In Memoriam Norberto Rivera Olvera.

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In Memoriam

Norberto Rivera Olvera.

Hace apenas unos días que vi un meme  en el que aparecía un anciano en su cumpleaños 102 quejándose que no habían acudido al festejo, ninguno de sus compañeros de la secundaria. Esto es lo que suele suceder cuando eres de los últimos de una generación, si no es que el último. En la madrugada del pasado domingo 12 del mes en curso, pasó a mejor vida Don Norberto Rivera Olvera, uno de los pilares de la vieja guardia médica de Ciudad Obregón. Tenía 90 años. No creo que haya algún colega contemporáneo que pueda escribir éste “In Memoriam”, por lo que me tomé el atrevimiento de hacerlo yo.  

Yo lo conocí en cuando llegué a realizar mi internado de pregrado en enero de 1979 al H-T1 del IMSS (Hoy HGR-1) en Ciudad Obregón. Él era el director del hospital en ese entonces. Cabe aquí una anécdota. En el primer trimestre de ese año, mi rotación fue en el departamento de pediatría, servicio que en ese entonces era muy proclive a los festejos de los cumpleaños de los internos que rotaban en el servicio. Y lo eran porque precisamente el festejado era el que tenía que llevar el pastel y los refrescos… los consumibles los ponía el servicio de enfermería. Como Don Norberto era de los directivos de antes: de los primeros en llegar y de los últimos en irse, era frecuente que llegara al hospital junto con los internos. El día de mi cumpleaños, llegué con pastel en mano y al coincidir con él en la puerta, se dirigió a mí (sin yo conocerlo) y me dijo: ¡como supiste que era mi cumpleaños! Yo nomás me reí y seguí mi camino.  Ahora me entero que había hablado completamente en serio. Ambos nacimos el mismo día, él en 1931, yo en 1955. 

Hizo en Ciudad Obregón la primaria y la secundaria. Partió a Hermosillo a cursar la preparatoria en la UNISON, y viene aquí otra anécdota que él mismo me contó. Le tocó a Don Norberto inaugurar la preparatoria de la Universidad y para inscribirse, se levantó muy temprano, tanto, que fue el primero en llegar a la cola. Atrás de él llegó otro cajemense con el que se puso a departir pero al momento de abrir la ventanilla, éste le jugó una broma y le ganó el lugar, por lo que no pudo conseguir tener el primer número de cuenta de la preparatoria de la Uni… pero tuvo el número 2.  

Terminado el bachillerato en 1947, partió a la Ciudad de México donde ingresó a la Facultad de Medicina de la UNAM. Cursó su internado de pregrado en el Hospital Juárez en el entonces DF en 1954 y su servicio social, logró realizarlo el año siguiente en el Hospital General del Estado en Hermosillo. A su término, a la usanza de los hospitales norteamericanos, fue nombrado en 1956 jefe de internos por un año más. Estuvo un tiempo en HGE haciendo prácticas en el servicio de cirugía, para partir en 1958 al Instituto Nacional de la Nutrición en la CdMx a cursar la especialidad en Gastroenterología, lugar donde permaneció los siguientes tres años. 

Concluido su entrenamiento de postgrado, regresa a Ciudad Obregón a practicar su especialidad tanto a nivel institucional en el IMSS, como en el ejercicio liberal de la profesión. El 31 de diciembre de 1962 se expide la Ley que crea el ISSSTESON, y dos meses después, es de los primeros en empezar a atender a sus pacientes.  En 1971, es nombrado coordinador de médicos internos (lo que hoy es la Jefatura de Enseñanza) en el HT-1 de IMSS que apenas tenía dos años de inaugurado y al año siguiente, el 16 de abril pasa a ocupar la dirección del mismo, puesto que ocupó hasta el 31 de julio de 1980. 

Al año siguiente, al término de mi servicio social, regreso al Hospital del IMSS de Ciudad Obregón a cursar lo que fue la residencia rotatoria de postgrado donde Don Norberto se encontraba ya de nuevo como médico de base. No me tocó rotar con él, así que ese año mi relación con él o los pacientes que tenía a su cargo, fue marginal. 

