En la Nuevo Hermosillo, doña ¡Socorro!

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Doña Socorro es el rostro de la desesperación. De la suya y la de todos. En sus manos crispadas sobre las manos del gobernador está la tensión del sufrimiento que no quiere saber de cifras y estadísticas, de números y gráficas, de tendencias a la baja y puntos de inflexión.

No. Doña Socorro es a todas luces la encanecida estampa del sufrimiento de una madre cuyo hijo cayó preso de las adicciones y en el abismo de la caída le ha dado dos nietas cuya custodia o adopción no puede lograr después de siete años de ir tropiezo tras tropiezo en el intrincado laberinto de la burocracia con la que se ha estrellado una y otra vez.

Habita en la colonia Nuevo Hermosillo y probablemente sea una de sus primeras habitantes, de aquellas mujeres y hombres jóvenes que llegaron al nuevo fraccionamiento en el suroriente de la ciudad para fundar a finales de los 80 un hogar fincado en las esperanzas del progreso que prometía la nueva planta ensambladora de Ford, que detonó la expansión de la mancha urbana hacia aquello que era un solo llano.

Clase obrera que abrazaba sueños de estabilidad patrimonial, de seguridad laboral, del regocijo tierno que provoca ver a sus plebes correteando con desenfado por las plazas, las calles y los parques imaginando un futuro que no llegó. 

Peor aún, que llegó con el rostro de la inmovilidad social, de la depauperación económica, la descomposición de un tejido social que es quizás el peor legado de al menos tres décadas de gobiernos que los condenaron al olvido.

La Nuevo Hermosillo, que llegó a pensarse como una ‘ciudad satélite’, un conglomerado vecinal casi autónomo a las afueras del casco urbano donde sus habitantes pudieran encontrar todo lo necesario -incluido el traslado rápido y económico a sus fuentes de empleo en el parque industrial-, treinta años después es una postal llena de manchas y borrones.

Entre sus doce mil habitantes, los fundadores se hicieron viejos; los hijos crecieron y sin duda muchos lograron superar los escollos de las sucesivas crisis, las devaluaciones, el error de diciembre, la fuga de capitales, el modelo que privilegia la privatización del gozo y la socialización de las penas, el espejismo que propicia la necesidad de escapar, pero deja en el camino a muchos que, como el hijo de doña Socorro, se quedó atrapado en el infierno.

Hoy la Nuevo Hermosillo es una de las que registran mayores índices delincuenciales y el entorno es propicio para ello: cientos de casas abandonadas que sirven de ‘picaderos’, calles oscuras llenas de ‘tiraderos’ y de ‘tiradores’ hacen de la intranquilidad el pulso cotidiano.

Por eso a doña Socorro se le quiebran las palabras en la súplica: “queremos ayuda, profesionales que ayuden a las mujeres a tratar con hijos adictos, que les enseñen; yo ya aprendí muchas cosas pero veo a muchos niños sumergidos en las drogas, ¡no es posible que nos los arrebaten cada vez más pequeños!”, casi grita mientras toma las manos del gobernador, que acaba de presidir el arranque de las Jornadas por la Paz en el parque Diana Laura Riojas.

“Esto no es de clases sociales, no es de nivele económico, las drogas nos están quitando a los hijos, nos están robando la paz”, suelta la señora en un río de palabras con las que también explica las penurias por las que ha pasado para lograr la adopción de sus nietas, acogerse a algún programa de seguridad social que le permita dejarles algo para cuando ya no esté.

Doña Socorro ya no es la joven que en la Nuevo Hermosillo alimentaba la esperanza de una vejez a cargo de sus hijos, sino la abuela aterrada porque su pensión no les servirá de nada a sus nietas.

Alfonso Durazo escucha, voltea a sus lados, gira instrucciones. María Dolores del Río se acerca solícita. Le dice a doña Socorro que se quedará con ella para tratar su caso.

II

Doña Socorro no solo toma las manos del gobernador. También le toma la palabra. Le dice que ella está dispuesta a trabajar junto al personal que envíe el gobierno para apoyar con sus propias experiencias y ayudar a otras madres que como ella, viven sus propios dramas.

Y es que minutos antes Durazo reconoció la imposibilidad de avanzar en la recuperación de la paz y la tranquilidad sin una colaboración vecinal, sin esa participación social que es imprescindible para ganar a la delincuencia los espacios públicos que a través de los años les ha arrebatado.

Por la mañana, el gobernador citó en su rueda de prensa el caso de un niño de 13 años y un adolescente de 12 que en Cajeme fueron sentenciados por homicidio calificado con alevosía y ventaja en número de dos. 

