Sonora: donde se acaba la grilla y comienza la carne asada

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Y mientras en el zócalo capitalino se rompía el récord de más asistentes a una concentración no obradorista, en el centro histórico de Hermosillo se rompía el récord de más personas asando carne al mismo tiempo, lo que inscribirá a esta capital con su tercer récord Guinness relacionado con este platillo que nos ha dado fama mundial.

El récord anterior era de 914 personas y lo tenía Dalisa, ciudad canadiense;  ayer participaron más de dos mil en Hermosillo, encabezados por el gobernador Alfonso Durazo y el alcalde Antonio Astiazarán, así como el secretario federal de Turismo, Miguel Torruco Marqués y la estatal Célida López.

Fue una fiesta grande la que se celebró ayer en esta, que refrenda su título de capital de la carne asada, con mil 200 parrillas en las que se asaron cinco toneladas de carne; el producto de las ventas fue destinado al apoyo de deportistas de alto rendimiento y el primer kilo de carne en cada parrilla se donó al Banco de Alimentos.

El gobernador sostuvo que este evento en el que un platillo regional se convierte en objeto de admiración en todo el mundo “genera turismo y el turismo genera bienestar, porque no hay actividad económica que democratice más el ingreso que el turismo”.

La carne asada más grande del mundo convocó a miles de participantes en la organización, la logística y las actividades propias de un evento de esta naturaleza, pero también a miles de hermosillenses que sin miedo al éxito, al colesterol, al ácido úrico y a los triglicéridos se dieron cita en la plaza Zaragoza y sus alrededores para echarse un buen taco de asada, contribuir a una causa noble como el apoyo al deporte de alto rendimiento y sobre todo, para inscribir a Hermosillo en el Libro Guinness, ahora con un tercer récord.

II

Si alguien observara desde lejos y contando solo con la información que se despliega en la mañanera presidencial y se replica en la redes de manera oficiosa y no oficiosa en redes y otros medios, estaría sorprendido por lo ocurrido ayer en México.

¿Cómo es posible? -se preguntaría azorado- que un expoderoso funcionario policiaco encontrado culpable de cinco delitos relacionados con el crimen organizado y preso en Estados Unidos, convoque a cientos de miles de personas a concentrarse en el corazón de la capital de la República y a marchar en más de cien ciudades del país.

La narrativa oficial construyó la idea de que la movilización llevada a cabo el domingo era para manifestar su apoyo al exsecretario de Seguridad Pública en el sexenio de Felipe Calderón, Genaro García Luna.

De hecho, personas evidentemente ligadas al gobierno morenista colgaron en uno de los edificios que rodean al zócalo capitalino una gran lona impresa con el logotipo del PAN, el rostro de García Luna y la leyenda con el color rosa que ha caracterizado las manifestaciones en contra del llamado Plan B electoral: “Genaro García Luna no se toca”.

Una lona que por cierto fue arrancada a jirones entre gritos de júbilo por una concurrencia que rebasó las expectativas de los propios organizadores.

Sostener la narrativa de que la concentración era en apoyo a García Luna parecía buena idea considerando la exposición mediática del juicio al exfuncionario y las animadversiones que genera, atizadas desde la mañanera con especial virulencia y énfasis en otra figura, la del expresidente Felipe Calderón. Pero era difícil hacerla trascender más allá de la audiencia cautiva de esa misma mañanera, como quedó demostrado.

Sobre todo porque los motivos de la movilización estaban claros desde el principio y han venido escalando en los últimos meses, especialmente a partir del 13 de noviembre del año pasado cuando miles de mexicanos y mexicanas en la capital y decenas de ciudades salieron a manifestar su rechazo a la reforma electoral propuesta por el presidente de la República primero, y luego contra el ‘Plan B’ que tiene en la mira al Instituto Nacional Electoral.

Es claro que después de aquella primera marcha la oposición se creció de tal manera que el pasado domingo se animaron a llenar el zócalo y lo hicieron. Una concentración de estas dimensiones jamás había sido convocada por una fuerza distinta a las de la izquierda mexicana y particularmente, en las últimas dos décadas, por la que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

Con todo y su espectacularidad, la concentración no da para las cuentas alegres de esa oposición que ya canta el derrumbe del obradorismo, al que le sobra fuerza y aparato de Estado para mantener no solo los niveles de popularidad del presidente, sino para seguir cosechando victorias electorales para su partido.

Pero sin duda se trató de un gran golpe a la narrativa oficial, un impacto simbólico tremendo que desmitifica la cuasi propiedad privada de ese espacio a las reservas políticas del presidente y su partido. Después de la marcha del 13 de noviembre que se concentró en el Monumento a la Revolución y que mereció la burla de la nomenklatura morenista (Martí Bartres, el secretario de gobierno capitalino ironizó posteando que habían acudido 13 mil personas), el propio presidente con su acostumbrada socarronería los conminó a tomar el zócalo para la siguiente vez, sabedor de que él y nadie más que él puede llenar esa plancha.

Pues le tomaron la palabra y para sorpresa del presidente (y creo que de los propios convocantes) pusieron el zócalo ‘hasta las lámparas’, como se dice en la jerga beisbolera, con un mosaico variopinto que cada vez resulta más difícil echar en el mismo costal de la ‘derecha’, aunque hubo allí representantes muy emblemáticos de ese lado de la geografía política.

Hay quien dice que a fuerza de estar estigmatizando a todo aquel que disienta de lo que el presidente considera su proyecto de nación, lo que ha provocado es que mucha gente, simpatizante o no de los partidos políticos opositores han decidido tomar las calles independientemente de que en ello se implique marchar al lado de exponentes de la política nacional verdaderamente impresentables.

La movilización tuvo réplicas en al menos otras cien ciudades del país.

En Hermosillo, la concentración no fue multitudinaria pero hizo ruido. Entre los personajes que se dejaron ver por allí estuvieron los dirigentes del PRI, del PAN y del PRD, Rogelio Díaz Brown, Gildardo Real y Joel Ramírez. También los llamados priistas inconformes, Zaira Fernández y Pascual Soto, así como Lilly Téllez, a quien por cierto le dieron una repasada en la víspera, durante un evento que tuvo con panistas.

La pelota está ahora en la SCJN, donde los ministros habrán de decidir en los próximos días sobre el llamado Plan B del presidente. Estaremos pendientes.

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