron ser menos, pero en un sentido relativo, los que acudieron, vinieron a correr y no a chacotear. El enemigo que en el futuro se vislumbra para ésta memorable carrera, es la falta de coordinación entre los iguales. En la misma fecha hubo una competencia similar en Los Mochis, y una semana después, se anunciaba la correspondiente en San Carlos. Muchos (de los que van a correr) acudieron a Sinaloa (mejor “bolsa”) y otros más se guardaron para San Carlos una semana después. Resulta inconcebible que habiendo tantos meses con ausencia de calor, en escasas tres semanas se lleven a cabo competencias similares, que al final, terminan compitiendo entre ellas mismas. Hermosillo anuncia para la primera semana de diciembre su magna competencia: 42, 21, 10 y 5 kilómetros con una bolsa verdaderamente notable… la misma fecha que la tradicional en Mazatlán, con $750,000 pesos en premios. Si como se anunció, se tiene planeado incluir los 42,195 mts en la décima edición de la carrera Yo’o Juara, éstas (y muchas más) variables, habrán de tenerse en consideración.

 

Pero, no debe olvidarse algo de capital importancia, y lo cito con exactamente las palabras que hace seis años, emitidas por el Chato Valdez: “(ésta carrera es) un evento deportivo, artístico, histórico y gastronómico de los que necesita ésta sociedad… ojalá hubiera muchos eventos similares. Gracias a los organizadores, patrocinadores, corredores y caminantes por éste regalo.“. La oportunidad de contribuir a la reconstrucción del tejido social con eventos como éste, NUNCA DEBE desaprovecharse. Una semana después de la carrera, el ITSON llevó a cabo el “Torneo del Potro 2018”, un evento que refrendó el hecho de cómo el deporte (el atletismo en éste caso) y las artes (vgr. el Festival Tetabiakte 2018 que en estos días está por concluir), resultan ser la mejor vacuna para evitar que los jóvenes migren hacia el “lado obscuro”. Y el que tenga ojos para ver, que vea.

 

La carrera Yo’o Juara, nació como una modalidad para que la Sociedad Civil manifestase lo que mejor la caracteriza. El reto futuro implica que sin perder nada de lo que la originó, incremente el valor agregado que ha ido ganando con el paso de estos años: ser la mejor carrera que la oferta local pone a disposición de los cajemenses. Nos corresponde a todos contribuir a que su destino con el paso del tiempo no sea el de un barquito de papel.

 

 

Salud y paz.

Plutarco.

 

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