Es una tragedia, sostuvo, para afianzar su llamado a la corresponsabilidad social, a la atención del entorno familiar para evitar más casos como este, del que no dio detalles, pero se sabe que los muchachos robaron una moto a otro joven que les advirtió los denunciaría a las autoridades y eso fue motivo para que ‘El Chapo’ y ‘El Chiquitín’, como apodan a los agresores, lo asesinaran junto a otra mujer. 

De ese tamaño, de ese color, de ese dolor es el problema que como bien dice doña Socorro, no es cuestión de clases sociales. 

Pero cómo se ensaña entre los más pobres.

III

Menudo trabajo el que tienen las instituciones para recuperar la tranquilidad. Por un lado el combate a la delincuencia, por el otro la prevención del delito y la cultura de la paz.

En la plaza Diana Laura Riojas de la Nuevo Hermosillo están todas y todos. El gobernador, el alcalde Antonio Astiazarán; la secretaria de Seguridad, la fiscal estatal Claudia Indira Contreras; mandos policiacos municipales y estatales; mandos militares, soldados, marinos, Guardia Nacional. Medio gabinete estatal y al menos un cuarto del municipal estaban ahí.

También los vecinos de la Nuevo Hermosillo y otras colonias que integran uno de los tres polígonos en que se ha dividido la capital para sectorizar la atención a los problemas de inseguridad pública a partir de un modelo de participación ciudadana que incluye a siete colonias más en aquel sector y la proyección de hacer lo propio en otros dos sectores de la ciudad, en la colonia Solidaridad y en La Cholla y Los Arroyos donde la problemática es aún más compleja que en la Nuevo Hermosillo. Y eso ya es decir mucho.

IV

Que la mentira le puede dar la vuelta al mundo antes que la verdad termine de vestirse es una verdad de a kilo.

También lo es que la narrativa oficial, la de antes y la de ahora están condenadas al fracaso mientras no sustituyan el esfuerzo por generar percepción a partir de estadísticas, por resultados concretos, que son la mejor manera de generar percepción. 

V

Mientras en la Nuevo Hermosillo se ponderaban las expectativas de las jornadas por la paz, en las redes sociales se viralizaba un video de un ‘levantón’ en San Luis Río Colorado. A punta de chingadazos, varios hombres subían a otro a un pick up y se perdían en la dimensión desconocida del desierto sonorense. 

Frente a hechos consumados, no hay política de prevención que valga. La violencia en aquella esquina noroeste del estado tiene su explicación y el gobernador lo expuso por la mañana: militares, estatales y Guardia Nacional decomisaron un cargamento de tres toneladas de cocaína y esa puede ser una de las razones que expliquen la toma de la ciudad de Caborca por un comando de un centenar de sicarios en días pasados.

Tres toneladas de cocaína es un descomunal golpe al narco por donde quiera que se le vea. Representa un valor de 60 millones de dólares, algo más de mil 200 millones de pesos, una cantidad de ‘cueros de rana’ que ni usted, pichicata lectora, manirroto lector verán siquiera en fotos alguna vez en esos sueños donde aparecen vaciando la Ross y la tiendita de dólar, que ya es de 1.20.

Poner el acento en las políticas de prevención y en la corresponsabilidad social, sin embargo, sigue siendo lo correcto siempre y cuando vayan más allá del discurso. 

Gente con ganas de entrarle al toro hay.

Allí mismo en la Nuevo Hermosillo nos abordó Sergio Chávez. Él es un entrenador de box que tiene una cuadra de 153 niños y jóvenes prospectos al talento deportivo. Sí, ahí en esa colonia donde la esperanza parece perdida, hay sociedad civil de carne y hueso, no de cuartillas para tesis. 

Sergio abordó al gobernador y al alcalde, pero al parecer trae alguna carga negativa pues algún malhadado día se metieron a robar a su casa y, en defensa propia, resultó con severas lesiones en los nudillos después de pegarle unos putazos a los ladrones. Ahora Sergio está ‘judicializado’, según nos contó en rápida entrevista.

Pero, dice, está dispuesto a colaborar con lo que sabe hacer, que es encausar a los jóvenes en el deporte, “nomás que el gobierno no apoya”.

Resumiendo: gobierno hay, lo ha habido siempre. Sociedad civil también hay y también desde siempre. Quizás falte quién encuentre el lazo que los una.

Y ante la complejidad del problema, mejor nos despedimos con las palabras que Stevie Wonder le dijo a José Feliciano: “Quisiera ver”. 

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