ENTRETIEMPO

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Un muy buen amigo de mi papá solía comentar lo siguiente: “El 15 de septiembre, luego del grito, la temperatura cambia… se va el calor…”. El año próximo mi padre cumplirá 40 años de haber fallecido. Definitivamente, con el paso del tiempo, el clima ha cambiado.

Muchos de mis contemporáneos recuerdan que la mañana del 16 de septiembre, al reunirnos con los compañeros de la escuela para el desfile conmemorativo de nuestra independencia, teníamos que ir un poco más cubiertos que unos días antes a formarnos en las cercanías del palacio municipal y hacer patente que habíamos ensayado marchando con un rigor que para nada podría calificarse de militar. Esa mañana hacía ya, “friito”.

Oficialmente, el otoño dio inicio el pasado 23 de septiembre. Esa marca temporal no cambia. Así ha sido, es y será per saécula seculórum. Significa que el sol llegó a la mitad en su viaje a su declive, que a su vez, marcará tres meses después, el inicio del invierno. Puede ser que para uno esto resulte inapreciable, pero de que está sucediendo, no cabe la menor duda.

Al día siguiente (el 24 de septiembre), estaba haciendo ejercicio en la laguna del Nainari y me llené de alegría. Observé ya, dos ejemplares de Gallinula chloropus (gallineta común), un ave acuática migratoria que año con año llega a nuestra icónica charca. Otro signo innegable de que el verano está agonizando. Estas aves estarán con nosotros hasta finales de abril, o principios de mayo, si bien nos va.

El cambio climático nos alcanzó y los años por venir pagaremos la factura por nuestra indolencia. Los signos que hasta ahora vemos ya no serán los mismos. Este proceso será también sutil. Lo comentado en relación al desfile del 16 de septiembre es un botón de muestra; pero mientras lo anterior ocurre, disfrutemos hoy las grandes ventajas del entretiempo. Hace exactamente una década, a propósito de enchiladas, le escribí lo siguiente a un buen camarada que por desgracia hace casi dos años, pasó a ser saldo negativo de la pandemia. Hoy se los comparto.

Al igual que mi madre, las estaciones intermedias me provocan nostalgia, tristeza. Si me preguntan la razón, no podría contestar con certidumbre. Esa madeja de sentimientos tal vez sea causada porque los días de entretiempo signifiquen una pequeña pérdida, algo que se deja atrás, al menos por una

temporada. Un común denominador de esos períodos son los ventarrones vespertinos: seña de que el verano (calor) termina, e inicia el tiempo bueno (nunca frío, solo ausencia de calor); pero también (allá por el mes de marzo), de que el invierno llega a su término, y que los eternos días cálidos están por empezar.

En ésta temporada, resulta una delicia salir muy temprano por las mañanas y sentir de inmediato que está más fresco afuera que dentro de la casa, que el sol tarda más en salir y que ya no “pega” tan fuerte. Por la tarde, las ventiscas características, son elementos de esa añoranza que mencionaba al principio y que al sentirlas en la piel, despiertan sentimientos encontrados de tristeza y alegría al mismo tiempo, emociones agridulces que ponen el ánimo a tono con la transición, como una especie de cambio de piel que lo deja a uno listo para vivir a plenitud el cambalache en el tiempo que la vida nos ofrece.

Más de uno pensará que estoy loco y me dirá: “sal al medio día y verás que el calor, como el dinosaurio de Monterroso, aún está aquí”. Y sin duda estará en lo correcto. Visto desde esa perspectiva, en la ciudad solo existirían dos estaciones: el verano y la del ferrocarril, y como ésta última desapareció, solo nos quedaría la canícula.

Los invito sin embargo a no ser tan acertadamente drásticos. Dense la oportunidad de sentir que el tiempo está cambiado de manera discreta. Si quieren, tórnense objetivos, consulten el termómetro y tengan en su mano el dato duro que hará patente lo que les digo pero que por la inercia veraniega no alcanzamos a percibir.

No se queden con las ganas, una tardecita de éstas, salgan a experimentar “el entretiempo”. Vayan a caminar sin prisas ni presiones, tómense un café, una cerveza, o una copa de vino con su pareja o un(@) buen(@) amig@, incluso, siéntense en la banqueta y disfruten de un buen atardecer. No dura mucho: octubre y parte de noviembre, porque si “el frio” llega pronto, nuestro otoño no pasa de durar tan solo unas 5-7 semanas. Disfrútenlo.

Salud y paz

Plutarco.

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