Es a mi regreso ya como especialista en 1985 cuando comencé a conocer al Norberto Rivera Olvera que permanecerá en mi recuerdo por siempre. Si bien ya los dos éramos médicos de base con el mismo rango, siempre le hablé de Usted, en primer lugar porque había muchos abriles de por medio entre ambos, porque había sido antes mi director y sobre todo, por lo que mi padre me había contado de su familia: tres de sus tíos paternos (Luz, Matilde y Octavio) pertenecieron al grupo de estudiantes sonorenses que en la Ciudad de México hicieron las gestiones para que Sonora tuviera una Universidad. El esfuerzo de esos precursores culminó en 1942 con lo que hoy es el alma mater del Estado, y como se menciona en el reconocimiento que se les hizo, “…alguna vez la gratitud universitaria y la del pueblo de Sonora escribirá sus nombres con caracteres áureos…” (*).  Su Padre, el doctor Ángel Rivera Soto, fue un médico muy apreciado en el Cajeme de ayer, tanto por su capacidad profesional como por su bonhomía y uno de sus tíos, miembro también de ese distinguido grupo de sonorenses (Leandro Soto Galindo ), fue gran amigo de mi papá. Toda la reciedumbre de ese linaje que mi padre me relató, pude comprobarla con él tiempo después. 

El servicio de gastroenterología por esos años, fue víctima de la burocracia institucional. El médico poseedor de la plaza correspondiente a la especialidad de gastroenterología, fue nombrado Jefe del Departamento de Medicina Interna; Don Norberto que tenía una plaza quirúrgica, no podía ocuparla; por muchos años no hubo nadie que quisiera venir a llenar el espacio vacío, y como suele suceder, se hizo costumbre que la patología gastroenterológica fuera atendida por medicina interna y cirugía general. Esa anomalía normalizada fue un reiterado tema de conversación con Don Norberto. A rio revuelto, ganancia de pescadores. Era fascinante comentarle algunos de los casos que tenía a mi cargo pues tenía el privilegio de contar con un consultante de lujo tanto en diagnósticos diferenciales, como en estrategias de abordaje y claves terapéuticas que a la fecha, pongo en práctica. 

Cuando lo agarraba de malas, lo mejor era dar media vuelta. Pero al igual que un bebé, en un santiamén, retornaba a su estado natural. No sé cómo pudo ser director del hospital tantos años, porque para serlo, siempre he pensado que tienes que ser un experto en tragar sapos sin hacer gestos, pero al mismo tiempo, un maestro en el uso de la mano izquierda. Estoy convencido que esto último fue lo que le permitió hacerlo. Las veces que coincidimos en el manejo de pacientes, su maestría en la clínica, la de antes, la buena, la que nunca pasará de moda, era patente. Al tiempo que le aprendía, disfrutaba ver como cuando uno iba por el agua, él ya venía con los hielitos. 

Ya jubilado, fue miembro del Comité Técnico Consultor de la actual UMAE. Al menos dos veces me tocó verlo salir de las reuniones que tenían periódicamente. No perdía la oportunidad de quejarme con él de las deficiencias, y siempre institucional, como diría HL Mencken, no me sermoneaba, me dejaba hablar, guardaba silencio y al final, sosteniéndome la mirada y con sonrisa de por medio, llana y expeditamente se concretaba a absolverme. La misma estrategia siguió cuando ambos estábamos jubilados, porque no dejaba (ni dejo) de quejarme. Esa astucia es lo que yo llamo sabiduría. Ojalá que logre conseguirla con el paso de los años. 

Murió a los 90 y poco más de sus 80 años, aún tenía funcionando su consultorio desplegando su erudición en el manejo de la patología funcional digestiva, el coco de muchos. La enfermedad no logró quitarle su fino sentido del humor ni el gusto por el beisbol del que disfrutaba comentar con otros de los también apasionados colegas en el hospital donde siempre trabajó y a donde acudía diariamente a tomar café. Con él se va una forma de hacer medicina que debiera hacernos reflexionar sobre si las generaciones actuales no están perdiendo el rumbo; se va también un sujeto poseedor de principios y valores que cada vez son más escasos y de los que paradójicamente cada vez requerimos más. Para los que creemos que la vida terrena es un tránsito a otra mejor y que lo que se haya hecho durante la misma, es determinante para conseguirlo, Don Norberto está ya donde están los hombres decentes, los hombres buenos. QEPD.

Salud y paz. 

(*) http://historias-del-lado-sucio.blogspot.mx/2012/08/universidad-de-sonora-los-fundadores.html

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