Larga vida al presidente

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El rumor comenzó a esparcirse al filo del mediodía. Al presidente le habría dado otro infarto (el primero fue en diciembre de 2013 y en 2022 fue sometido a un “cateterismo de rutina”) mientras supervisaba las obras del tren Maya en Yucatán.

El vocero presidencial Jesús Ramírez Cuellar negó las versiones de que Andrés Manuel López Obrador había suspendido su gira y había sido trasladado a un hospital en la Ciudad de México por vía aérea. Horas después, el propio presidente a través de su cuenta de Twitter informó que sí había suspendido la gira, que resultó positivo a Covid19, que su corazón está al 100  y que se guardaría unos días, dejando al secretario de Gobernación, Adán Augusto López a cargo de las mañaneras.

Lo que siguió fue una marejada de infodemia, miles de manifestaciones de solidaridad y buenos deseos, pero también miles de especulaciones y el deleznable ejercicio de enseñar el cobre carroñero deseando lo peor para el presidente de la República.

Es, desde luego el pulso de una sociedad y de una clase política en la que no hay espacio para la mesura. Desgraciadamente el propio presidente ha reiterado en varias ocasiones que esa es la ruta: no hay medias tintas, no hay lugar para los titubeos, no hay manera de dar dos pasos atrás y observar el árbol y el bosque. Si no apoyas incondicionalmente al gobierno de la 4T, arderás en las llamas donde arde el conservadurismo cuyas cenizas se irán al basurero de la historia.

Malo el cuento.

Resulta bastante siniestro y manda muy malas señales sobre la salud de la convivencia democrática y de la democracia misma, el festín de buena parte de la oposición -organizada y no- que incluso hizo circular fake news sobre la muerte del presidente.

Alientan un poco las posiciones de varios personajes de la política nacional que se sumaron, desde la oposición, a los buenos deseos por la pronta recuperación de la salud del presidente.

II

Festinar o capitalizar políticamente un quebranto en la salud de una figura pública, más aún de un presidente, aprovechar el vacío de información y alentar los rumores es, por lo menos, despreciable.

No es un fenómeno nuevo.

El propio López Obrador lo hizo el 5 de junio de 2014 cuando colgó en su cuenta de Twitter lo siguiente: “Existe el rumor de que EPN está enfermo. Ni lo creo, ni lo deseo. Pero es una buena salida para su renuncia”.

Este tuit se ha convertido en bandera cada vez que el tabasqueño, con 69 años a cuestas, dos infartos, tres contagios de Covid19, gota, hipertiroidismo y angina inestable de riesgo grave, muestra signos de agotamiento.

La información sobre esas enfermedades surgió del hackeo hecho por ‘Guacamaya’ y el propio presidente aceptó en una mañanera, con buen sentido del humor, difundiendo la canción de Chico Ché “No me quiso el ejército”.

La guapachosa rola es una historia ficticia que enumera una serie de enfermedades por las cuales el autor -paisano del presidente, por cierto- fue rechazado por la milicia: colesterol, piedras en el riñón, agua en los pulmones y alcohol en la sangre. Todas esas enfermedades las tengo -se burló AMLO-, excepto la del alcohol.

Pero la salud del presidente es un tema serio. Un asunto de Estado que no merece ni la improvisación y los yerros en el manejo informativo que se dieron desde el área de prensa de presidencia, ni la irresponsabilidad de las fake news, ni el deplorable espectáculo de presuntos líderes de opinión que desde sus deseos más siniestros jugaron a frivolizar la muerte.

No solo mostraron su maltrecha y descompuesta contextura moral, también mostraron una ignorancia supina y probaron que en los últimos años simplemente no han entendido nada.

Suponen que la desaparición física del presidente les abriría el camino para volver a tomar las riendas del país, riendas que por las razones que gusten y manden, 30 millones de mexicanos les arrebataron en 2018.

Lo que ha pasado desde entonces es parte del debate político y la lucha electoral, pero la lectura de la realidad de quienes ayer vaciaron sus fobias en redes socialeses por lo menos ingenua, por no decir que sumamente limitada y perversa.

Se les complica, y por lo visto se les seguirá complicando entender que por cada uno de ellos votando contra la 4T, hay por lo menos dos validándola en las urnas y eso en gran medida obedece a la aceptación -también por las razones que gusten y manden- que el presidente sigue teniendo entre la mayoría de los mexicanos. Morena y su proyecto simplemente no se podrían entender sin AMLO.

La muerte del presidente no les abriría ninguna puerta a los opositores para su regreso al poder, al contrario, creo, terminaría de cerrárselas.

La muerte del presidente, a quien desde este humilde espacio le deseamos la más pronta y satisfactoria de las recuperaciones, lo convertiría en la más poderosa bandera para la campaña de cualquiera de las ‘corcholatas’ de Morena que, se sabe, están lejísimos de representar el liderazgo del tabasqueño.

Con todo el aparato de comunicación y propaganda del Estado, nada sería más fácil que convertir la ausencia en presencia y fortalecer no solo la candidatura presidencial del partido oficial, sino miles de candidaturas en estados, distritos y municipios, de Morena.

Aquí y ahora, la posibilidad de que Morena gane la presidencia es indiscutible, aunque se tienen dudas sobre sus posibilidades de conquistar la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, que es la apuesta final del presidente para su proyecto transexenal.

Construir y consolidar la figura de un mártir de la transformación y la democracia sin duda incrementaría esas posibilidades, terminando de barrer a una oposición que hasta hoy no ha podido articular una propuesta clara hacia el futuro ni ha conseguido perfilar una candidatura presidencial consistente.

Aguas pues, con lo que desean.

Lo mejor es que el presidente se recupere de este nuevo quebranto en su salud, y que siga gobernando, con sus aciertos y sus errores y que los actores políticos continúen contrastando sus proyectos y alimentando sus legítimas aspiraciones de mantener o conquistar el poder según sea el caso, bajo las condiciones y reglas que nos ha tocado construir durante tanto tiempo y que son mejores que antaño, pues citando a un clásico: en política, no todo tiempo pasado fue mejor.

Pronta recuperación y larga vida, pues, al presidente Andrés Manuel López Obrador. Que siga acertando y equivocándose y que, si hay un proyecto alternativo de nación, sus promotores sepan posicionarlo en el ánimo del electorado nacional y que este, en ejercicio pleno de su ciudadanía, lo haga suyo.

Lo otro, festinar quebrantos de salud y desear la muerte, es bastante carroñero. Y en un descuido, contraproducente para sus promotores.

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